Un régimen democrático no se valora sólo por el hecho de convocar elecciones sino por la claridad de sus resultados, que pueden ser la ratificación del partido o partidos gobernantes o la derrota electoral. En consecuencia, el elemento más importante es el funcionamiento de las instituciones y entre estas, la institución electoral. Es decir, el resultado electoral comprobable universalmente.
La situación de Venezuela hace enrojecer a los regímenes de izquierda democrática de América Latina y por supuesto de Europa. La izquierda chilena, después de la dictadura de Pinochet ha ganado y perdido elecciones y por tanto ha asumido el gobierno o ha pasado a la oposición. Igual situación es predicable del Justicialismo argentino, del Partido del Trabajo en Brasil, del Frente Amplio en Uruguay o de los partidos de México. El caso de Colombia es distinto porque en las últimas décadas nunca había sido la izquierda la ganadora.
En todos estos países, los partidos de izquierda se declaran demócratas y al asumir la alternancia, cuando pierden las elecciones demuestran sus profundas convicciones democráticas que, por cierto, los ciudadanos de sus países alaban. En cierto modo, la derrota electoral es el momento adecuado para la renovación de los dirigentes que normalmente, a excepción del veterano sindicalista Lula da Silva, pasan al retiro o al desempeño de labores de colaboración subordinada. Los ciudadanos lo agradecen y los partidos se fortalecen por cuanto se aprovecha la oportunidad para cambiar propuestas, dirigentes y formas de hacer la política, dado el fracaso obtenido.
Pero cuando las convicciones democráticas no son profundas, se mantienen los liderazgos por décadas, se otorgan poderes extraordinarios a los estamentos militares y policiales, se modifican las constituciones y, en fin, se alteran las reglas del juego para permanecer en el poder.
En el dominó, probablemente el juego de mesa más popular de Venezuela, el ganador coloca la última ficha, mientras los demás esperan para poder colocar las suyas, suele dar un pequeño golpe en la mesa con la ficha agraciada que coincide con la puntuación exigida en una y a veces en ambas esquinas que forman las fichas en la mesa. Lo mismo ocurre en el póker donde el ganador debe enseñar sus cartas para ganar la mano y recibir el premio correspondiente.
En el juego democrático, las elecciones se pierden o ganan después del recuento de los votos recogidos en las correspondientes actas, ya sean estas de carácter tecnológico, mediante sistemas informáticos o de carácter manual con recogida de firmas de los miembros de las mesas electorales. Los instrumentos manuales o tecnológicos han de ser transparentes y conocidos normalmente en las horas inmediatamente posteriores a la votación. El recurso al hackeo desde Macedonia del Norte, cuya localización en el mapa no es fácil, es francamente exótico y le hubiera extrañado hasta a Alejandro Magno.
De lo que se trata es del respeto a las reglas de la democracia que tiene en las elecciones el basamento esencial. Si no se respetan los resultados o se dificulta la realización de elecciones con igualdad de oportunidades para todos los candidatos, estamos jugando sucio o, por continuar con el símil, con las cartas marcadas.
Algunos analistas destacan que no se conocía en las últimas decenas de años una actitud tan descaradamente antidemocrática: dificultad para la actividad electoral, prohibición de candidatos opositores, ocultación de resultados, persecución de las protestas… En otros lugares —Brasil, Chile, Colombia y Estados Unidos— la democracia está triunfando. (Michael Albertus 2024).
La reacción de las democracias occidentales ha sido unánime exigiendo las pruebas de los resultados electorales. Las actas que pide la oposición y que el gobierno no ha dado a conocer parecen expresar una amplia mayoría opositora de apoyo al candidato Edmundo González, ya reconocido por algunos gobiernos.
No obstante, tantos años de gobierno “rojillo” justifican según los altos dignatarios de la izquierda latinoamericana diálogo y negociación que esperamos que pronto sea una realidad para garantía de la democracia venezolana, ejemplo para América desde los tiempos de Rómulo Betancourt. En marcha está la mediación de Brasil, acompañado por Colombia y México, que seguramente será el arranque de la normalización democrática en el país que durante décadas fue la referencia en el continente americano del funcionamiento de una democracia moderna.
@velazquezfj1