1. Nació en un conuco de Barlovento, la segunda de once hijos del fijo concubinato entre un padre peón agricultor en la hacienda más cercana y madre lavandera y planchadora para los amos de esa finca, mientras ayudaba a la crianza de sus hermanos llegó hasta el abc del segundo grado pueblerino.
2. A los quince años pasa de esclava rural a citadina sirvienta doméstica, comprando con centavos prestados un rancho en el barrio Caucagüita aledaño a la capital, pariendo siete criaturas sin el apellido paterno de los cuatro sementales que la sedujeron llamándola mamacita y al verla barrigona si te he visto no me acuerdo.
3. En esas casas cómodas aprendió que las parejas trabajan para que sus hijos vayan a escuelas públicas y privadas y todos, incluida ella en sus horas laborales, se alimenten bien. Trata de imitarlos, alquila el rancho y se va para otro barrio más hacia el centro urbano, que al norte da para los bloques Simón Rodríguez de la Cota Mil y al sur bordea la avenida Andrés Bello, donde paga menos por el transporte y tiene cerca un enorme hospital de niños. Allí se le inunda la vivienda con aguaceros porque la quebrada crece en invierno, pero obreros del gobierno vienen a limpiar y se le otorga cierta ayuda para seguir. A lo largo de varios lustros se inscribe en el Seguro Social, le dan diarios vasos de leche para niños, hay vacunaciones obligatorias, los dispensarios del gobierno atienden emergencias y regalan pastillas anticonceptivas. Ahora sabe pedir más sueldo apoyada en sindicatos y gremios de los partidos políticos por los que vota dependiendo de lo que ofrezcan en cada campaña y le garanticen los alcanzados logros; que puede estudiar primaria, secundaria y otros oficios por la radio de Fe y Alegría; que a final de mes algo le alcanza para que arreglarse el pelo. Y lo más anhelado, trabaja en una de las nuevas fábricas del gobierno o de particulares donde le descuentan un porcentaje del buen sueldo para pagar mensualmente su cuota y ser dueña de un apartamento propio en uno de los bloques recién construidos allá en su querida Caucagüita, se regresa con la prole y a diario va en el Metro limpiecito al estable empleo hasta adquirir su título de propiedad. Los muchachos grandes ya estudian en colegios nocturnos de su zona y tres de ellos trabajan de día como mensajeros en oficinas o son funcionarios de líneas autobuseras, o de los automercados y tiendas enormes al estilo gringo que ahora abundan repletos de productos y consumidores, hasta portan teléfonos celulares y se visten bien.
4. A partir del año 2000 le prestan un segundo apellido: Revolucionaria. Pero antes debe inscribirse con toda su familia en el partido PSUV del comandante y votar por él en cada elección para recibir gratis comida y otros beneficios de las misiones, ahora sí salvarán a toda la población pobre o mal remunerada que, aseguran, en su mayoría sobrevive con harina para animales caseros. La revolución es de automática justicia social, le quita a los patricios y pitiyanquis que nunca fueron obreros ni proletarios, son ricos por ladrones de la riqueza del pueblo. Socialismo, patria o muerte. Le alejan a los hijos: un zutano va de policía, fulano de soldado en la frontera, mengano de vigilante para hacer cumplir a sangre y fuego las leyes del cambio. En Caucagüita empiezan a fallar agua, electricidad, gas, ya no hay trabajo donde antes porque cerraron, se fueron o ya no pueden pagarle sus servicios. A toda hora, traficantes y drogadictos se tirotean en pleno pasillo de su piso. Una hija y un nieto heridos acuden a los cubanos de Barrio Adentro que no saben curar eso y quedan en silla de ruedas. Debe esperar su turno en la lista de quienes serán atendidos en La Habana.
5. Catorce años después una vecina la acompaña en su duelo. Con la nueva cédula, el carnet de la patria, ahora zutano ex policía es guardaespaldas en la limousine que heredó el presidente obrero; fulano regresa de los límites apureños para ingresar en el ejército como sargento forjador de milicianos y tiene asegurada la carrera militar hasta el grado de general; mengano dirige a los motociclistas enmascarados que en ropa civil, armados hasta los dientes, torturan y eliminan a todo sospechoso enemigo de la revolución; fulanita de tal, novia de un colectivo en ascenso, ya le parió cuatro futuros capitanes; y el guardia nacional, que hace horas se fue para siempre, pronto será condecorado como héroe bolivariano en homenaje póstumo, víctima de los vendepatria invasores que se atreven a protestar porque no les alcanza la pensión ni para el pan diario, tienen hambre de la brava, carecen de remedios para sus dolencias y nadie los oye.
Fulana de Tal está encorvada en medio de bolsas CLAP, obsequio consolador gubernamental. Nunca señora, misia, doña o lujosa combatiente primera dama. Por ahora solo madre-pueblo en sus días del ayer, hoy y quién sabe si mañana.