En el mundo fluye en la actualidad una indetenible intercomunicación en todas las áreas, ámbitos. Quizás lo que uno menos se imagina adquiere sentido hoy mediante la interconexión planetaria (¿globalización?, tal vez). Así entonces, frente a un fenómeno que se está viviendo con tanta eclosión; que se ha venido mundializando; que se escapa del control de los Estados, estamos obligados a repotenciar el talento, con la finalidad de entender y comprender los acaecimientos, sin aislarnos.
Constituye un imperdonable error abandonar el concierto de la comunidad internacional, tipo Corea del Norte, o Cuba en una época.
País que se aísle no resuelve problemas; contrariamente, los crea para su población.
Lo anterior puede ser explicable y justificado en los siguientes términos: ninguna nación avanza a contrapelo de los tejidos (inevadibles) que se urden entre los Estados, que en el presente momento le sirven de plataforma a las sociedades. Y lo peor es llevar tamaña mentalidad reduccionista a los aspectos económicos.
Bastantes opiniones de especialistas han considerado siempre un grave desacierto estratégico de desarrollo nacional limitar el consumo interno, casi exclusivamente, a las importaciones en altísimas proporciones; o continuar, como siempre, dependiendo del petróleo; sin que se vislumbren (hasta ahora) alternativas confiables y sustentables para las necesarias y oportunas sustituciones.
A lo largo de nuestra historia contemporánea (con la irrupción del petróleo, como recurso aprovechable) las iniciativas programáticas de todo tipo las hemos impulsado, con base en la propia sostenibilidad del proceso de monoexportación petrolera. Ya sabemos en la vergonzosa situación en la cual nos encontramos.
Recordemos cuando propalábamos, con orgullo, por todas partes “el petróleo es de Venezuela”, ahora exclamamos “Venezuela era del petróleo”.
No se necesita ser muy inteligente o poseer virtudes adivinatorias para convencernos de que, en casi todos los diseños y ejecutorias de las políticas públicas en el Estado venezolano, se develan inaceptables cúmulos de desaciertos e impropiedades.
Los errores más protuberantes se aprecian en lo atinente a política exterior; y con mayor énfasis en el asunto litigioso que sostenemos con la ex colonia británica por la Guayana Esequiba. Extensión territorial, inmensamente rica en múltiples recursos, la cual nos despojaron, a través de una tratativa tramposa, denominada Laudo Arbitral de París, el 3 de octubre de 1899. Sentencia que siempre hemos calificado de írrita, nula y sin eficacia jurídica.
Cada vez se agranda nuestra fundamentada percepción que quienes han manejado la política exterior venezolana permanecen en extraviados escenarios. Han padecido una especie de estrabismo mental.
Guyana nos descalifica en los congresos internacionales. Declara contra Venezuela cada vez que recibe la visita de una delegación internacional. Y la Cancillería nuestra peca por omisiva ante tales hechos. Silencios que en el Derecho Internacional Público se pagan caros. Demasiadas permisividades. (Principio de Aquiescencia).
Hemos denunciado, con insistencia, que hay un enjambre de empresas operando, bajo la coordinación de la Exxon-Mobil, la cual fija los procedimientos, en el área, para la Shell holandesa, la CGX estadounidense, la Anadarko canadiense, la CNOON china; en fin, se conoce que sobrepasan las 52 compañías que allí se instalaron, procedentes de muchos países que se dicen amigos de Venezuela; incluso algunas naciones que hemos estado apoyando a través de Petrocaribe.
Están aprovechando, como mejor les plazca, los recursos madereros, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en general, en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron; sino además han permisado a grandes consorcios en la proyección atlántica nuestra.
Estimaciones recientes del Fondo Monetario Internacional revelan que Guyana tendrá, en 2020, un crecimiento de su PIB por el orden del 86%; incluso, se especula que sobrepasará en 14% a la misma China, en su incremento de riquezas.
Se habla de que en los próximos meses comenzarán las “exportaciones petroleras de Guyana” (¿?), entre 700.000 y 1 millón de barriles diarios. Además, añaden que la ex colonia británica puede llegar a ser el país con el mayor caudal financiero líquido disponible y de ingreso per cápita. Podría llegar a ser el país, en el mundo, con el mayor número de barriles de petróleo por habitante.
La señalada perplejidad (y las comillas que adrede utilizamos) para relatar las cifras anteriores vienen dadas porque la Zona Esequiba (y su proyección marítima) donde están operando las citadas empresas nunca ha sido ni británica ni guyanesa. Tenemos una reclamación centenaria que ahora se dirime en la Corte Internacional de Justicia. Poseemos suficientes elementos probatorios para exponer y alegar que la Guayana Esequiba es nuestra jurídica, cartográfica e históricamente.
Ha habido una ocupación abusiva de las transnacionales, a partir de concesiones fraudulentas e ilegales que recibieron de los gobiernos guyaneses. Entregas impregnadas de añagaza económica, por cuanto contrarían el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.
Entonces, nos preguntamos: ¿hacia dónde apuntan las miradas de las autoridades de nuestra Cancillería?
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