Apóyanos

Guayana Esequiba: una cosa es la ocupación perpetrada y otra cómo justificarla

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Exacta y precisamente lo que se había previsto –producto del entusiasmo y la solidaridad nacional– se cumplió la primera etapa, el simulacro del acto referendario, dentro de la indeclinable programación trazada en la trayectoria que poseemos para alcanzar la restitución in integrum de la extensión territorial que nos arrebataron.

Percibimos en todas las regiones del país un entusiasmo desbordante, como muy pocas veces.

En honor a la verdad, la gente ha asimilado y entendido nuestra justa reclamación como un Asunto de Estado; por cuanto, en este caso litigioso nos necesitamos todos.

Nada de coartar o dividir a la gente entre patriotas o desleales (entre grupos fanáticos o sectarios) peor aún, impregnar de politiquería la presente contención.

Los venezolanos debemos asimilar y entender que la presente controversia (y la manera como ha venido escalando) es un Asunto de Estado.

Suena insistente y reiterativo, porque justamente así debe introyectarse en nuestra fibra venezolanista.

Nos perjudicaríamos, severamente, si ligamos los problemas internos (que los tenemos, son bastantes y no los ignoramos) al sesgar este pleito internacional hacia una particular ideología; porque a alguien se le ocurriría o cree que con tal maniobra saldría supuestamente favorecido, con una buena tajada política. Eso es dañoso para el país. Un pobre favor se le estaría haciendo a la patria.

Quien crea que le resulta más reconfortante “pasar agachado”, y pensar que saldrá más o menos airoso adelante, está supremamente equivocado. Se engaña políticamente y traiciona y vulnera su conciencia patriótica.

La cuestión reclamativa por la Guayana Esequiba debe tratarse por encima de partidos políticos.

La patria nos está llamando y vamos a defenderla.

Hemos exhibido, en Venezuela, ejemplos de grandeza y solidaridad. Dimos demostraciones hermosas de unidad nacional –dentro de la natural y legítima divergencia política– cuando  quedó materializado históricamente el apoyo por parte de las disímiles tendencias  ideológicas; cuando, además, logramos el involucramiento de todas las instituciones públicas y privadas; se conformó una representación en conjunto de nuestra sociedad, con la finalidad de ofrecer el apoyo determinantemente para el proceso de negociación, firma y ratificación del Acuerdo de Ginebra, el 17 de febrero de 1966; precisamente, el documento base que nos asiste, en el presente trance controversial.

Hemos salido perjudicados y derrotados en el plano exterior y a lo interno de la nación cuando nos encontramos fracturados como país (no me refiero a la natural diversidad política-ideológica, que posibilita el sistema democrático); sino cuando colocamos nuestros particularismo y egos por encima de los sagrados intereses de la patria o cuando ignoramos los llamados de ésta, para que salgamos en su defensa.

Estamos viviendo una compleja situación histórica, en la que nadie puede quedarse absorto, desprevenido o indiferente.

Debo señalar también que hemos salido victoriosos cuando las Políticas de Estado se han cumplido como Asuntos de Estado.

Podemos citar enjundiosos ejemplos a lo largo de nuestra historia republicana.

Se alcanzó la necesaria unidad nacional, por encima de partidismos irreconciliables, cuando el bloqueo de nuestros puertos (1902) por parte de las entonces potencias imperiales.

Así también, la determinación venezolana de no aceptar las convenciones de la Tercera Conferencia del Mar (1982); por cuanto desconocía y descalificaba (a condición de roca) a nuestra septentrional Isla de Aves, con su respectivo derecho para generar Mar Territorial y proyectar Plataforma Continental.

Agréguese allí, las defensas contundentes del Golfo de Venezuela y de Los Monjes, en distintas épocas y bajo sus respectivas circunstancias.

Deseo reiterar, tantas veces como sea preciso y oportuno, el Acuerdo de Ginebra fue un triunfo de la diplomacia venezolana –ciertamente– con la fortaleza de saber que se contaba con toda la nación venezolana en una única expresión patriótica.

En el pleito con la excolonia británica caeríamos en un gravísimo error –imperdonable– si pretendiéramos manipular a la opinión pública en provecho de una determinada organización partidista.

Más grave aún, hacer señalamientos y acusaciones infundadas de quién hizo más o quién demostró menos hechos de entreguismo abierta o solapadamente.

Por otra parte, frente a estas infelices y confusas declaraciones (18-11-2023) del presidente Irfaan Ali:

«No es nuestro problema que Venezuela haga el referendo esperando juntarlo con las elecciones presidenciales. Debemos asegurar que la narrativa guyanesa sea entendida por Suramérica (…) Tenemos un sistema muy robusto para monitorear los venezolanos que ingresen a Guyana”.

Añade, además, como para atemorizar:

“Hemos contactado a miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, pero no diré a quiénes. Solo les diré que están muy atentos. (…) Venezuela puede hacer su referendo, pero deben respetar la resolución de la Corte. Si ellos irrespetan ello, estamos listos para responder; nuestro alcance con los aliados es multifacético y estamos listos para cualquier escenario».

Luego, compromete a otros países:

“Quiero ser claro, la PM Mottley (Barbados) y el PM Gonsalves (San Vicente) han ofrecido su apoyo a Guyana y esperan que el caso se mantenga en la CIJ. ellos creen que las puertas de comunicación con Venezuela no deben cerrarse (…) Creemos que Venezuela no actuará militarmente, de todas formas, si actuaran así, estamos listos para recibir apoyo de nuestros aliados en la región y fuera de ello; estamos seguros de que la integridad territorial de Guyana no estará fuera del alcance de nuestros aliados; hacemos todo el esfuerzo de agrandar nuestra capacidad». 

Nosotros replicamos, respetuosamente, que sepa el gobierno guyanés, y su comparsa, que vamos con todo; conscientes que restituiremos para Venezuela la extensión territorial que nos desgajaron en una tratativa perversa; y que han estado ocupando (desde 1814) ingleses y guyaneses ilegal e ilegítimamente.

Con denunciar lo que se nos asestó en mala hora; y al propio tiempo, pedir, en justicia, su restitución no estamos cometiendo ningún acto de deshonestidad, irrogando o perpetrando pillaje contra nadie.

En ese espacio controvertido, podemos hablar sólo de Ocupación; entendida como la manifestación violenta para el control atrabiliario de lo ajeno, bajo repetidas ilegalidades y encubierta de agresiones y entrampamientos.

Ocupación que han querido “maquillar jurídicamente” al amparo del Laudo; sentencia arbitral –nula de toda nulidad– con la que intentan, desde hace más de cien años, tenderle un manto de impunidad.

Han venido ocupando, a través de un mezclote colonialista; aunado con empresas transnacionales, así también percibimos un extraño y extravagante juntamiento de ideologías políticas. Comportamientos socioculturales híbridos.

Cuando los ingleses tomaron ocupación agresiva de esos 159.500 km2, esa ancha franja no estaba considerada Res nullius (tierra de nadie).

Tal extensión territorial siempre ha sido nuestra. Somos su propietario. Calificado y soportado tal Derecho Real en base a justos títulos traslaticios, que poseemos a buen resguardo para probar cuando llegue la ocasión por ante la Corte Internacional de Justicia.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional