Ser artista y llegar a la excelencia no es fácil. En una presentación que disfruté en Miami, mi amigo Gilberto Santa Rosa se elevó a una dimensión que lo coloca entre los más grandes. ¿Por qué digo esto? Jamás porque sea su amiga, y casi hermana, por así decidirlo, de su esposa Alexandra Malagón. Ni porque admiro su caballerosidad (me sorprendió cuando nos chocamos en un avión de Puerto Rico a Miami, hace muchos años). De ahí que le llamen “el caballero de la salsa”.
Gilberto es un excelente anfitrión y ama a los perros más que yo. Es solidario y posee una gran calidad humana. Eso me hizo admirarlo al conocerle más. Pero el show último me dejó loca. Y yo exijo mucho para decir esto de un artista.
Con un ritmo endiablado, no hay momento ni para respirar. Gilberto te lleva de la alegría a las lágrimas. Disfrutas sus canciones más viejas, pero que siguen en los corazones y en la memoria de sus fans. Y las nuevas nos dejan impactados.
Este show fue muy especial. A mi modo de ver, el mejor del caballero de la salsa. Hay mucha ternura en sus boleros. Toma canciones, como la de mi compatriota Manuel Jiménez, y la interpreta de modo diferente a los grandes que la grabaron. Me quedé anonadada: “El reloj de cuerda suspendido, / el teléfono desconectado, / en una mesa dos copas de vino… / y a la noche se le fue la mano. / Si pudiera contar todo lo que se sentí / no quedó un lugar que no anduviera en ti, /Besos, ternura, qué derroche de amor, cuanta locura…”.
Su interpretación no tuvo desperdicios. Antes había sido cantada por Julio Iglesias y Ana Belén, y transformada por Juan Luis Guerra. No quiero establecer comparaciones, pero la interpretación de Gilberto es diferente, fresca, única. Y si hay un cantante que improvise mejor que él, lo quiero conocer.
He ido a la mayoría de sus shows, y siempre comparte de forma respetuosa y dadivosa con otros cantantes, a quienes trata de forma hermosa, nunca tratando de brillar más que ellos. En este disfrutamos, entre otros, a nuestra Yolandita Monje, a la que extrañábamos en un escenario.
Como dijo mi esposo, el Dr. Álvaro Skupin: “Gilberto no se cansa de mejorar”. Me siento orgullosa de que un latino brille así. Mi amada Borinquen también lo debe disfrutar. Por favor, no dejemos que pasen los años sin hacer sentir a este hijo de Puerto Rico como lo que ya es: alguien que está en la historia como uno de los grandes. Gracias por lo que nos das, Gilberto. Qué Dios te cuide y bendiga.