No conozco a Juan Guaidó ni de vista ni de trato, por lo que no soy ni su viudo ni su padre, pero al ver sus últimas peripecias teniendo que salir escapado por la frontera para ir a Colombia y ser tratado casi como un delincuente representó una vergüenza, no para Guaidó, sino para todos nosotros los venezolanos de oposición, los amantes aquí y afuera de la democracia y que nos enfrentamos contra esta barbarie que sufrimos que es el chavismo.
Lo mandaron a luchar solo como un paladín contra todo el poder militar y económico del Estado y así cumplir con los pasos legales para desalojar a estos malandros del poder; pero luego quienes lo eligieron, por ser mulatico, humilde, sencillo y trabajador, lo dejaron solo, siendo víctima de amenazas y golpes, viendo sufrir a su esposa y la prole en medio de temores… Y mientras afuera hablaban en su nombre, aquí le serruchaban las patas.
Basta comparar sus fotos al comienzo y a los pocos años de esta infamia y la traición de quienes lo debían apoyar. Hoy Guaidó está prematuramente envejecido, encanecido, vilipendiado y dejado sin base política. Echado de lado como un trapo viejo mientras los que lo mandaron al matadero disfrutan de un exilio dorado, según lo que cuentan las crónicas.
Nuestra historia está llena de héroes, pero también de villanos, no solo de los Boves, Monteverde y Zuazola rojos, sino también de los Piar que hasta trataron de asesinar al Libertador y siempre metidos en una conjura y en una traición pequeña, hombres con el alma de prostituta servil ante el mejor postor… Por eso yo reivindico a Guaidó. Esta es la eterna traición de los políticos mediocres, acomodaticios, sin idea de patria ni principios. Por estar viendo a los lados a sus competidores y no ver al frente, que es donde están los verdaderos enemigos de Venezuela y por ellos es que la patria está como está, de rodillas ante potencias extranjeras, infiltrada y gobernada por felones, cabrones y ladrones. Hora triste de la República.
A la prueba me remito.