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Ganó Milei: ¿adónde va Argentina?

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Meses atrás, la pregunta reiterada sobre el futuro argentino era: ¿puede Javier Milei ser presidente? Finalmente conocemos la respuesta. Sí, pudo. Disipada la incógnita, surgen nuevos interrogantes, relacionados con el desempeño del nuevo gobierno, sus desafíos ante retos mayúsculos, la capacidad de resistencia de la democracia y sus instituciones y la evolución de las fuerzas políticas, que lentamente se van reacomodando tras el duro golpe recibido.

La economía será la madre de todas las batallas. La coyuntura reclama un duro plan de ajuste, un reto similar para cualquier candidato, con independencia del camino escogido para acabar con la actual sangría. Durante la campaña, Milei fue muy agresivo en torno a lo que consideraba dos remedios esenciales: dolarizar y cerrar el Banco Central. Una vez conocido parte de su equipo económico queda claro que ninguna de las dos medidas será de aplicación inmediata, si algún día se ejecutan. En su lugar hay otras urgencias: la inflación, la sobre emisión monetaria, la unificación de los tipos de cambio (dólar), la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros acreedores privados y la reducción de la pobreza.

Deberá implementar un duro plan de ajuste, que, de algún modo, remite a Carlos Menem y a su “operación sin anestesia”. Para ordenar las cuentas habría que recortar el gasto en más de 15 puntos del PIB, reduciendo numerosos subsidios de los que depende la supervivencia de mucha gente, lo que suena muy radical. La mayoría se opone a recortar planes sociales, ayudas al transporte y energía, o cualquier otra forma de auxilio para afrontar situaciones apuradas. Si Milei avanza por esta senda podrá encontrarse pronto violentos estallidos sociales. La opción del kirchnerismo sería responder a estas medidas para, desde la protesta, reconstruir su poder político y su respaldo social.

Sin duda, habrá un ajuste duro, aunque lo importante es saber cuáles serán los sectores afectados, los ganadores y perdedores, el nivel de resistencia y los potenciales apoyos a favor y en contra. El equipo del presidente en funciones ya habló de suspender la obra pública y cortar los aportes a las empresas del estado que, como Aerolíneas Argentinas, implican una sangría multimillonaria de dólares.

La disminución del número de ministerios, de dieciocho a ocho, o el recorte de funcionarios y asesores, serán retoques cosméticos. Pero, para un presidente que se reivindica liberal, reducir el protagonismo estatal será crucial para dejar su huella. Ahora bien, no partirá de cero al recibir un país con sólidas instituciones democráticas. La transición, pese al tiempo acotado entre la segunda vuelta y el inicio del nuevo gobierno, ha comenzado de forma ordenada y es de esperar que el relevo siga en la misma tónica, comenzando por el acto protocolario de traspaso del mando.

Los nombramientos ya realizados para los niveles de mayor responsabilidad (ministros, segundos y terceros escalones de la Administración) dejan lugar a un cierto optimismo. Algunos de los protagonistas más radicales que acompañaron inicialmente a Milei han sido desplazados o están siendo relevados por otros más moderados, muchos provenientes del macrismo o con experiencia política. Esto ha ocurrido en el área económica y también en seguridad y defensa, inicialmente a cargo de la vicepresidenta electa Victoria Villarruel, de un sesgo más autoritario y que reivindica lo actuado por los militares durante la dictadura.

Como ya se señaló en esta Ventana, la gobernabilidad será esencial. De ahí la importancia de alianzas y pactos, con quién y cómo se negocie, ¿con radicales, con peronistas, con los dos? La identidad del presidente de la Cámara de Diputados marcará la tónica, dada la situación minoritaria en el Parlamento de La Libertad Avanza (LLA). Aquí emergen con luz propia los gobernadores provinciales. El mapa de distribución del poder territorial se modificó profundamente tras las elecciones del último año, que mermaron el poder provincial del peronismo, con todo lo que esto implica.

¿Cuál será el futuro del peronismo y del radicalismo? Complicado responderlo cuando recién comienzan los ajustes y reacomodamientos. El rumbo del gobierno será esencial para disipar las dudas. Con todo, la pregunta más acuciante afecta al peronismo, dada la magnitud de su derrota y su falta de liderazgo y al futuro del kirchnerismo en su interior. En tanto Cristina Fernández se desdibuja, pese a querer retener importantes cuotas de poder, no asoma nadie capaz de regenerar al que durante décadas fue el movimiento político hegemónico. Ni siquiera Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, está en condiciones, pese a ser un discípulo aventajado de la vicepresidenta. Entre otras cosas, su peronismo es escasamente creíble.

El 56% cosechado en las elecciones le da a Milei una gran base de legitimidad y capacidad de iniciativa, al menos inicialmente. De su habilidad y acierto en los próximos meses dependerá el resultado final. No será una tarea fácil y deberá caminar al borde del precipicio, con posibilidades reales de desbarrancarse. El éxito o el fracaso de su gestión marcará no sólo a su proyecto político sino también el futuro de Argentina y de su gente. En relación con esto último, sería deseable que la suerte lo acompañe.

Artículo publicado en el Periódico de España

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