Los maquilladores del izquierdismo son expertos en términos ornamentales, para distraer y blanquear regímenes sangrientos como el venezolano.
La situación actual no admite adornos: se ha consolidado un golpe de Estado. Es decir, se ha suspendido la norma constitucional; se consolida la usurpación violenta por el gobierno en todas las instituciones, que decididamente han asumido su papel de golpistas y son “los amos de la vida y de la muerte “.
Kelsen señaló: “golpe de Estado es una acción radicalmente ilegal, ya que al romper la Constitución invalida todas las leyes existentes”.
Tampoco existen golpes “más o menos”. Es un claro asalto, que transgrede el ordenamiento jurídico y político, utilizando la violencia a gran escala, cuyos autores están plenamente identificados, como grupo homogéneo, unidos por un cordón delincuencial. Se retratan: el Poder Ejecutivo, el Electoral, el Legislativo, el Judicial, la Fiscalía y la Fuerza Armada. Esa es la foto de la infamia, donde se dibuja la anulación del componente republicano de la división de poderes.
Esta situación es producto de “la violencia política que genera la desesperación de ser actor minoritario” en todos los estamentos de la sociedad. Para su desgracia, es una equivocada apreciación de la realidad y las equivocaciones se pagan. Ha sucedido con 97% de los golpistas de los siglos XX y XXI, a los cuales la justicia les alcanzó. Tarde o temprano los actores de ese reparto tendrán que responder.
Las características de todo golpe de Estado ofrecen situaciones peculiares. Por ejemplo, en la dimensión económica debe incorporarse un poderoso ingrediente -señalado con detalles en opiniones anteriores-, es la presencia del narcotráfico mundial, participando activamente en la consolidación de este acto, junto al grueso del terrorismo global. Son importantes algunos señalamientos:
Los países del hemisferio serán igualmente perjudicados; sus actuaciones expansivas -sin freno alguno- terminarán vulnerando la institucionalidad y los soportes sociales. Estados Unidos es la principal víctima, es objetivo del narcotráfico destruir sus cimientos democráticos.
Estos golpistas no son ni de izquierda ni de derecha. Son agentes mundiales del mal. Agentes de corporaciones criminales multinacionales, saqueadores de nuestras riquezas, capaces de distorsionar el sistema económico, mediante el lavado de dinero -mezclado al presupuesto nacional- siendo el Banco Central la caja fuerte para estos planes desestabilizadores. No es cualquier enemigo. El poder real reside en el narcotráfico y el terrorismo a escala global.
El golpe de Estado vulneró las columnas fundamentales del derecho: en el país no existe debido proceso, derecho a la defensa, la garantía de imparcialidad de los jueces, mientras la represión y la tortura supera con creces las cometidas por Pinochet en 1973, siendo la más alta del presente siglo: 2.400 presos políticos y casi 30 asesinatos de manos de los paramilitares, dirigidos por los traficantes ya señalados. Se han vulnerado todos los valores constitucionales, derribando el principio democrático del Estado de Derecho. Es la jungla judicial, sin apego alguno a la decencia.
Como todo golpe de Estado, se impone el pensamiento dogmático para convertirnos en una sociedad homogénea. Sin libertad de expresión e imposición de los mandatos de los cárteles bajo los acuerdos de autoprotección y reparto de territorios, mediante el rigor y la postura de la fuerza; persecución a la crítica y cierre de cientos de medios e intervención de las redes sociales.
Esta deriva disparatada del chavismo, con todo el poder en sus manos, tiene un problema: han perdido el pueblo y la voluntad de cambio no la frena nadie.