En septiembre de 1990 fui víctima de secuestro por parte del narcotraficante Pablo Escobar. Ocho meses encadenado a una cama y cada noche me dormía sin saber si amanecería vivo, cada día me levantaba sin saber si era mi último día. Sobreviví de milagro, gracias a la Virgen, la verdad, quien me ha protegido, pero por eso tengo toda la autoridad para escribir lo que voy a escribir.
Es más, siempre fui coherente con lo que hice, pues ese secuestro me llevó a crear País Libre, la fundación que luchaba contra ese crimen y que las otras ONG de derechos humanos despreciaban porque decían era una fundación de los ricos, lo que no era cierto, lo que además implicaba que los derechos humanos de los ricos no importaban, algo que hoy se ve y se siente con el secuestro de cientos de israelíes en Gaza.
Desde País Libre promovimos una ley de iniciativa popular que obligaba a las familias de los secuestrados a cooperar con las autoridades bajo pena de congelación de bienes. Y cuando como vicepresidente me tocó debatir el tema del canje de Ingrid, los americanos y unos militares y policías por guerrilleros encarcelados siempre me opuse. Yo era el único que se oponía porque siempre pensé en las víctimas del futuro. Siempre pensaba en el incentivo que tendrían los secuestradores para secuestrar y luego canjear por otros presos en un círculo vicioso interminable. A Dios gracias no se tuvo que despejar territorio ni se dio el canje, en el que hasta Hugo Chávez estaba interesado, obviamente, y se rescataron tanto este grupo de secuestrados como otros más adelante.
Por eso me duele el alma y el corazón ver lo que pasa en Gaza, donde unos terroristas asesinos, despiadados que solo merecen la cárcel y el infierno, ganan con cada secuestrado que liberan. Hasta la Cruz Roja se presta para estos intercambios macabros, que de humanitarios no tienen nada, ya que solo van a dejar más muertos y más secuestrados en el futuro. Hamás gana reconocimiento entre los palestinos y más de uno ya está dispuesto a inmolarse para acabar con Israel, que es lo que quieren, nada menos. Y claro, la Cruz Roja irá a rescatar a los muertos o a los nuevos secuestrados en una operación tan séptica como lo que desecha el cuerpo todos los días.
Ya vimos cómo en las principales universidades americanas, las de 70.000 dólares al año, Harvard y Yale entre ellas, los estudiantes hoy pueden odiar, ser antisemitas y expresarlo con toda tranquilidad –casi que con la complacencia de sus directivas–. Y cómo aquellos que expresan su opinión contraria son suspendidos y hostigados, como si esos derechos humanos fueran menos importantes, volvemos a lo de País Libre.
Y lo de los medios en general da vergüenza. Cómo celebran cada liberación sin pensar en los que quedan, sin contar el dolor de los demás. Sin poner este negocio inmundo en un contexto frente a los que quedan secuestrados y frente a los secuestradores, depredadores que aún tienen niños y ancianos en sus manos. La verdad el manejo de CNN o NYT del tema es idéntico al de la Cruz Roja, participo de este negocio inmundo pero no me ensucio las manos. Da vergüenza, y en mi caso siendo víctima de este delito en circunstancias similares, me provoca vomitar leer o ver lo que veo y leo. Deshumanizan a la víctima, humanizan al victimario y crean el incentivo o para que esto se repita en el Medio Oriente y les aseguro en otros lugares del mundo.
¿Un grupo terrorista quiere poner en los ojos del mundo su reivindicación? Cometa un horror como el de Hamás y secuestre cientos de personas sin discriminar edad, sexo, discapacidad, nada, y verá cómo todo el mundo corre a visibilizar sus objetivos, y no los sangrientos hechos que llevaron a este evento.
Pareciera que el horror que Hamás cometió el pasado 7 de octubre hubiera quedado atrás. Ahora estamos en el negocio de intercambio de seres humanos, unos apresados pero con seguridad de su vida por unos niños y unos ancianos indefensos. Y todo es igual. No. Hamás puso en riesgo a todos los palestinos de Gaza con su acción violenta y es el responsable de la respuesta.
Lo de Colombia igual. Recuerdo el ELN como gran cosa en el acuerdo de Maguncia en 1997, aceptar no secuestrar menores ni ancianos. Cosa que ni siquiera cumplieron pues hoy lo hacen. Y con el argumento de la paz total secuestran a cero costo. El “error” como le dijo el ELN al secuestro del papá de Luis Díaz, don Mane, no ha tenido mayores consecuencias, pero lo cierto es que un diálogo con secuestradores es inaceptable. Toca volver a movilizar a la ciudadanía porque una paz así, como la que ya se dio con las Farc, sería un desastre como fue el proceso de Santos.
¿No vamos a aprender la lección del pasado proceso de paz? Santos dejó una Farc empoderada políticamente –armada y desarmada– y a un ELN creciendo al otro lado de la frontera con un gobierno que los protege y que fue respaldado por Colombia en aras de esa mal llamada ‘paz’. Y para lograr el acuerdo desmontó la lucha antidrogas dándole a esos grupos criminales el espacio para crecer. Esa paz de ambición no se puede repetir ahora como una paz de activismo o ideológica.
A este perro, como dice el dicho, no lo pueden capar dos veces. Santos ya lo hizo una vez, incluso desechando una decisión plebiscitaria. De todos depende que no vuelva a suceder. Si nos quedamos quietos, alisten lo que sabemos pues ahí volvemos a caer.
Artículo publicado en La Silla Rota
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