El comunismo es incansable en su labor de minar la institucionalidad democrática para llegar al poder, y una vez arriba a este, lo retiene sin miramientos de ninguna especie. El fin justifica todos los medios, incluidos el terrorismo, la tortura, asesinatos en masa, narcotráfico y en efecto, lo que sea para mantenerse en el poder. La principal limitación de la democracia en su lucha frente al comunismo es la necesidad imperiosa de mantenerse en la legalidad, lo cual hace que la lucha sea muy desigual en favor de los comunistas, pero hay muchas limitaciones peores.
El error fatal de los demócratas frente al comunismo es el pánico a hablar claro, a decir las cosas por su nombre, caemos en la neolengua de los comunistas y aceptamos sin chistar sus reglas gramaticales y su discurso eufemístico. Para comenzar, no se les dice comunistas a los comunistas, se aceptan sus disfraces: progresistas, reformadores, cualquier cosa menos comunista. Paralelo a esto, se aceptan sus falacias doctrinales sobre el origen del conflicto político, sus supuestos loables objetivos (libertad, igualdad, paz). Finalmente, cuando logran imponer una seudolegitimidad, se la acata como si fuese en realidad legítima.
Todo esto se comprueba cabalmente en la lucha ideológica actual en América Latina; pero en verdad no hay tal lucha, pues a los demócratas les da pena enfrentar ideológicamente al comunismo. Para comenzar, la culebra se mata por la cabeza y esta es Cuba; sin embargo, ningún gobierno americano se atreve a enfrentar a Cuba; por el contrario, la mayoría le rinde pleitesía, unos pocos callan hipócritamente y los poquísimos que logran zafarse del miedo paralizante (Trump, Bolsonaro) se conforman con retórica o medidas parciales, pero no van a la médula de la lucha, la cual debe ser lograr la eliminación de la tiranía castrocomunista.
En su lucha contra la democracia Cuba ha utilizado tres estrategias básicas; las guerrillas, el narcotráfico y la paz. En el caso colombiano, ellas no se han sucedido cronológicamente, sino que se han solapado. Así, hoy tenemos guerrillas (FARC, ELN, EPL), narcotráfico (de estas y en cooperación con otros carteles) y la estrategia de venderse como propulsores de paz. Todas estas estrategias han sido históricamente aceptadas por los demócratas al no enfrentarlas agresiva y frontalmente, pero se ha agravado con la implementación milimétrica del acuerdo de entrega del país a las FARC. Digo que se ha agravado por las siguientes razones:
- No existe una visión geopolítica de la lucha ideológica, el Estado está sin municiones ideológicas al no aceptar que no se está enfrentando a un enemigo local, sino a uno continental: el Foro de Sao Paulo.
- Al aceptar la estrategia de paz del comunismo, se está inclinando ante un poderoso rival y doblegándose ante su avasallante ataque a la legitimidad democrática.
- Al aceptar sin contratacarla la cooptación de las instituciones del Estado y de la sociedad civil, finalmente se está desarmando en la lucha contra la nueva versión ideológica del comunismo: el marxismo cultural.
Todo esto se ve nítidamente en la implementación sin ninguna reforma del acuerdo Santos-Timo por parte del actual gobierno. ¿Qué significado tiene tal implementación?
- Se desconoce la voluntad popular expresada en el rechazo al acuerdo en el plebiscito de 2016.
- Al hacer esto se convalida la instauración de la dictadura del farcsantismo, la cual nos gobierna ilegal e ilegítimamente.
- Esta convalidación conlleva a que las FARC gocen de impunidad, elegibilidad y continúen en los negocios ilícitos.
- Peor aún, se validan espantosos precedentes de ilegalidad como los crímenes con supuesta justificación política (bajo cuál razón legítima el narcotráfico es un delito político), el secuestro y violación de menores, y un largo etcétera que da dolor enumerar.
- Se fortalece la dictadura del farcsantismo al aceptar la inclusión del acuerdo en el bloque de constitucionalidad, de manera pues que se ha instituido una nueva Constitución, impuesta por los comunistas en La Habana, rechazada por el pueblo e instituida sin seguir ninguna de las normas de adopción o reforma constitucional.
- Se acepta la dictadura de los jueces, ahora bajo la forma de putrefactos carteles, incluida la no separación de poderes, pues el judicial legisla y hasta interfiere en la labor ejecutiva del Estado.
- Aún peor, se acepta una justicia especial, creada por y para las FARC, por decisión de 3 individuos representantes del comunismo internacional y miembros de unos de los más peligrosos grupos terroristas a nivel mundial (ETA, Tupamaros, Sendero Luminoso).
- Se acepta la acción ilegal de grupos terroristas camuflados de protesta social, ante las órdenes dadas a las Fuerzas Militares y de la policía, de no enfrentar tales malhechores cobijados en el acuerdo de marras.
- Se convalida la explotación de las víctimas al aceptar que las FARC no cumplan con los requisitos de reparación, verdad y no repetición.
- Se permite la burla al pueblo de las FARC y sus narcocortes, al dejar que los narcoterroristas sigan actuando en la ilegalidad impunemente.
- Se permite la acción de grupos terroristas extranjeros (Hezbolá, colectivos chavistas) impunemente en el territorio nacional.
En conclusión, la implementación del acuerdo de entrega del país a las FARC consolida la acción geopolítica del narcoterrorismo, al permitir que el Foro de Sao Paulo realice su estrategia de minado de la institucionalidad democrática, con el agravante de que esto se hace por medio de la permanencia de una dictadura ilegal e ilegítima. Las tenazas del Foro de Sao Paulo se activan por doquier en el continente, y no hay la necesaria alianza democrática antinarcoterrorismo. De continuarse en esa vía, no solamente serán Venezuela y Colombia los Estados narcoterroristas, sino todo el continente el que será dominado por el narcoterrorismo comunista dirigido desde Cuba.