El domingo 19 de enero fuimos sorprendidos por una noticia que “rompió el celofán”: Juan Guaidó había salido de Venezuela para encontrarse con el presidente de Colombia y asistir a la III Cumbre Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo, en la que compartiría espacio nada más y nada menos que con Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos.
No faltaron las contradicciones entre propios y aliados; unos dijeron estar sorprendidos por la noticia, otros alegaron saberlo. Henry Ramos Allup afirmó que el llamado G4 (AD, UNT, PJ y VP) lo sabía “con suficiente anticipación”.
Parte del análisis sobre qué vendrá y qué podemos esperar de este nuevo desafío incluye dar respuesta a una interrogante: ¿Juan Guaidó logró salir o le permitieron salir? Es que en un país donde todo está controlado, monitoreado y vigilado, cuesta entender cómo se puede cruzar la frontera sin que el “hermano grande que os vigila” se interponga.
Si Guaidó logró “burlar” a Maduro, podemos inferir que salió decidido a todo; si lo dejaron ir, entonces toca analizar cuál es la estrategia del oficialismo, que pudiera estar orientada a terminar de disminuir la fuerza de la Asamblea Nacional y lograr la “omisión legislativa” para darle al Tribunal Supremo de Justicia la potestad de nombrar al nuevo Consejo Electoral.
Como sea, Juan Guaidó está fuera de Venezuela y las expectativas sobre su gira son demasiado altas para los sectores de oposición (extremistas y conservadores), e incluso, para los que no somos parte de su plan, pero queremos una salida democrática a la crisis.
La gira ha iniciado a lo grande. Promete grandes fotos, escenarios importantes y hasta firmas de convenios.
Sobre el objetivo de lo que el mismo Guaidó ha denominado Agenda Internacional 2020, este afirmó: “Generaremos las condiciones que nos conducirán a la libertad. Y les aseguro que la vuelta a nuestro país estará llena de buenas noticias”.
Con esta oferta, Juan Guaidó podría estar suscribiendo su pase a la gloria o el fin de su carrera. Después de haber perdido su momentum político en 2019 y luego de la lucha por mantener el control de la Asamblea Nacional, el líder opositor se agotó a lo interno, por lo que, si aspira a continuar en la batalla política no tiene otra posibilidad, está obligado a volver con una solución concreta en sus manos, de lo contrario, su propia gente podría darle la espalda.
A favor juega la determinación de buena parte de la comunidad internacional que considera ha llegado el momento de acelerar la búsqueda de una solución para Venezuela.
De todas las opciones sobre la mesa, hemos llegado a dos, elecciones libres y transparentes o una agresión de fuerza que quiebre los cimientos de Maduro.
Estados Unidos ha dejado claro su compromiso con una negociación que abra las compuertas a la ruta electoral, pero también ha dicho que esto sería a través de un gobierno de transición; es aquí donde entra mi duda, ¿cómo se puede negociar unas elecciones con Maduro fuera del poder? Yo lo veo difícil.
Considero que es hora de hacer una reingeniería al Mecanismo de Oslo con base en cuatro puntos fundamentales: a) ampliar la participación de otros países garantes y la inclusión de la ONU; b) ampliar los órganos de consulta para garantizar una mayor participación de otros actores, aún de forma indirecta; c) tener una agenda clara y definida para evitar que el proceso se convierta en una conversación sin límites; d) colocar la regla de oro: nadie se para hasta que no haya un acuerdo.
En un supuesto negado, si la amenaza creíble que se comienza a tejer con los ejercicios militares del Comando Sur y Colombia entre el 23 y el 29 de enero desemboca en una agresión de fuerza, estaríamos entrando en la etapa más oscura e impredecible, tanto para Venezuela como para la región.
En fin, Juan Guaidó salió para renovar alianzas y reposicionar la presión internacional en contra de Nicolás Maduro, para lo cual Colombia y Estados Unidos están teniendo un papel determinante mas no definitivo. El reto para él y su equipo es cómo convertirán este escenario en una acción concreta que trascienda la retórica de la cual ya el pueblo se ha cansado, veremos.
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