OPINIÓN

Guaidó y la estrategia Ramos Allup de «doblarse para no partirse»

por Avatar Orlando Ochoa-Terán

En los pantanos de Bayú, en lo profundo de Luisiana, el ataque de un caimán dotado de 80 colmillos y la fuerza de mordida más poderosa del reino animal es una propuesta horrible. El caimán nada a velocidades de hasta 16 Km por hora, mientras que el más grande nadador olímpico, Michael Phelps, nada a solo 6 millas por hora. Estos caimanes atacan a los humanos cuando están en celo o de hambre extrema.

Cuenta la leyenda que cuando un grupo de lugareños de los pantanos de Bayú se vieron amenazados por un enorme caimán, acudieron a una forma maléfica para sobrevivir. Acuciados por viejas rencillas se abalanzaron contra uno de sus compañeros, al más hábil de la partida y lo lanzaron al caimán que distraído con su presa les permitió salvarse y de paso descontar un rival de peso. Muy parecido a lo que acaban de hacer con Juan Guaidó sus… ¿compañeros opositores?

Por extraño que parezca la pasión de Ramos Allup, Manuel Rosales y Julio Borges de dialogar con el gobierno revolucionario con “espíritu de colaboración”, como la describió Maduro en 2016, no es nueva. Después de los épicos reveses del golpe de abril de 2002, la huelga petrolera de 2003 y la derrota del referéndum revocatorio de 2004, un deprimido estado de ánimo los invadió. Desde entonces, sin el coraje para seguir confrontando al gobierno, Henry Ramos y Julio Borges acudieron a José Vicente Rangel, con quien iniciaron una serie de diálogos nocturnos en el despacho del Pollo Carvajal, entonces director de Inteligencia Militar e improvisado mediador. A Ramos y Borges se unieron más tarde Lewis Pérez y Carmelo Lauría. Este último asistió a estas reuniones nocturnas de Boleíta la misma semana de su deceso, el lunes 29 de noviembre de 2010.

A raíz de estos infortunios, el eterno capo adeco de Ramos divulgó dos principios políticos que han sido sus líneas estratégicas, las de AD y sus apéndices PJ y UNT: “Hay que doblarse para no partirse”, y el falso dilema de “dialogamos o nos matamos”.

Antecedentes históricos demuestran que para que se produzca una aceptable aproximación de consenso entre aliados de diversos signos inmersos en una severa crisis, esta debe ser de tal magnitud que no le ofrezca a ninguno la sobrevivencia política. En Venezuela esto no ha ocurrido todavía, no porque la crisis no haya sido severa, sino porque dirigentes políticos como Ramos Allup, Borges y Rosales se las han arreglado para sobrevivir la autocracia bolivariana bajo esta argucia de «doblarse para no partirse».

El historiador George Herring describe las alianzas en tiempos de crisis como“matrimonios de conveniencia formados al calor de necesidades inmediatas o urgentes”. El modelo emblemático de un consenso político en el medio de una dramática crisis es la Segunda Guerra Mundial. De la invasión de Hitler a Francia y a la Unión Soviética surgió esa “necesidad urgente” de derrotarlo y con ese objetivo se aliaron líderes con abismales diferencias ideologías y de estilo; Roosevelt, un patricio demócrata de Estados Unidos; Churchill, un aristócrata británico; Stalin, un dictador comunista; el conservador general de Gaulle de Francia, el nacionalista Chiang Kai-shek de China y otras decenas de jefes de Estado. Los tres grandes presidieron la alianza militar más diversa y compleja jamás conocida. Después de haber derrotado a Hitler en 4 años, Stalin devino en el más formidable oponente del mundo libre. Cuando se formó la OTAN para contener la marea roja que inició Stalin, su arquitecto Ernest Bevin la resumió así. “Nos apareamos, no por amor, sino por interés”.

