Una elección sin condiciones fue el detonante que provocó la salida del poder de Evo Morales, gobernante autoritario que quería ser eterno en el poder. El pasado 18 de octubre, a pesar de haber sido suspendidas tres veces las elecciones -con exiliados y perseguidos- el pueblo se volcó a votar, lo que ratifica que el sufragio, sin duda alguna, es la respuesta más efectiva.
Si tomamos como punto de partida que los bolivianos reaccionaron frente al autoritarismo con visos de totalitarismo de Evo Morales y Jeanine Áñez, aunque algunos prefieran decir alegremente que los votantes de tal o cual sector no aprenden, que los “indígenas” son unos “brutos”; así como aquí llaman “colaboracionistas”, “vendidos”, “alacranes”, etc, a quienes estamos claros en cuál es la ruta para ir acumulando la fuerza necesaria y poder salir en el mediano plazo del peor gobierno que hayamos tenido en la historia de nuestra Venezuela.
La gente tuvo tiempo para comparar gestiones y para bien o para mal, prefirieron el modelo Evo Morales. Demás está decir que ese modelo es muy distinto al de Chávez-Maduro.
En principio, la terquedad y soberbia de los factores de oposición le ofreció la mejor oportunidad al MAS de alcanzar nuevamente el poder. Por otro lado, es innegable el impacto del liderazgo de Morales, sumado a que la economía durante su período, creció.
Además, el incumplimiento por parte de Jeanine Áñez, que faltó a su palabra, aun cuando se haya retirado después. Luis Camacho -factor principal en la salida de Evo- tampoco entendió que no era su momento.
En fin, un año le fue suficiente al pueblo de Bolivia para entender que con el MAS estarían mejor, y muestra de ello, el crecimiento electoral que tuvo, donde no solo le dan una paliza al candidato Carlos Mesa al prácticamente duplicarlo en votos, sino que aun yendo toda la oposición unida de igual manera ganaba cómodamente en primera vuelta el presidente Luis Arce.
Pero es a la vez un aprendizaje para Evo también, ya que se demostró que no era necesario violar el resultado del referéndum para mantenerse en el poder.
La lección de Bolivia es clara: los procesos están por encima de las personas y Morales también debe aprender de esa lección.
El pueblo de Bolivia dio una clara demostración, al participar masivamente en el proceso electoral. Una prueba más de que no hay mejor garantía que una avalancha de votos.
Estas elecciones dieron la posibilidad de ponerle un parao al personalismo de Evo, y aunque vuelve a triunfar el partido de Morales, pero no la reelección indefenida y antidemocrática. Lección tanto para la oposición, como para el oficialismo venezolano.
¿Habrá entendido Evo Morales que la supervivencia de su legado pasa por consolidar su fuerza política más allá de su figura? ¿Habrá aprendido la oposición que si no trabaja para conformar una alternativa sólida, plural, democrática le será difícil regresar al poder?
Bolivia se reencontró con las urnas, como indicio para que vuelva a tener un gobierno democrático.
Bolivia el año pasado significó el ejemplo de cambio para un sector de la oposición venezolana. Bolivia este año sigue siendo un ejemplo de cómo no puedes gobernar con exclusión y venganza, porque los sectores amenazados prefieren aplicar “malo conocido que bueno por conocer”
Aquí se empeña un sector en decir que «tu voto no decide». La pregunta es: ¿cómo pueden saberlo antes de las elecciones? Asimismo, dicen que «votar convalida el fraude». Cuando la realidad es: ¿cómo saben que habrá fraude si la elección no ha ocurrido?
Sencillamente, los que repiten “fraude” no saben de qué se trata. Para cantar un fraude se tiene que cumplir el ejercicio de participación en una contienda, recabar las pruebas probatorias. No podemos dejar que sigan destruyendo con un instrumento ciego llamado: ignorancia.
Un sector que se abstiene hasta de pensar, y que solo repite clichés y prejuicios que ha admitido sin examinar y sin contrastarlos con las realidades, cuya atención descuida.
Insisto, ¿cómo es que “dictadura no sale con votos” pero si con consulta? En resumidas cuentas que me digan cómo se prueba un fraude electoral sin participar, y que no hemos podido probar participando.
Esa tesis de entregarle todas las «farsas electorales» al madurismo carece de lógica y sentido común.
Son los mismos que ni siquiera admiten que el chavismo fue mayoría en Venezuela y que el masismo, demostrado está, hoy sigue siendo mayoría en Bolivia. Tampoco asimilan el hecho de que la oposición, siendo mayoría en nuestro país, vote y se comporte como tal. En resumen, el extremismo es así: “expertos” en política exterior, pero cuando hay que decidir una estrategia en nuestro país, ni siquiera se ponen de acuerdo sobre el lugar donde van a convocar a una protesta.
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