En nuestro show Desiguales, de Univisión, hablamos sobre la llamada “generación de vidrio”. Yo primera vez que oía eso. Es, supuestamente, la forma actual en que criamos a los niños. Se supone que antes éramos más fuertes y le poníamos castigos y reglas. Y, ahora, lo que está de moda es dejarles hacer lo que les da la gana. Entonces, los niños protestan muy fácilmente, quieren que los dejen libres.
“Si quieren tocar cosas y romperlas, esa es una manera de aprender”, se dice ahora. Sin embargo, estoy totalmente en desacuerdo. No sé quién se inventó la generación de vidrio, pero está equivocado.
Al niño que crece sin reglas, y haciendo lo que le da la gana, le irá muy mal en la vida. Todo ser humano tiene que obedecer reglas y aceptar que, en algunos momentos (o muchos), no podrá hacer lo que quiera. Quienes lo hacen son delincuentes, personas sin reglas que se acostumbraron a cumplir su santísima voluntad, sin respetar a los demás.
Este tipo de gente tendrá muchos problemas, porque la vida real no es así. La vida enseña, a fuerza de problemas, que hay que respetar a los padres, a la policía, a las leyes de un país. Si no, usted terminará preso y, a la larga, nadie va a querer estar a su lado. Se convertirá en un ser que solo piensa en usted mismo, odioso y egoísta.
Por tanto, es terrible no poner reglas y límites a un niño. Si las malas conductas se dejan crecer, es como echar espagueti en agua caliente.
¿Cómo se debe disciplinar de acuerdo con la edad? No es lo mismo un niño de cinco años que otro de dos, o un joven adolescente. Son disciplinas distintas.
Un niño pequeño necesita reglas claras que entienda. Y siempre explicarle los por qué. Mi hija Estefanía, cuando era pequeña, se enamoró de una figura de cristal, muy cara, que yo tenía en una mesa a la que llegaba con dos años. Se pasaba horas mirándola —y mirándome a mí—, porque sabía que no debía tocarla. Y así se iba llorando hasta que entendió el mensaje.
El niño debe saber que hay cosas que no puede tocar. Ni en su casa ni en casa ajena. No solo porque las puede romper, sino también porque puede ser peligroso. Si es un cuchillo, “no, eso no se hace”. Y se le explica el por qué: “Te puede hacer daño, cortarte y sangrar. Si hay que llevarte a la clínica y coserte, eso duele”. Entonces, el niño entiende que esa conducta tiene consecuencias. Usted debe hacerlo siempre, no un día sí y otro no.
Hay que ser constantes y firmes. No es maltratar al niño, ni insultarlo, sino actuar con firmeza. Si usted empieza a decir “no”, pero se harta y luego dice “sí”, ese niño jamás hará lo que debe y se convertirá en alguien molesto para los demás.