Lamentablemente, se está cumpliendo lo que muchas personas expresaban de que “es una dictadura y no entregarán el poder por los votos”; fehacientemente, se cumplen las palabras de sus voceros principales: “Ni por las buenas ni por las malas, si gana la oposición habrá un baño de sangre”. La dictadura advertía que no entregaría el poder. Entonces ¿por qué surge el llamado a elecciones?
Muy sencillo, las dictaduras suelen hacer esto para darse un hálito de amplitud y faz democrática. Eso sí, elecciones bajo su estricto control. En Venezuela estas condiciones se dan: control absoluto del órgano electoral rector, del tribunal electoral, el gobierno decide quién puede ser candidato, inhabilitación de líderes opositores, presión a los medios de comunicación social para que no den información sobre eventos de la oposición, persecución a dirigentes políticos opositores, sociales y sindicales, acusarlos penalmente de terroristas o crímenes inventados de intento de magnicidio, uso de los recursos del Estado para la campaña del candidato oficial y empleo de la fuerza pública para atemorizar a la población, en especial, dirigiendo sus ataques contra la masa opositora.
He leído algunos artículos en El Nacional y en otros medios que se habla que lo ocurrido con el desconocimiento de los resultados electorales constituye un golpe de Estado. Efectivamente, es válido afirmar que hay un golpe de Estado, coincido con Miguel Henrique, quien dice: “Ha habido un golpe de Estado. El origen es muy claro porque el beneficiario es quien ocupa el poder en el país”. No obstante, creo que estas elecciones han desenmascarado que en Venezuela se había dado un golpe de Estado, no clásico, sino el llamado “golpe en escala”.
En la literatura más conocida sobre este tema, el libro Técnica del golpo di Stato (Curzio Malaparte), no se encuentra esta categoría de golpe en escala. No es propiamente un autogolpe, es un golpe de Estado contra la institucionalidad, contra la Constitución y las leyes. Se empezó a gestar, abiertamente, en diciembre de 2015 con la elección de los magistrados “exprés”, se concreta con el desconocimiento de los diputados del estado Amazonas, además, el cerco puesto a la Asamblea Nacional impidiendo el ejercicio de sus funciones constitucionales.
A partir de ese momento empezó a materializarse un golpe de Estado escalonado. Derrumbó el Estado de Derecho y estableció su propio ordenamiento jurídico anulando a la Asamblea Nacional con mayoría opositora, así, de acuerdo con la literatura política, también hay golpe de Estado cuando el propio gobierno atenta contra el Estado para cambiar las reglas a su favor y perpetuarse en el poder. El golpe de Estado también puede darse en el momento en que un poder del Estado intenta o derroca los otros poderes, así lo realizó Maduro y el TSJ, convocando la elección amañada de la Asamblea Nacional Constituyente. Maduro se autoelige en elecciones viciadas no democráticas, la respuesta de la oposición fue solamente de considerarlo un usurpador, sin batallar que se trataba de un golpe de Estado.
La banda oligarca del madurismo no iba a perder los privilegios del poder. A través del ejercicio se han enriquecido y han conformado una clase autócrata. El seguimiento de la realidad les mostraba la inmensa crisis socio-económica que padecía el país y que iba generando un rechazo ascendente contra el régimen. Por otra parte, la presión internacional y la necesidad de vincularse en los mercados petroleros y financieros le exigían un comportamiento democrático. Por esto, convocaron a elecciones presidenciales que se celebrarían bajo su estricto control. Persiguieron a los periodistas y acosaron a los medios, intervinieron a los partidos opositores y los cedieron a mercenarios, inhabilitaron a quienes podían hacerle sombra, designaron a los candidatos opositores quienes hacían coro del espíritu democrático del régimen. Eran unas elecciones a su gusto, con dominio total.
Pero el régimen no midió el cansancio del pueblo, no evaluó el gigantesco rechazo a sus políticas y el inmenso deseo de cambio. Esta coyuntura la capitalizó MCM, quien, con perseverancia, coherencia en discurso y conexión con el pueblo, representó para el pueblo venezolano la esperanza. En efecto, el pueblo se volcó a votar por EGU y en forma aplastante derrotó al gobierno. La dictadura no iba a ceder, ya no se trataba de tomar el poder, ya el golpe de Estado lo había realizado, ahora se trataba de darle un golpe de Estado a la soberanía popular, esto es, desde el mismo Estado desconocer que la soberanía reside en el pueblo.
Es risible, por lo cínico, el discurso de Padrino López, quien afirma que el golpe de Estado ha sido “fraguado nuevamente por estos factores fascistas de la derecha extremista apoyados por supuesto por los factores imperiales”. Es lo clásico que el ladrón para escabullirse grite “allá va el ladrón”. No dude usted, junto con la cúpula de generales avaladores del golpe de Estado escalonado, junto a Maduro y sus secuaces, han cometido crímenes juzgables en la CPI. Este crimen electoral entra en el ámbito de nuevos derechos por los daños morales y psicológicos que afectan al pueblo, específicamente en su derecho fundamental a elegir.
Rodrigo Rivera Morales es doctor en Derecho Constitucional y Derecho Procesal.
Correo: [email protected]
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