El 5 de julio de 1972 fallecía en Nueva York Raúl Leoni. Ese mismo día, hace ya cincuenta años, en el vuelo 203 de la entonces poderosa Pan American llegaba a Maiquetía, procedente de Buenos Aires, un inmigrante más, joven abogado, profesor universitario, quien pocos días antes había sido víctima de un fallido intento de secuestro nocturno en presencia de su esposa, que con coraje se interpuso ante quienes pretendían llevarlo a cabo. Era la época que en Argentina la guerrilla comunista protagonizaba sangrientos episodios como el secuestro y asesinato del presidente de la empresa FIAT, el del expresidente Aramburu, de dirigentes gremiales, profesionales, jueces, militares, etc.
Aquel día ese inmigrante llevaba encima 150 dólares y cargaba una sola maleta. También albergaba multitud de incertidumbres, interrogantes y sueños. Conozco bien esa historia porque quien la vivió fue quien esto escribe.
¿Por qué Venezuela? Por que al momento era la democracia más ejemplar del continente, el futuro se veía promisorio para todos los que quisieran hacer el esfuerzo y también porque mi familia política era y es una antigua y tradicional estirpe de los Andes venezolanos. Cierto es que no llegué a vivir bajo un puente sino a una hermosa quinta, casa paterna de mi esposa, ubicada en la urbanización San Román que entonces era una de las más cotizadas de Caracas. Ella y nuestros tres hijos llegaron en noviembre, al finalizar el año escolar en Argentina. Luego, en Baruta, llegó una bella niña dando cierre a nuestra contribución demográfica.
Desde allí hasta el día de hoy, todo aquello que excede los 150 dólares y la ropa de la maleta inicial, se lo debemos a Venezuela cuyo suelo besé mil veces con emoción y que hoy, igual que otros millones, nos vemos añorando desde múltiples latitudes luego de haber sido objeto -esta vez con éxito- de un secuestro por motivo político, suponemos que por nuestra militancia, perpetrado -según indicios de especialistas- por un “colectivo” conocido como “Alfaro Vive”. En las horas que siguieron al episodio el propio cabecilla del operativo fue ultimado a tiros estando al volante de nuestro propio carro.
Tan pronto las condiciones legales nos permitieron, adquirimos con orgullo y emoción la nacionalidad venezolana y de inmediato nos incorporamos al partido Acción Democrática de la mano de Enrique Tejera París, entonces secretario internacional, quien con generosidad nos introdujo a la militancia cuya ideología traíamos desde la temprana juventud. En 1997 renunciamos a la organización, disconformes con su rumbo y ejecutorias.
Entretanto pudimos, sin dificultad, obtener una buen empleo en una organización industrial propiedad de una relevante familia de Maracaibo que nos encomendó armar y gerenciar su negocio en Caracas admitiendo que ello pudiera hacerse paralelamente con nuestra actividad política y la continuación de la docencia universitaria en la UCAB obtenida gracias a los buenos oficios de mi esposa, abogada egresada de esa casa de estudios que tuvo la suerte de que el entonces decano de la Facultad de Derecho, el doctor Jorge Sosa Chacín, le ofreciera el cargo de directora de la misma y a los pocos meses, con motivo de una repentina vacante, este servidor resultó designado profesor en la cátedra de Derecho Internacional Público que mantuvimos por los siguientes cuarenta años habiendo sido jefe de la misma por lo menos los últimos veinte. En la UCAB ocupamos todos los cargos electivos de su estructura desde el Consejo de Facultad, el Consejo Universitario y el Consejo Fundacional, habiendo contraído una relación de consustanciación con aquella casa hasta el día de nuestra jubilación y aún hoy. En ese camino tuvimos el privilegio de ser acogidos casi que filialmente por la figura más relevante de la materia: el doctor Efraín Schacht Aristeguieta.
Entretanto, desde 1982 pudimos abrir nuestra oficina de asesoramiento internacional, la cual tuvimos que liquidar en 2014 cuando la dictadura arrinconó a todos quienes no le rendían tributo.
En el ámbito de lo político tuvimos el privilegio de contribuir, modestamente, a la formulación de la política internacional a través de innumerables misiones, casi siempre confidenciales, que nos llevaron por las latitudes tradicionales y algunas de las menos tradicionales del escenario mundial. Este inmigrante, definitivamente consustanciado con su nueva patria, llevó la voz de Venezuela con orgullo y convicción sin que jamás -entiéndase bien, jamás- hubiera percibido un solo céntimo por sus servicios.
De más está decir que no votamos por Chávez y lo adversamos siempre desde estas mismas páginas y desde la radio y televisión nacional e internacional. Suponemos que ello fue la causa del secuestro en 2009 y nos consta que los servicios de inteligencia investigaron nuestras actividades y reuniones con ocasión de los distintos eventos que se promovían para enmendar pacíficamente el rumbo alienante que iba caracterizando al castrochavismo que, hasta el momento, dirigía los destinos de la patria con legitimidad de origen mas no de ejercicio. Varios de quienes entonces interactuaron con nosotros compartimos actualmente el exilio.
Hoy día, ya en la recta final de una larga y movida existencia, con nuestros cuatro hijos y seis de los ocho nietos residiendo en el “imperio” -al igual que parte sustancial de la familia- no tuvimos otra opción que continuar la lucha -al nivel de nuestra edad y actual posibilidad- desde Estados Unidos, país sujeto a entendibles críticas pero definitivamente generoso con quienes cobija. La posibilidad y deseo de regresar a Venezuela sigue vigente y allí guardamos nuestros puestos totalmente pagados en el Cementerio de La Guairita. Sin embargo, comprobamos con tristeza que nuestros hijos y nietos -como muchos otros- han ido construyendo una vida fuera de nuestra patria y observan en forma crítica a una oposición que no ha estado a la altura, por lo cual el interés y el compromiso con Venezuela va decreciendo. Nosotros -con pasaportes irremediablemente vencidos- nos mantenemos activos en la resistencia internacional a través de la organización de la diáspora, la formación de opinión y cuantos otros medios puedan estar a nuestro alcance.
La esperanza de un futuro promisor no se desvanece, pero el cuadro que hoy presenta Venezuela no luce como que su desenlace favorable pueda ser visto por quienes ya estamos decididamente con el sol a nuestras espaldas. Créame, amable lector, que es triste.
En resumen, todo lo que pudimos ser, hacer, construir y acumular se lo debemos a Venezuela y por eso proclamamos a todo pulmón ¡Gracias, Venezuela!
@apsalgueiro1