Recibo el segundo libro que publica en Venezuela Francisco Velázquez López, secretario general del CLAD, con el título Gobernanza iberoamericana: para cambiar la administración pública. Me complace por muchas razones, además de su contenido del cual pasaremos revista más adelante, pero fundamentalmente porque en su tiempo como representante de un organismo tan importante como es el CLAD, Francisco se ha dedicado a contribuir a que este ente intergubernamental se destaque por su excelencia profesional, su contribución a las administraciones públicas, siempre bajo el signo de que estas sean eficientes, no ideologizadas, adaptadas a los nuevos retos como la tecnología de la información y ahora el gran desafío, la inteligencia artificial. Por otra arte, este sevillano, politólogo, hombre de la burocracia española que ejerció una carrera dentro del Estado alcanzando importantes cargos, percibió desde que asumió su responsabilidad aquí en Caracas, con la cualidad del diplomático y del académico experimentado, entender que el reto que le otorgaron los países miembros de dirigir ese organismo lo obligaba a dejar huella en la institución, trabajar con y para todos los países miembros independientemente de las visiones ideológicas de sus gobiernos, dejar conocimiento y hacer reflexiones permanentes con la academia, burócratas e intelectuales sobre las herramientas necesarias para una burocracia eficiente, adaptable y fundamentalmente respetuosa del ciudadano.

Los dos libros que ha publicado aquí en Caracas, producto de la disciplinada pluma que mantuvo durante años con las entregas cada quince días en el diario El Nacional de Venezuela, le permitió compartir una línea de pensamiento constante y reflexiva, con estilo propio, muchas veces irónico y prudente sobre los desmadres en algunas administraciones públicas de nuestro continente y quiénes son sus responsables. No duda en reiterar la importancia del respeto al ser humano, sobre todo en los cambios de administración. Considera un error la mala costumbre en nuestros países de que cada vez que cambia una administración se cambien los funcionarios como si no tuvieran experiencia o derecho a seguir contribuyendo con su país.

Recuerdo que siempre me decía, por ejemplo, que como director del CLAD, consecuente con sus principios, no se le había ocurrido despedir a nadie por la sencilla razón de ser gente con experiencia y capacidades, además, por ser ciudadanos del país sede se les debían las consideraciones, toda vez que su entrega al organismo y especialmente en una época nada fácil para ejercer un cargo, en un país en crisis, sumado a ello la pandemia que perturbó la rutina y la manera de desarrollar actividades. Velázquez resaltó al CLAD en muchos países de la región, con una agenda intensa que da muestra de la aguda actividad y programación de la institución. Ha usado los medios debidamente, no para proyectarse, mas sí para destacar la ardua labor desarrollada con su equipo profesional. Francisco es de esos personajes que no necesita el cargo para lucirse. Tiene su brillo propio. Por ello, si hay algo más que deba reconocérsele es su disciplina, producción intelectual y por su don de gente.

Descrito el personaje, resaltemos su pensamiento en esta última entrega de doscientas páginas, editado por el CLAD  y con un excelente prólogo de Carlos Ramió, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España. Nos afirma el autor que, sin duda, la pandemia generó  desconfianza en la ciudadanía sobre la capacidad de respuesta de los sistemas de salud. Débiles y sin capacidad de alertas tempranas ante situaciones de esa naturaleza. El autor es de la corriente de pensamiento que considera que los estados pequeños hay que fortalecerlos, tienen poca capacidad para enfrentar coyunturas globales como lo fue la pandemia del COVID. Lo afirma con la premisa según la cual “Estados débiles es igual a servicios públicos deficientes”. Por otra parte, resalta la idea descrita anteriormente en el sentido de que la función publica debe estar formada por profesionales seleccionados  por mérito y capacidad. Las políticas públicas deben ser de Estado y que trasciendan. La transparencia es deseable y los políticos deben actuar en consecuencia. Afirma que la política dirige la administración pública, pero debe auspiciar estructuras permanentes que ejecuten las políticas a través de profesionales técnicamente preparados y siempre bajo la cooperación entre políticos y altos funcionarios técnicos.

Me gusta esta frase según la cual el mejor trámite  es el que no existe. Es una clara alusión a los países que motivan la tramitología, que al final no es otra que la generación de corrupción y desconfianza. Nos narra en su texto sobre la la innovación y la administración virtual. En ese sentido afirma que “  la aparición  de actividades innovadoras y disruptivas, así como la extensión de las respuesta asincrónica de las administraciones publicas a la demanda ciudadana, lo que supone un colosal  avance de adaptación  a la cuarta revolución industrial “. Señala, igualmente, que la Inteligencia artificial es una herramienta que cambia la naturaleza de la discrecionalidad  humana dentro de la burocracia y la propia estructura  burocrática.

Entre tantas otras reflexiones hace un llamado a gobiernos más orientados al ciudadano, más cimentados en redes. Aspira a unas administraciones publicas honestas, innovadoras, transparentes y eficientes. En fin, el profesor Velásquez nos deja pensamiento y visión. La gobernanza en nuestra región requiere de esta línea de pensamiento. Pronto terminará   su mandato , pero seguiremos leyendo y escuchando de este señor de España que conoció el exilio, que como afirma el prologuista es un templario, académico y guerrero, que “posee una sabia y británica ironía que es lubricante necesario e imprescindible para que un reformista e innovador  del ámbito publico pueda sobrevivir”.

En lo que respecta a este articulista, cuya amistad ha sido una fortuna, me alegra que haya sido consecuente con los países que le dieron tan importante responsabilidad como ha sido dirigir e innovar en el CLAD, que la huella de su talento la siga expresando en un medio tan sentido para muchos venezolanos como es el El Nacional y que como corolario  de su amable dedicatoria en el libro en comento, en donde escribe: ”Para Oscar, amigo diplomático que me ayudó a conocer Venezuela y a soportar la pandemia paseando por el Parque del Este”, le reafirmo que, aunque su amada España lo espera, aquí en Venezuela contará siempre con nuestra amistad y afecto, así como nuestro agradecimiento por enaltecer, con su ejemplo, la estirpe del buen servidor público.


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