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¡Gracias a Dios que Maduro ya no es el enemigo a vencer!

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El desarrollo de los acontecimientos delinea perfectamente que la ecuación matemática, política, social y económica que ha desarrollado el sector oficialista, bajo la tutela de sus asesores cubanos y de otras nacionalidades, no ha tenido un resultado favorable para pensar o siquiera soñar que pueden continuar en el poder.

Un modelo propuesto y aceptado por los venezolanos en su momento por una acción que prometió reivindicar a los desposeídos llamada revolución, que mutó en el tiempo al famoso modelo socialista del siglo XXI que a la vista y sentir de todos los venezolanos y el mundo fracasó. La caída sostenida del capital político que ostentaban en el pasado es hoy en día una minoría, lo que con mucho poder mediático buscan desesperadamente ocultar.

Cada uno de los venezolanos conoce perfectamente la situación. La cotidianidad es sinónimo de rebusque o el emprendimiento promovido y sugerido por el Estado, pero perseguido por sus instituciones. El valiente y necesitado emprendedor sirve de instrumento para alimentar la voracidad fiscal y depravación de uniformados que como todo ciudadano debe rebuscarse.

El colapso absoluto de la economía doméstica, la inmoralidad de las principales figuras que mal gobiernan el país en los diferentes niveles de poder y la desasistencia del Estado a toda población llevaron a la ruina política al PSUV y sus aliados de siempre, quienes a pesar de esta realidad a través de sus desmoralizadas y enclenques estructuras continúan  presionando con mayor control y ensañamiento a sus pocos seguidores y a los empleados públicos que son movilizados y marcados como el ganado para obligarlos asistir a cada evento que busca mostrar un respaldo que no tienen y perdieron hace tiempo ya.

Un modelo en las condiciones políticas que se encuentra, con los resultados desastrosos, cuestionables y nocivos para la república, si sus líderes aferrados al poder tuvieran un pensamiento humanista, como dicen tenerlo y un amor por el pueblo como dicen sentirlo, deberían reconocer el mal que han generado, la pobreza que han sembrado y la caducidad y prescripción de todas sus propuestas y promesas no complidas, todo esto ejecutado premeditadamente bajo un ambiente de corrupción abismal e incuantificable, desarrollado en cada una de las etapas, sin excepción, de la era revolucionaria, catalogada como el fraude más grande, obsceno e impune, de toda la historia del país, del continente y algunos expertos aseguran que del mundo.

Venezuela declarada en emergencia humanitaria pero también política ha dado los primeros pasos para generar la transición hacia un cambio de modelo, bajo un nuevo liderazgo que tiene el compromiso de interpretar el pensamiento de la gente en todos los rincones del país y determinar y atacar los enemigos a vencer, que ya no son un Nicolás  Maduro acorralado con solo 7% de respaldo y su partido PSUV con 12% de aceptación, cifras porcentuales que continúan decreciendo y que muestran claramente que no todos los psuvistas apoyan a Maduro, marcando una desaprobación dentro de sus filas del hasta ahora candidato oficialista, que no cuenta ni con la totalidad de lo que queda del PSUV.

El desmantelado Polo Patriótico compuesto por una decena de partidos, unos judicializados, otros secuestrados y subordinados, no son ninguna fortaleza como aliados del PSUV. Ni siquiera son medidos en las encuestas por la insignificancia numérica, por lo que tampoco representan un problema para la unidad nacional.

Con relación a la fuerza armada, bastión de la revolución bolivariana, es público y notorio que los altos mandos mantienen una lealtad al régimen. Todos comparten el poder y coparon la burocrática e ineficiente administración pública; además, gozan de verdaderos privilegios que con detenimiento observan los cuadros medios que les toca escoger entre la institucionalidad o la lealtad revolucionaria, realidad en la que finalmente son muy pocos los escogidos, pero el resto son ciudadanos también ejerciendo el rebusque y el emprendimiento. La gran mayoría, pese a algunos de los beneficios que gozan, no muy representativos tampoco, igualmente esperan un cambio para obtener mejores condiciones de vida que les permita garantizarse un retiro digno y apuestan a la reinstitucionalización del país.

En estos tiempos de mengua son más las debilidades del régimen que las fortalezas. A mi criterio, los enemigos que habrá que vencer son: la desconfianza, la desesperanza, la manipulación, el sectarismo y el perverso dominio partidista representado en la cogollocracia, el centralismo y el caudillismo.

La desconfianza sembrada por los medios y de redes sociales en poder o control del régimen vendiendo permanentemente que son inderrotables debe tener una política informativa permanente con elementos fehacientes y convincentes, en voz de hombres y mujeres calificados y moralmente reconocidos, de que es todo lo contrario, que están derrotados y desde hace tiempo. Un empleado público, un jubilado, pensionado o dependiente de las dádivas del Estado no puede ni debe ser chantajeable, cuando estamos a menos de un año de una elección presidencial que el oficialismo tiene perdida y no tiene posibilidad alguna de recuperarse numéricamente para enfrentar con éxito este proceso electoral de 2024.

