Es pertinente acotar con el mayor énfasis con que me sea posible
hacerlo: el programa narrativo de Sainz Borgo en esta su “ópera prima
narrativa” lleva la impronta sobresaliente de la total y absoluta
madurez expresiva. La inobjetable potencia discursiva de la sintaxis
poética del “ars narrativo” de la autora se explicita con inocultable
capacidad de seducción lingüística dando cuenta de un singular
registro de lo real social; narra sin escrúpulos falsamente morales
las evanescentes e inaprehensibles empiricidades fácticas de una
pastosa realidad que hiere y lastima al lector que antes de ser lector
es sufriente ciudadano que habita y padece un deplorable mundo
alucinante. Una conmovedora escena que narra con lujo de detalles
descriptivos un entierro de un malandro a cargo de una nutrida
pandilla de motorizados malvivientes atapuzados hasta el culo de
marihuana y ron blanco de mala calidad trancan una arteria vial de la
ciudad y celebran un insólito aquelarre en torno al féretro que
contiene el cadáver del compinche de los bajos fondos y del mal vivir
que perfectamente pudieran conformar las tenebrosas brigadas armadas
de choque político, denominados “Motorizados de la Patria” auspiciadas
por la “revolución” del “Comandante Presidente”. Una niña chicuela que
no alcanza a tener tan siquiera los 12 años baila y se tongonea
moviendo procazmente su pelvis al ritmo de un vulgar y sicalíptico
reguetón cuya letra reza: “tumba la casa mami, tu-tumba la casa mami…”
«Tumba-la-casa-mami, pero que tu-tumba-la-casa-mami; tumba-la
casa-mami, pero que tu-tumba-la-casa-mami», recitaba aquel
reguetón que cargaba el ambiente de un vapor aún más denso.
Nunca un sepulcro tuvo tan ardiente reclamo.” La autora narra con
tal fuerza lo que su torrente imaginativo le dicta desde el fondo sin
fondo de su inagotable novela/río que tal pareciera que el lector
estuviera asistiendo a la proyección de un incesante travelling de una
película de increíble factura surrealista.
He de confesar sin ambages de ninguna índole que leyendo con inaudita
fruición esta extraordinaria construcción novelesca mi asombro se
acrecienta proporcionalmente en la medida que leo cada página que me
eleva a cimas de paroxísticas excelsitudes valoraciones estéticas. Las
tupidas tramas anecdóticas pluricéntricas tejidas con un zurcido de
excepcional maestría toma por asalto las más sensibles casamatas de la
conciencia estética del lector para no soltarlo más hasta la última
página.
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