El ataque de Irán a Israel ha derivado en una amenaza para todo el mundo. La drástica ofensiva iraní, ante las sospechas de que el ejército israelí ha atacado una sede consular del país persa, ha alarmado al mundo entero. Y muchos hoy, temen las consecuencias.

Hasta el momento en el que se escribe esta columna, el ejército comandado por Benjamín Netanyahu no ha respondido tras el fracasado ataque iraní. Aun así, nadie tiene dudas de que el Estado de Israel tomará las cartas en el asunto y contraatacará. Por el momento, las únicas preguntas son cuándo lo hará y con cuánta intensidad.

Israel no es un Estado de medias tintas. Ya lo demostró con su represalia a Hamás tras el ataque del 7 de octubre. Y si nos remontamos más atrás, veremos cómo siempre han actuado contundentemente contra sus enemigos. Y hoy, el gobierno de los Ayatolas en Irán es visto como un enemigo que le ha declarado la guerra. Por más que desde Teherán señalen que no pretenden atacar otra vez, salvo haya una represalia israelí.

No obstante, tanto Netanyahu, como el jefe del Estado Mayor militar, el general Herzi Halevi, y el presidente Isaac Herzog ya han anticipado que las consecuencias para Irán serán graves.

Es innegable que habrá un contraataque, y al menos que eliminen completamente al antiguo país persa del mapa, habrá una reacción también por parte de Irán. Empezando un peligroso fuego cruzado, que vincularía queramos o no, a los dos polos bélicos: Estados Unidos y Rusia.

Mientras el gobierno de Joe Biden, tibiamente, le comunica a Netanyahu que no apoyarán una represalia contra Irán, Putin hace todo lo contrario con Irán. El mandamás ruso ya envió un “aterrador” (según el New York Post) arsenal a su aliado en el Medio Oriente, el cual comprendería desde aviones de guerra hasta misiles y lanzadores antiaéreos. Empoderando así a Teherán, que comunicó que tras la más mínima acción de Israel utilizarán armas que nunca han usado antes. Una situación que vuelve a dejar al gobierno de Estados Unidos muy mal en consideración contra su eterno rival en estos cuatro años.

El gobierno americano, pese a la condición senil de Biden y a la mediocridad del Partido Demócrata, no podrá quedarse con los brazos cruzados tras la acción rusa, sobre todo considerando que Israel es básicamente su único aliado en la región. Si tanto las fuerzas israelíes como iraníes cumplen con su palabra, estaríamos hablando del inicio de una guerra con una envergadura inminente. Y esto podría llevar a una tercera guerra mundial, como también a una nueva guerra fría.

Si la situación no escala a otros países, Rusia y Estados Unidos entrarían en una rencilla que se vería plasmada entre Israel e Irán, que serían sus luchadores principales. Y la victoria entre uno u otro dependería del apoyo de su aliado principal. Y si consideramos que Donald Trump sería el candidato preferido por la población americana que está más que disconforme con Biden, veríamos una reacción por parte de Estados Unidos mucho más dura y tajante. Si bien con Trump se vivieron tiempos de paz en América, siendo el presidente con más tratados de paz firmados, es de conocimiento popular que no le tiembla la mano cuando se tratan de amenazas, más aún si provienen del Kremlin.

Por lo que esta guerra, entre aliados de los países más importantes de Ocidente y Oriente, puede desencadenar o una guerra fría, en la que los actores principales serán el gobierno de Netanyahu y el de los ayatolás, o puede ser el inicio de un conflicto bélico mucho mayor. Dependerá de los agentes que se quieran involucrar, de las repercusiones que causará la ofensiva israelí y de qué tanto querrán participar Estados Unidos o Rusia. ¿Serán solo proveedores de armamento? ¿O su participación será activa? Habrá que ver quién aprieta el gatillo primero.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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