Los que hayan tenido estómago para ver las imágenes del rescate de la joven venezolana después de haber sido violada por Irineo Humberto Garzón Martínez y leer su testimonio deben coincidir en que este hombre merece el castigo de la justicia. No cabe duda de su delito, fue detenido en flagrancia.
Sin embargo, el violador está libre y eso ha despertado la indignación de los venezolanos, pero también de muchos argentinos porque se trata de un crimen horrendo, hecho con premeditación. Garzón se aprovechó de la necesidad de la muchacha, que lo que buscaba era un modo de ganarse la vida en un país extraño al que tuvo que emigrar con su familia para escapar de la tragedia de Venezuela.
Podrá sonar a lugar común, pero en el fondo de la cadena de hechos, el régimen venezolano es también culpable de lo que le pasó a la venezolana, porque si ella hubiera tenido oportunidad de trabajar y vivir en su país, no se hubiera encontrado con este monstruo.
En este momento el mundo entero se escandaliza por lo que le pasó a ella con toda razón. Y los venezolanos esperan que se haga justicia y que el violador pague por su crimen. Pero ¿cuántos inmigrantes venezolanos se han visto en situaciones parecidas? ¿Cuántos reciben insultos a diario o son vejados, golpeados y humillados? Y la prueba es que en este momento países de la región preparan a sus militares para contener el paso de los caminantes por sus fronteras.
Qué terrible desgracia la de los inmigrantes venezolanos, que huyen de su país en el que les violan diariamente los derechos humanos y estar expuestos a que en cualquier otro lugar les ocurra exactamente lo mismo. Por eso organizaciones como Amnistía Internacional apelan a la sensatez y piden que esas barreras militares de contención sean retiradas.
Los países hermanos latinoamericanos han tenido que lidiar con este fenómeno migratorio, eso se entiende. Pero los venezolanos tienen años pidiendo auxilio, porque el régimen hizo tan bien su trabajo que si se quedan, la necesidad de supervivencia no les deja exigir elecciones generales libres y justas.
Por eso es que cuando a una joven venezolana le pasa algo tan grave como una violación, al final la culpa es del régimen que le hizo imposible la vida en su patria. Es verdad que aberrados sexuales hay en todas partes, pero la sensación de indefensión en un país extraño es ya bastante dolorosa para encima ser víctima de este crimen.
Lo deseable es que ya ningún venezolano tenga que lanzarse a la aventura de dejar su hogar y sus afectos. Lo deseable es que puedan contar con la protección de un verdadero Estado que les garantice el derecho a la comida, a la educación, al trabajo, en fin, que respete su vida.