Finalmente, después de 3 intentos y una muy reñida contienda electoral, el temido izquierdista y exguerrillero Gustavo Petro se hizo de la presidencia de Colombia. Muchas lecciones por aprender de las élites políticas tradicionales de América Latina a las que les cuesta salir de sus esquemas hasta que son irreversiblemente castigadas por una población desesperada y decepcionada. Con el debido irrespeto, como hubiera podido haber dicho Cantinflas, que un atolondrado empresario como Rodolfo Hernández haya superado la votación de un político con trayectoria y preparación como Fico Gutiérrez habla por sí solo.
Una vez conocidos los resultados a escasas horas del cierre de las mesas electorales y después de una campaña rapaz comicial, la victoria de Petro fue reconocida por todos los sectores políticos y sociales colombianos, incluyendo sus más feroces adversarios. Una buena señal de civilidad democrática e institucionalidad.
Pero el temor de un importante sector de la población colombiana no se disipa, las especulaciones sobre los extremos a los cuales llegará Petro en sus políticas socialistas siguen en el ambiente y solo podrán disiparse o confirmarse con el tiempo. Como en toda la región y allende los mares, ese temor es alimentado por la experiencia venezolana, que se resume más o menos en la idea de que no hay por qué creer en su discurso anti- Maduro y distanciado del socialismo, que fue una mera estrategia electoral y que lo más seguro es que Colombia se termine convirtiendo en otra Venezuela que nadie quería creer que iba a terminar como otra Cuba.
Tampoco convencen los muy serios análisis que indican que aunque Petro quisiera instaurar un gobierno socialista no podría hacerlo debido a su limitada influencia en los otros poderes políticos, así como en las fuerzas armadas colombianas, e incluso por las conminaciones de la economía.
Sin pretender internarme en un análisis sobre el futuro político colombiano y solo como observadora del espectro político regional, acoto que el único gobierno de los denominados de izquierda que se propuso poner en práctica el modelo cubano fue el de Hugo Chávez y su sucesor Maduro. Los otros países que han girado en esa órbita, el Brasil de Lula y Dilma, la Bolivia de Evo Morales y compañía, el Ecuador de Correa, la Argentina peronista, el Uruguay del Frente Amplio, el México de AMLO, y hasta el Perú de Castillo, con matices, han mantenido una retórica izquierdista y una solidaridad regional, pero en materia de política económica interna no se distanciaron de la economía de mercado, así como en el respeto a las nociones elementales de la democracia y muchos de ellos prosperaron en alguna medida, paradójicamente gracias al oro venezolano aportado por Chávez. Incluso Nicaragua mantuvo ese esquema hasta que al priorizar mantenerse dictatorialmente en el poder perdió muchas inversiones especialmente norteamericanas..
El triunfo de Petro también genera muchas interrogantes e inquietudes para el continente y en especial para Venezuela. ¿Cómo se va a ubicar en ese entorno regional, que vuelve a girar hacia la izquierda? ¿Se ubicará en la órbita Fernández-López Obrador de desconocer las graves violaciones de la democracia y los derechos humanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua, o en la de Boric que reclama mayor democracia? ¿Será posible acercar posiciones con Estados Unidos para seguir haciendo mayor presión por la democracia regional? ¿Influirá este triunfo en la disposición del gobierno de Maduro a negociar o por el contrario lo envalentonarä?
Por lo pronto, habrá un cambio radical con el ya anunciado reconocimiento del gobierno de Maduro que ojalá no implique un cambio en la solidaria política migratoria desarrollada por Duque. ¿Pero este reconocimiento de Maduro impide una política de acercamiento entre la oposición venezolana y el gobierno de Petro?
Con lo desorientada que se encuentra la oposición, ausente de los problemas nacionales y entretenida en proponer candidatos para las primarias, que no se dignó ni siquiera a hacer un reclamo por el violento atentado contra Guaidó, quien contra viento y marea es el único que se oye en el territorio nacional; ¿quién le pondrá el cascabel al gato y podrá elaborar una política coherente en esta materia, sin preocuparse por las reacciones que se generarán en la cloaca de las redes sociales?
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