Ya pasó un año desde el 11 de julio, fecha en la que se produjo el mayor estallido cubano de protesta por las penurias acumuladas durante más de 60 años, desde que los barbudos de la Sierra Maestra con Fidel Castro a la cabeza asumieron el poder ofreciendo un paraíso para la isla que venía de largos años de gobiernos dictatoriales.
No transcurrió mucho tiempo para que mostraran su verdadera y cruel naturaleza tiránica, pero el apoyo entusiasmado de la mayoría de la población cubana se mantuvo -con excepción de un numeroso grupo calificado como gusanos que abandonó la isla desde los inicios de la revolución- en gran parte sostenido por el inmenso carisma de Fidel Castro y su estratégico discurso que culpaba a Estados Unidos de todos los males, el clásico enemigo externo para unificar y controlar, que en este caso se veía reforzado por la gesta heroica de David contra Goliat, gigante que además en aquel momento tenía sobre sus espaldas el intervencionismo en apoyo a las dictaduras que consideraba sus fieles aliadas para dominar el continente en especial para frenar el comunismo.
Pero el discurso no era suficiente para sosegar el sufrimiento cubano y además del goteado abandono de la isla en riesgosas circunstancias, hubo algunos eventos masivos de protesta. El primero de ellos fue la toma masiva de la Embajada de Perú en el año 1980 pidiendo asilo, que condujo al éxodo por el puerto de Mariel de 125.000 cubanos, apodados como los marielitos.
En agosto de 1994 se produjo el Maleconazo, el nombre que recibió una serie de manifestaciones antigubernamentales, en ese entonces una de las más grandes desde el inicio de la revolución, en la que miles de cubanos se concentraron alrededor del Malecón de La Habana, enfrentándose a la policía con palos y piedras para exigir libertad y protestar contra el sistema socialista y también contra Fidel Castro.
Al día siguiente del inicio de los disturbios, Fidel Castro se trasladó hasta la zona en la cual tildó de apátridas a los manifestantes y por supuesto acusó a Estados Unidos de intentar provocar un baño de sangre. Pero logró sofocar el movimiento abriendo las puertas del país para que los descontentos se fueran. Fue la llamada crisis de los balseros.
Para el 11 de julio de 2021 el prolongado sufrimiento de los cubanos era una olla de presión. La transmisión a través de Facebook de una protesta en el parque de San Antonio de los Baños fue la chispa que encendió la pradera. Decenas de miles de personas, calculadas en 180.000 por el Observatorio Cubano de Conflictos, salieron a las calles de más de 60 ciudades y pueblos de Cuba a protestar en más de 587 manifestaciones. Se trata de las protestas sociales más numerosas, diversas y distribuidas geográficamente ocurridas en Cuba desde el inicio de la revolución. En esos días en las calles, los cubanos reclamaron desde vacunas contra la covid-19 hasta el fin de la dictadura y un cambio de régimen político.
La respuesta del régimen no se hizo esperar, además de culpabilizar como es costumbre al gobierno de Estados Unidos, Díaz-Canel tomó la decisión de reprimir de forma masiva y sacó a la calle al ejército, a la policía y a las tropas especiales (avispas) antimotines que terminaron por detener y desaparecer por horas o días a más de 800 personas. Entre los detenidos había alrededor de 20 menores de edad, reconocido por el propio gobierno en TV. Y lograron sofocar el movimiento. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos denunció más de 100 acciones represivas por el aniversario del 11J.
Hay consenso en que la situación está peor que antes, los apagones que apenas comenzaban el 11 de julio pasado se han multiplicado en tiempo y espacio. Las colas son insufribles y el desabastecimiento y la inflación atroces. Pero el régimen ha sembrado el terror con detenciones, el control de las redes sociales y el aumento de la criminalización ante cualquier manifestación de descontento. Según fuentes oficiales cubanas, 790 personas, en su mayoría jóvenes, fueron llevadas a los tribunales (55 de ellas de 16 y 17 años de edad). Más de 600 han sido condenadas ya a severas penas, en decenas de casos a más de 20 años de cárcel por sedición.
Ante la desesperanza nuevamente hay una salida masiva del país del segmento más joven de la población, 140.000 cubanos han abandonado el país en 8 meses, es el mayor éxodo en 62 años de revolución. Es la respuesta desesperada de una población que ha perdido las esperanzas de cambio.
La protesta callejera fue una, duró un día, uno solo, pero fue lo suficientemente populosa para mostrar las heridas permanentes que oculta el corazón del pueblo cubano. No merecía semejante respuesta.