Antecedentes

En Venezuela hubo una gran oportunidad para cambiar el curso de esta grotesca historia opositora venezolana. El 6 de enero de 2016 Ramos Allup presidió la Asamblea Nacional y prometió “recuperar nuestra autonomía como poder con la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, la búsqueda por parte de nosotros en un lapso de seis meses a partir de hoy, de una salida constitucional, democrática, pacífica y electoral para la cesación de este gobierno”. Para concluir esta perorata populista, Ramos sacó el pecho con orgullo y alzando la voz exclamó: “¡Estos compromisos no son transables!”. Más tarde juró “no descansar hasta que no se haga el referéndum este mismo año”, pues será “una paliza monumental y espectacular”. Como sabemos, Ramos Allup no se quiso partir y optó por la estrategia cómoda de “doblarse”.

En efecto, a los 10 días de su asunción como presidente de la Asamblea, el 16 de enero, Ramos se desdobla (sin partirse) y con un tono igualmente solemne le promete a Maduro, “cuente presidente con el diálogo, si usted lo que quiere es diálogo…”.

En 2019 se origina el gobierno interino de Juan Guaidó. Por primera vez el liderazgo opositor tenía nombre, apellido y un poder internacional sin precedentes. Al través del respaldo de Estados Unidos se unieron 59 países, un apoyo sin precedentes en el mundo, aun si se compara con el que recibió Israel a mitad del siglo pasado asediado por 200 millones de árabes. No ha habido un político latinoamericano en toda la historia del continente que haya recibido un respaldo político, económico y diplomático de republicanos y demócratas de Estados Unidos y de la Unión Europea como el que ostentó Juan Guaidó. ¿El mayor resquemor de sus «aliados» en medio de todas estas buenas noticias? La invitación al Congreso de Estados Unidos y a la Casa Blanca. Demasiado para el diminuto sistema digestivo de los liliputienses de AD, PJ y UNT.

¿Envidia? El envidioso se retuerce por el bien ajeno, se regocija del mal ajeno y siempre trata de causar daño por medio de la calumnia. En política el envidioso está generalmente convencido de que el éxito logrado por un rival estaba a su alcance, pero una distorsión del destino se lo arrebató. Por eso se dice que cuando los envidiosos están más cerca del envidiado, mucho más virulenta es la envidia que los consume.

Cualquiera que hayan sido las motivaciones del marrullero triunvirato de Ramos Allup, Borges y Rosales, acaban de dilapidar el más grande capital político de un grupo opositor en la historia del continente con la misma fruición que la horda bolivariana dilapidó el ingreso petrolero más copioso jamás recibido por un país en la historia del continente. Con razón la historiadora Barbara Tuchman concluye en un famoso ensayo que todas aquellas decisiones que desafían el sentido común, cuando la experiencia y una abundante información aconsejan lo contrario, no ocurren con tanta frecuencia en ninguna otra actividad humana sino en la política.

La lógica venezolana

La lógica es generalmente definida como la ciencia del razonamiento y trata de distinguir si un razonamiento es correcto o incorrecto. En Venezuela las leyes de la lógica no parecen tener aplicación ni en el gobierno ni en la oposición. ¿Entonces? ¿Qué hay detrás de esa estulticia partidista opositora? ¿Igualar a Guaidó con el resto de liliputienses de AD, PJ y UNT? ¿Cómo justificar el inmenso daño que se le hace a la oposición en general y el gran favor que se le proporciona a Maduro?

Si consideramos los antecedentes de Ramos Allup, Manuel Rosales y Julio Borges, no dejan de asombrar esos arrebatos de moralidad, integridad y virtud para explicar la defenestración del gobierno interino porque “ha servido de marco de escándalos de corrupción”Los gobiernos en los que han participado el propio Ramos, Borges, Rosales y particularmente Acción Democrática, lo sabemos todos, han servido de marco de los escándalos más grandes de corrupción de nuestra historia republicana. Pero el caso es que las acusaciones que se le hacen al interinato y a Guaidó no han sido respaldadas por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Alemania, Francia o el Reino Unido.

Al final, como dijera recientemente Ender Arenas, compañero en este espacio de opinión de El Nacional, el trío de Ramos, Borges y Rosales optaron por defenestrar a Guaidó porque «era mucho más fácil que salir de Maduro». Un acto sibilino de inmensa cobardía.

o.ochoa@att.net