«No se hace un país diferente con gente indiferente», una frase que cabe a la perfección para nuestra amada Venezuela que atraviesa uno de sus peores momentos, para no decir que es el peor, en su historia republicana. Una mal llamada y tergiversada perversamente «revolución» llegó al gobierno y sumergió a todo un país a una profunda crisis política, económica y social por más de 22 años, sin dejar atrás la fulgurante polarización de toda la ciudadanía venezolana. Otro logro más «Hecho en Socialismo».
Son millones los testimonios negativos que nos encontramos en la calle, en reuniones o en cualquier sitio donde podamos estar porque este país carece de absolutamente todo para no ser repetitivo. Pero al parecer existe un logro más que ha conseguido este régimen y se llama: la indiferencia. Una indiferencia que creció como un virus en la sociedad y la ha llevado a estar en los más altos niveles de conformismo y desmotivación. Una apatía que raya en la más cruel indiferencia ante una situación aplastante que puede llegar a triplicarse.
Este régimen de facto trató de criminalizar la protesta, le colocó el sinónimo de «guarimba» a las actividades pacíficas de calle y peor aún, llamó radicales, anárquicos, apátridas o violentos a los que se apegaban a los derechos de la Constitución o cualquiera que se les oponga. Trató de desanimar y desesperanzar a todos los venezolanos para así borrar de nuestra memoria las gloriosas notas del Himno Nacional que dicen: «Gloria al bravo pueblo». ¿Y saben qué? ¡Lo lograron! y bajo la mirada indiferente de muchos.
«No le tengo miedo al gas de las bombas sino al gas de la indiferencia de nuestra gente» porque existe una inmensurable sed de cambio que agobia a toda la ciudadanía y cada segundo que pasa se incrementa más y más. ¿Qué hacer? Ya conocemos muy bien los problemas, nadie nos puede decir qué pasa en Venezuela porque los problemas los padecemos muchos, pues son unos pocos quienes gozan de privilegios, pero ¿realmente queremos conseguir una solución?
Todos los hogares, conversaciones y reuniones familiares o de amistades se han convertido en simples y frustradas «charlitas terapéuticas» donde reinan las quejas, críticas y un ir y venir de ideas pero sin llegar a un plan de acción para buscar o lograr el cambio. Da la ligera impresión de que la mayoría de los conciudadanos se acostumbró de tal manera que ya parece un encanto. Una barbaridad incomparable, una realidad rechazable. Nos habituamos a una inflación exageradamente alta que socava nuestro poder adquisitivo, a importar bienes y servicios que hace unos años producíamos, a no exigir respuesta inmediata a los gobernantes ―respaldados en la Constitución y las leyes― sobre el destino del dinero público y los recursos que pertenecen a todos, exigirle inflexiblemente resolver los problemas graves en materia alimentaria, de salud y seguridad que cada día que pasa agobian aún más a la colectividad, porque es más fácil decir y alegar «Venezuela se arregló».
Se podría decir que, ningún trabajador, empresario, docente, profesional o político puede dejar una huella significativa en nuestra historia sin su desprecio al conformismo y mucho menos sin un equipo de hombres y mujeres que aborrezcan este flagelo y abracen el progreso, la innovación y la superación permanente. Lamentablemente, por la indiferencia de muchos venezolanos, nuestra economía, política y sistema social están en crisis desde sus cimientos; no es algo coyuntural, ya es algo que se ha arraigado en el tejido social de nuestro país pues la anti política hoy es voraz e implacable, ¿Mentira? Pues hoy en día participa solo un pequeño porcentaje de ciudadanos, ya que muy pocas personas se involucran en iniciativas para mejorar a la sociedad y contribuir a la erradicación de la pobreza y otros males sociales que se han vuelto difíciles de eliminar mas no imposibles de superar, pero para eso se necesita conciencia, integrarse y la voluntad de todos. Pareciera ser que la indiferencia y otros males se apoderaron de muchos venezolanos. Es más «honorable» surgir y avanzar como persona «adorando» antivalores como la vida fácil, la corrupción, despreocupándose de los problemas y esperando que vecinos, amigos, familiares o el Estado los resuelvan por nosotros.
«Lo único que cae del cielo es el agua», una frase que tiene que hacernos reflexionar. No esperes que otros hagan el cambio, has el cambio que los otros esperan. Si queremos un cambio tenemos que empezar a cambiar nosotros mismos ya que el poder para hacerlo reside en nuestro interior. Hay quienes nos rehusamos a desmayar, hay quienes nos negamos a hacer maletas y partir a costas extranjeras, hay quienes no nos rendimos y seguimos manteniendo ardiendo la llama de nuestra fe y de nuestra esperanza con más intensidad.
¿Has sido víctima del hampa? ¿Se te ha ido algún familiar o amigo por la situación del país? ¿No consigues alimentos ni medicinas? ¿No consigues repuestos para tu vehículo? ¿No te alcanza el dinero? Y muchísimas preguntas más, pero la respuesta es una sola: sal de tu casa, motiva a tu entorno, inclúyete en las actividades, protesta porque es tu derecho, alza tu voz, y sé parte de la historia.
Tenemos que entender como sociedad que el cambio que tanto queremos, necesitamos y anhelamos, solo podremos lograrlo trabajando juntos, con esfuerzo, dedicación, compromiso, constancia, en resistencia. Que juntos podemos hacer y llegar a realizar grandes cambios. Que juntos podremos hacer posible lo que muchos creen imposible. Pero siempre recordando y llevando como norte esa primera palabra: JUNTOS, porque este país de todos lo hacemos todos.
@JorgeFSambrano
#RendirseNoEsUnaOpcion