El viernes 19 de abril, los diez partidos que conforman la oposición venezolana celebraron un cónclave para resolver su futuro electoral. En él dejaron de lado las profundas divisiones que la han caracterizado y concluyeron un acuerdo para presentar un candidato único. Finalmente hubo fumata blanca y el elegido fue Edmundo González Urrutia, un diplomático prestigioso, pero desconocido por la mayoría de los venezolanos.
En su día, tras la inhabilitación de María Corina Machado y al veto a Corina Yoris, González Urrutia fue inscrito como candidato de transición. Pese a sus resistencias iniciales, fue capaz de atraer buena parte del apoyo opositor, razón por la cual terminó aceptando el gran desafío personal y político que supone la nominación.
Hacer oposición en Venezuela es un milagro, dada la fuerte represión que ha supuesto que decenas de activistas terminaran exiliados o recluidos en las mazmorras del régimen, junto con severas restricciones para financiarse. Esta vez fue posible ir un paso más allá en la carrera de obstáculos planeada por Maduro, cuya máxima aspiración sería elegir personalmente a los opositores que deberían enfrentarlo.
En esta ocasión, de cara al 28 de julio, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) debía apostar por la vía electoral o sucumbir al deseo de los sectores más radicales de seguir la estrategia suicida de abstenerse y boicotear las urnas. Todo en medio de acusaciones cruzadas, donde unos son talibanes de la política y otros cómplices del chavismo. Obviamente, al gobierno le resultaría funcional que los sectores mayoritarios de la oposición, que en esta ocasión apoyan a María Corina Machado, arrojaran la toalla.
La reunión de la PUD fue alentadora, partiendo de la presencia de dos de los máximos pesos pesados de la oposición: María Corina Machado, la triunfadora en las elecciones primarias de octubre, y Manuel Rosales, gobernador del estado de Zulia y presidente del partido Un Nuevo Tiempo (UNT). En un gesto insólito, y prácticamente sobre la bocina, los asistentes postergaron sus diferencias y apoyaron una candidatura unitaria. Sin embargo, se ha entrado en un terreno resbaladizo. La pelota está en el tejado gubernamental y, desde ya, cualquier cosa es posible.
El cónclave había sido precedido de un llamado a la oposición formulado por diversas figuras públicas, para que ésta, de forma responsable, se mantenga en la senda electoral. Esto implicaba competir con un candidato único, participando “efectivamente en la elección” y movilizando al electorado. El llamamiento lo hizo un potente grupo de diversas personalidades, destacando rectores de universidades y decanos de sus facultades, miembros de las academias nacionales, representantes de la sociedad civil, dignatarios de las distintas iglesias, dirigentes empresariales y sindicales, intelectuales, analistas políticos y económicos y líderes regionales.
Según Luis Vicente León, presidente de Datanalisis, el resultado ha sido muy importante, ya que “el verdadero peligro electoral” para Maduro es la unidad de la oposición, más que la existencia de un candidato o candidata en particular. Esto convierte al mayor o menor conocimiento del elegido “en un problema secundario”, dada la fuerte voluntad de cambio del pueblo venezolano. Por eso, León calificó de “inteligente y consistente” la estrategia de María Corina Machado y de “seria y racional” la decisión de Rosales, pese a representar un gran sacrificio para él y su partido. Esta fuerte voluntad de cambio la reflejan las primeras encuestas, que hablan de una clara ventaja en expectativa de voto de González sobre Maduro: 45,8% frente al 21,6%.
El acuerdo ha aumentado el coste que el gobierno deberá pagar en el futuro inmediato si quiere seguir condicionando la agenda política. En este contexto, donde todo es posible, los escenarios van desde una intensificación de la represión, en una deriva “nicaragüense”, hasta la posible aceptación del resultado en caso de una eventual derrota. De momento la respuesta es imprevisible, aunque la lógica nos sitúa más cerca del primer escenario que del segundo, a tenor de las primeras medidas adoptadas para limitar la representación de la oposición.
Por eso, la postura de los presidentes de Colombia y de Brasil, Gustavo Petro y Lula da Silva, algo críticos con la inhabilitación de Machado y el bloqueo a Yoris, es importante. Petro quiere convocar un referéndum, que podría celebrarse simultáneamente con la elección presidencial, para que cualquiera sea el candidato derrotado, chavista u opositor, tenga garantizada su vida y sus derechos políticos. De materializarse un pacto de esta naturaleza, podría ser el inicio del largo camino que ponga en marcha la transición a la democracia en Venezuela.
El desenlace dependerá de cuánto quiera pagar para mantenerse en el poder un gobierno desacreditado y en horas bajas, pero también de las respuestas de la oposición. ¿Estará dispuesto el primero a cometer todo tipo de fraude o primará algún tipo de racionalidad, como podría indicar la invitación al Centro Carter y a la UE para observar la elección? ¿Será capaz, la segunda, de seguir unida y evitando provocaciones constantes, agresiones y amenazas? Si bien la decisión de la PUD es importante, no se puede olvidar la presencia de hooligans dispuestos a todo, a ambos lados de la raya, con tal de hacer naufragar un proceso potencialmente, de momento solo potencialmente, esperanzador.
Artículo publicado en el Periódico de España