La esperanza comienza a nacer en los venezolanos, pero hay que abonarla con elementos y ofertas futuras con mucha responsabilidad y optimismo. En el entendido de que quienes hoy ejercen el poder han hecho todo lo contrario, han sembrado el pesimismo bajo sus políticas de control social y manipulación de la verdad. El sentir del pueblo secuestrado y humillado espera palabras de aliento y acciones de inclusión para empoderarse como actores del cambio. No solo los políticos pueden hablar de cobrar un triunfo, el pueblo también espera lo mismo, espera a corto y mediano plazo ser sinceramente reivindicado ante tanto daño, vejaciones y secuestro absoluto de sus derechos constitucionales y ante la oferta engañosa calificada por muchos como estafa sin precedentes que significa el socialismo del siglo XXI para Venezuela y el mundo.

Los partidos políticos oficialistas y de las oposiciones en Venezuela en su mayoría perdieron credibilidad, se encuentran en grandes dificultades. No se puede fundamentar la unidad nacional en estructuras viciadas que operan como entes de control social que coartan el libre desempeño del ciudadano, que acorralan a la sociedad obligándolos a acatar lineamientos retrógrados e inconvenientes para el interés nacional, que manipulan a conveniencia de grupúsculos que atienden a intereses mezquinos y particulares. La revolución planteó el partido y el pensamiento único y no pudo imponerlo ni en sus mejores momentos, nadie puede tratar de repetir esa historia. La pluralidad está sembrada en los movimientos, fundaciones, asociaciones civiles, ONG, gremios e individualidades, esparcidos por todo el territorio nacional, que desean ser parte de la liberación del país de las garras lacerantes del régimen, pero también de la partidocracia centralista ineficaz, corrupta, fallida y controladora por décadas de la sociedad venezolana. El éxito de un proyecto político que restablezca el bienestar a los venezolanos y recupere la soberanía nacional está en el respeto a las regiones, a la consulta permanente a los ciudadanos sobre los temas importantes y trascendentales y al manejo férreo de imponer en este golpeado y sitiado país como nuevo modelo de Estado la descentralización del poder. El mejor ejemplo de que transitaremos este deseado camino estará en el diseño y puesta en práctica de nuevos mecanismos de integración que rompan paradigmas y se deslinden del pasado. La sociedad debe estar presente y ser protagonista en la conformación de las estructuras electorales para controlar la voracidad y manipulación de los partidos. Debe obligatoria y necesariamente formar parte en la toma de decisiones futuras en un programa definitivo de gobierno.

Un nuevo pacto social está en puerta y en él debemos estar y vernos todos representados, inclusive los que en principio no lo respalden pero que en el futuro se beneficiarán del reencuentro real y sincero de todos, para sacar el país adelante y dejar atrás la tragedia que se generó en las últimas 2 décadas, que serán el punto de partida para reconocer las bondades que aún nos brinda nuestro país, al que convertiremos y exaltaremos como una tierra de gracia donde cabemos y progresaremos todos.

La división lograda por el oficialismo en gran parte de los partidos políticos de oposición si es un enemigo. Produce una gran distorsión en la cultura política del país y en la mente de muchos venezolanos. Se debe crear una estrategia y darle gran difusión para aclararle a quienes aún están confundidos cuáles son los factores que juegan deliberadamente en contra de la unidad del pueblo venezolano. La descomposición ética y moral en el ejercicio de la política ha puesto a los partidos de mayor tradición en el país y a muchos dirigentes visibles al servicio de la división

El enemigo a vencer no es Maduro y el riesgo que pudiera existir para lograr su salida son las conductas inducidas con premeditación por todos los modelos políticos que han gobernado a Venezuela, que por generaciones asumimos nosotros mismos como modelos a venerar, defender, seguir o repetir. El éxito de lograr la transición y transformación real del país está en manos de cada uno de nosotros. Debemos entender que es real el secuestro y la degradación que sufren los partidos y la necesidad de apartarse momentáneamente de ellos para atender el direccionamiento que se genere de la unidad nacional que marcará progresivamente el camino que hay que seguir. Es lo que se espera del liderazgo emergente que encabeza y lidera María Corina Machado, a quien debemos reconocerle que tiene en sus manos todo el peso de lograr deponer al régimen por la vía electoral, por lo que cada uno de los venezolanos debe ayudarle y atenderle con confianza en su estrategia y responsable dirección, demostrada en los logros tangibles ya capitalizados que moralizan el sentimiento y anhelo de los venezolanos.

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