Un cohete chino nos amenaza desde el espacio. Caerá supuestamente entre esta y la próxima semana en algún nada sortario sitio terrestre. En China surgió y se expandió al mundo el covid-19. ¿Son puras casualidades? No. Todo parece formar parte de una guerra nada convencional en la que estamos inmersos ejecutantes tanto como posibles ejecutados. Hace años se columbra el control militar del espacio sideral, su apropiación con fines de dominio terrestre y del cosmos, especialmente por parte de Estados Unidos. La manera de contrarrestarlo por parte de China y otros países, como Rusia, radica en armas de destrucción masiva, también en la búsqueda de arrebatarle, torpemente, como se ve, el espacio sideral a Estados Unidos. Las armas en cuestión, fundamentalmente en búsqueda de un equilibrio amenazador y detenedor/propiciador de posibles acciones serían químicas o biológicas. ¿Se escapó el coronavirus o salió a propósito a cumplir misiones políticas, bélicas? Tal vez no lo sabremos.
La Organización Mundial de la Salud apunta a China, o al menos no la ha descuidado en su búsqueda de precisar lo ocurrido con el virus que nos diezma. El mismo país que tiene un cohete espacial rondando sin control con posible caída en la Tierra próximamente. No es casual. Forma parte sustancial de una disputa por el definitivo control del espacio. En Venezuela, atacados por la pandemia china, por el régimen del terror, por guerrilleros, pranes, delincuentes de barrio, el hambre, y, en fin, multiplicidad de males impuestos desde el poder, no abunda el tiempo para la atención de una problemática global de la que estamos eximidos muy relativamente, ya que directa o indirectamente también nos afecta. El cohete, por ejemplo, podría también caernos encima, con su peso y su velocidad. En algún lado del mundo caerá con sus consecuencias hasta ahora impredecibles.
Hace años un intelectual estadounidense, de indudable prestigio mundial y mirada zurda, alertaba de esa «guerra de las galaxias» que se aproximaba con pasos o vuelos agigantados. Noam Chomsky en Hegemonía o supervivencia (2003, en su original en inglés, 2004 en español), criticaba ya el control que Estados Unidos planeaba y ejecutaba desde el espacio; causante, según él, de generar reacciones defensivas de otras naciones enemigas, principalmente Rusia y China. En ese texto combate el autor las «barbaridades terroristas» de Estados Unidos, silenciadas, según su criterio, por medios, periódicos y periodistas del mundo. Acusaba el boicot estadounidense a los «intentos persistentes por agregar mecanismos para el cumplimiento de la Convención de Armas Biológicas en contra de la guerra bacteriológica». Apuntaba acerca de «otra fórmula para el desastre, tal vez en un futuro no muy lejano». Como se aprecia ahora, con el coronavirus o el cohete amenazante. Todo esto como reacción a los intereses hegemónicos americanos.
Me llaman poderosamente la atención unas líneas de este libro muy vinculadas a lo que nos ocurre ahora con el virus chino: «Entre los planes que se sospechan está la creación por manipulación genética de un ántrax resistente a las vacunas, que los rusos ya pueden haber desarrollado». ¿Era este el coronavirus escapado? ¿Es otro? Cuando se hace mención en películas, en ficción creada tiempo atrás acerca de estos temas, sin duda se centran en veracidades que han venido andando hace años y no hemos notado o no hemos querido notar hasta ahora, cuando se nos obliga a percatarnos de la ruda realidad mundial que atravesamos con diversos tapabocas. Así que ni Venezuela ni los venezolanos, estamos exentos de situarnos en medio de esta más o menos secreta disputa por la hegemonía espacial o terrenal. Tal vez, más bien, todo lo que nos acontece en la actualidad podemos entenderlo un poco mejor si lo situamos, más debidamente, en un contexto mayor de una conflagración en ciernes que se ha venido labrando hace años. Conflagración que incluye el control del espacio sideral. Guerra de las galaxias con aplicación de «las metas de la militarización del espacio», de «armas inmensamente destructivas, ‘estrellas de la muerte». Y las armas químicas o biológicas que del otro lado también están dispuestas para enfrentarlas, o han entrado en actuación hace tiempo.
Chomsky nos alertaba: «Hoy el peligro ha alcanzado el nivel de una amenaza contra la supervivencia humana». No se trata evidentemente de ciencia ficción. Mientras, aquí creemos que el Consejo Nacional Electoral impuesto por el régimen puede ser neutro y si hacen bien su trabajo podrían llevarnos, de la mano de otro zurdo español, Borrell, a unas elecciones más o menos limpias que conduzcan, conversandito, a la liberación del país. Nos come la ingenuidad, el virus, el hambre impuesta y la brutalidad terrorífica también. Cuidado con este y otros cohetes. Apercibámonos más exactamente de la realidad mundial para tratar de entender lo que de cerca criminalmente nos ocurre.