López Obrador ha construido una fortaleza que repele cualquier atisbo de realidad. El mundo de los otros datos, su mundo, se impone sobre cualquier tizne a su gobierno, para el presidente todo florece, estamos casi en jauja, somos un ejemplo del mundo, un referente que se ve casi con envidia insana.
El hackeo de Guacamaya dio en el corazón de la 4T, un corazón verde olivo que late a ritmo militar, los escándalos que van haciéndose más y más estridentes no le preocupan porque, según él, no han permeado en la sociedad ni le han quitado un ápice de popularidad.
Sin embargo, ese mismo ánimo no se respira en la Secretaría de la Defensa Nacional, cada vez parece más evidente, para los militares y los civiles, que el golpe llegó con la venia de agencias de inteligencia internacionales como un mensaje de preocupación por la falta de límites al que ha llegado la actual cúpula castrense.
Si los militares comienzan a controlarlo casi todo, ¿cuándo dejarán de hacerlo?, ¿lo dejarán y lo aceptarán sin más?, ¿realmente comienza a picarle el gusanillo de la política a uno que otro general?, ¿de veras que eso de un militar presidente, fue un comentario venial del secretario de Gobernación, Adán Augusto López?
Si los militares lo controlan todo, ¿México aún podrá llamarse democracia?, ¿dónde quedarán los civiles en las tareas más importantes del gobierno?, ¿serán el poder tras el trono, sin importar quién llegue?, ¿por cuánto tiempo?
Que la conversación pública no gire entorno a Guacamaya Leaks es irrelevante para la seguridad nacional, si López Obrador quiere saber de qué está hablando la gente, quizá valga la pena una encuesta sobre la inflación o sobre la inseguridad, porque la narrativa de los mexicanos va mucho más por lo cara que se ha vuelto la vida o por la sensación de sentirse vulnerable frente a la impunidad reinante, que por los infiernillos políticos que cada vez a menos gente importan.
Pero Guacamaya Leaks, lejos de los concursos de popularidad, ha desnudado a un Estado torpe y débil que amenaza con generar aún mayores inestabilidades a nivel regional.
Da exactamente igual que el presidente se empecine en hacer chiquito el dardo que ha desestabilizado su gobierno, no parece que la intención y el objetivo del hackeo fuese la de su imagen, aunque eso es irrelevante para un presidente que no puede ver más allá de su Palacio.
De colofón
Lejos de sospechas y rumores, nunca probados, sobre posibles conflictos de interés del presidente de Canacintra, José Antonio Centeno y su empresa dedicada a la venta de productos médicos para lograr contratos con las Fuerzas Armadas, lo cierto es que el descontento crece entre los industriales agremiados en esa Cámara.
Centeno ha perdido gran apoyo entre sus representados, lo miran ya más cercano a sus propios intereses que a los de la industria, uno de los hechos más preocupantes fue la salida de Lourdes Medina Ortega como presidenta de Canacintra Mujeres, que en su carta de renuncia expresó: “Las agresiones a mi persona las puedo sortear como muchas cosas he sorteado en mi vida, pero como representante de las mujeres industriales, a través de mí están lesionando a Canacintra, a sus mujeres, por lo que no seré partícipe de esos actos. Muestra de ello son los eventos que se han realizado a lo largo de estos meses y en los que sistemáticamente fui objeto de afrentas públicas al ser excluida de diversas maneras ante la mirada incrédula de quienes eran conscientes de que yo tenía un lugar o la palabra y me fue negada. Callar es convertirme en cómplice y no es correcto.”
Y todavía faltan 704 días para que termine el sexenio.
Artículo publicado en el diario El Universal de México
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