Este 21 de junio próximo pasado, Carora –esa tan especial y admirada ciudad venezolana- reanudó su feria ganadera, agropecuaria, industrial y artesanal en el Parque Ferial Teodoro Herrera tras 8 años de su última edición.
Los antecedentes son patéticos. El régimen anterior no solo abandonó la feria, sino que desatendió el parque ferial hasta que éste alcanzó condiciones supinas de abandono. Es con el reciente cambio en la dirección de la alcaldía que la transformación florece.
En Carora –capital del municipio Torres (que ocupa 53% del área del estado Lara)- habitan regularmente 125.000 personas, cuya cifra aumenta los primeros días de cada semana por la visita –como población flotante- de 40.000 personas de las zonas aledañas para comerciar, apertrecharse e intercambiar.
Al conocer de la celebración de la feria, contacté a mi amigo, compañero de colegio y de la universidad y hermano por elección. Se trata de Luis Bernardo Meléndez Gutiérrez, caroreño, ganadero gracias a las enseñanzas de su padre a quien tuve el placer y honor de conocer y abogado de los buenos. Buena gente buena, sin duda alguna. De las mejores gentes.
Luis Bernardo fue durante muchos años –y sigue siéndolo- un fiel defensor de Carora, de sus tradiciones y de la ganadería bovina (creo que su actividad como gremialista y luchador templario de Carora lleva más de 39 años y sigue contando). Y he aquí de seguidas un resumen de lo que me relató.
Pasaron 8 años sin que se celebrara la feria; feria que es la vitrina del municipio más grande del estado Lara. Y esta –la feria de 2022- marca un antes y un después. Es la feria centenaria.
Vencieron el mito de la guerra de clases, de la división entre conciudadanos y de sectores de la sociedad civil. Aquí se agruparon todos los sectores imaginables que vibran en Carora: los ganaderos bovinos, los ovinos, los caprinos, los productores agrícolas, los artesanos, los comerciantes al por mayor y al detal, los industriales, los agentes de turismo, aquellos que laboran en el sector de la gastronomía y de los servicios alimenticios, los propietarios de posadas y alojamientos, los institutos de educación. Luis Bernardo me repetía con convicción: “Es que ante lo que nos esperaba, de no producirse un cambio, todos estábamos en igualdad de condiciones: desaparecer por mengua”.
Su frase me recordó una imagen que tengo de la entrada de los rusos a Berlín en la II Guerra Mundial en abril y mayo de 1945: ante la salvajada rusa arrasando con todo, ¿Qué diferencia hace a los ojos de las tropas rusas si un habitante de Berlín fue aristócrata de la era de la República de Weimar o anterior a ella, o un pobre de solemnidad o un nazi? En aquel momento, las clases desaparecieron porque cualquiera –sin distingo- era ajusticiado. La población en general entendió que todos se encontraban en área de los intereses legítimos comunes: la supervivencia.
Y eso, apartando las circunstancias, fue lo que sucedió en Carora: ¿qué diferencia hace nuestro origen si todos caemos en la desgracia de la inequidad?
En tres meses, la sociedad civil de Carora se organizó. Sin liderazgos ambiciosos, sin presunciones, sin atrevimientos, sin condiciones, sin intercambios ni favores. La feria de Carora les conviene a todos y con ese entusiasmo se unieron en colaboración. ¡Colaboración fue la insignia y la enseña que guio las voluntades de la sociedad en general! La población permanente y la flotante encontraron un nicho de desarrollo y se volcaron a explotarlo.
Pero, atención, tres meses de aglutinamiento de voluntades, de acuerdos, preparación, reparación y limpieza -reversión de la destrucción del régimen anterior- fueron más que suficientes para revertir el abandono y lograr un resultado excelente.
Ese 21 de junio, 60% de la población de Carora se lanzó a las calles y a los balcones. La cabalgata inaugural se midió en 5 kilómetros, cerca de 52 carrozas y 300 caballos desfilaron a lo largo de las calles caroreñas representando con alegría su actividad. ¡Créanme que la logística para convocar tal número de carrozas y de caballos es descomunal!
Unión, civismo, entusiasmo, prosperidad, entendimiento, colaboración; todo desbordó en Carora.
El primer día se calcularon 60.000 personas en sus calles. 25.000 personas ingresaron al parque ferial y de allí, en adelante, se contabilizaron 15.000 personas diariamente durante los restantes días de la feria. Y eso durante el día, porque la alegría continuaba durante la noche; oportunidad propicia para la música, el baile, la declamación, la junta con los familiares y amigos… en paz.
El secreto: unión, colaboración y ferviente deseo de extender el área de los intereses legítimos comunes desde aquellos intereses más básicos hasta las fronteras del bienestar común; sin ideologías, sin coerción, sin símbolos autocráticos.
Reporte de la feria: Incidentes, cero. Accidentes, cero.
Gracias Carora. Tú y tu gente son mucho más de lo que merecemos. ¡Seguid el ejemplo que Carora dio!
Dios guarde a V. E. muchos años.
@Nash_Axelrod