El mundo que recibimos por herencia de nuestros padres y sociedades ha sometido a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, a pruebas que nuestros ancestros no tuvieron que enfrentar. No quiere decir que ellos no tuvieron sus propias luchas y confrontaciones, pero la temporada que trascurre, obliga a sus actores a pensar sobreponerse y desarrollar habilidades y maneras que no resultaron necesarios en otros contextos. La productividad y especificidad se mide de formas diversas y el ingenio, resulta un pilar que en combinación con la notable sagacidad se enfrenta a todo. Los protagonistas tanto jóvenes como adultos de este tiempo, requieren adaptabilidad extrema y elasticidad de pensamiento y acción, para sobrevivir a las demandas y entornos al ritmo de los cambios.
Un período de observación en un entorno de alta capacitación, repleto de personas hambrientas de soluciones y oportunidades de integración, me inspiró a pensar en la caracterización de una generación de amplio rango etario, pero con un mismo sentir de crecimiento, progreso e inclusión. En el entendido, que el saber, el hacer y el tener deben coordinarse en una bioproductividad efectiva que satisfaga a todos los actores intervinientes. Admiraba cuan fértil sería una gran generación descrita de tal manera, coordinada en síncrona efectividad y asíncrona afectividad, donde a tiempo y fuera de tiempo, se viva y avance en los objetivos propuestos.
Los especialistas en estudios sociales me corregirán, pero desde una mente joven asocio una generación así como la muestra ideal de una sociedad saludable, donde lejos de ser perfecta seria sostenible, ya que sus individuos generarían un ambiente propicio para el crecimiento y formación de nuevos individuos, resilientes y con múltiples capacidades. En dicho ambiente, las productividades deberían ser medidas y analizadas no solo por productos tangibles, sino también por capacidad de servicio, persistencia vivaz, audacia y homogeneidad del ser. Cuánta pereza se cuantifica en la adaptación conformista, o qué fuerza subyace en la confrontación asertiva, preguntas difíciles de responder y por supuesto incuantificables con números reales.
Bienaventurado el que observa y aprende, porque más que pasividad hay paciencia, la cual es un ingrediente confeso de una vida de análisis, dominio propio y trabajo personal. Un mundo rico refleja complejidad, una práctica nueva presenta error, pero un corazón presto irradia amor. Autenticidad y libertad pueden ser pilares para las aportaciones de los sujetos en una generación fértil, donde se reconozca la potencialidad de forma tan nivelada como la experiencia. Todo esto es posible bajo la premisa de temporalidad vital que nos proporcionan nuestros cuerpos y mentes en constante transformación. Anexo mis pensamientos como quien escribe en papel, con la curvatura propia de una mano inclinada y una caligrafía descuidada, producto de la pasión que embriaga, ante las ventanas gigantes que se abren por ojos melánicos.
@alelinssey20
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