“Apenas nos pusimos en dos pies y nos vimos en la sombra de la hoguera, escuchamos la voz del desafío, siempre miramos el río pensando en la otra rivera”. («Movimiento». Jorge Drexler).
Entre las muchas ventajas que me ha aportado la madurez, una de las más ventajosas es encontrarme bien en el momento presente. Recuerdo muy bien, y lo he comentado en muchas ocasiones, que cuando era más joven, no podía disfrutar del presente; siempre estaba pensando en lo que vendría a continuación. Es un sentimiento difícil de explicar, pero la inmediatez de lo venidero difuminaba la realidad, haciéndome vivir siempre pensando en lo que venía después. Este extraño fenómeno me ha impedido disfrutar al cien por cien de muchos momentos que, de por sí, hubieran merecido más atención.
Es una paradoja, bien mirado, que a medida que te va quedando menos tiempo por delante, te vayas dando cuenta de que lo importante es el hoy. El pasado, ya pasó; y el futuro es un supuesto, una posibilidad, no una certeza.
Hace tiempo, por tanto, que dejé de vivir pensando en el futuro, haciendo planes a medio o largo plazo, para centrarme en lo que está sucediendo, y tratando de hacer que aquello que está por venir, aquello que aún forma parte de mis anhelos, suceda cuanto antes, ya. Ahora, sí es posible.
Decía Rabindranath Tagore: “Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta”. En mi caso, he cruzado muchas puertas, pero nunca he tenido la osadía de pensar que las he elegido yo. Y he llegado a la conclusión, ya en mi edad adulta, de que la clave de la felicidad, o al menos de la serenidad, no consiste en llegar a donde te habías propuesto, sino en ser adaptable para acomodarte a donde finalmente has llegado. Es cierto que es sencillo pensar así cuando consideras, como es mi caso, que te encuentras en una situación de privilegio, pero hasta para esto la actitud es básica. La excesiva ambición, casi siempre derivada de la mala costumbre de no pararnos a pensar y tratar de ser objetivos con la posición que ocupamos en el mundo, es una fuente infinita de frustración e insatisfacción.
La vida me ha posicionado en el lado de quienes pueden ayudar, no en el lado de los que necesitan ayuda. Esto ya es motivo suficiente para agradecer mi posición, sin duda. Lo más probable es que haya quien piense que esta actitud es conformista, carente de ambición. Puede que sea así, pero yo he comprobado, en numerosas ocasiones, que no hay que pedirle cosas a la vida, que en la mayoría de las ocasiones la existencia es generosa motu proprio, y te dirige por caminos que tú no te habías planteado , llevándote a destinos que no entraban en tus expectativas.
Como también dice Drexler, “somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje”. Todos vamos por la vida con la mochila a la espalda, llenándola de banalidades, de cosas que queremos conservar, de posesiones, de posición, status, prestigio. Luchando por no perder nuestra estrella Michelín, sin pensar que, al final, todo eso no nos hace felices, no nos aporta. Aquello que realmente nos aporta, lo que nos da sentido, no se puede tocar, pero también va en la mochila. Y se irá con nosotros, mientras que aquello que luchamos tanto por conservar o poseer, se quedará aquí, como chatarra, material de desguace de lo que fuimos.
Como ya comenté en cierta ocasión, yo he pecado, he pecado mucho. No me arrepentí; sigo sin arrepentirme, pero la envidia, la avaricia y la soberbia no se encuentran entre mis muchos pecados. A pesar de ello, no rectifico una coma de lo que me ha traído hasta aquí. Soy lo que soy gracias a mis numerosos errores y mis contados aciertos. Y hoy por hoy no me cambiaría por nadie.
Así pues, les desafío a que hagan un ejercicio, valiente y temerario y echen el freno, por un momento, díganle a la mente que se detenga y, desde la posición de un observador neutral, miren a su alrededor. Luego, mírense los pies, localicen su posición real, mírense al espejo. Y una vez posicionados, miren nuevamente a su alrededor y comprueben si su perspectiva, su posición, ha cambiado. Créanme, en la mayoría de los casos, notarán el cambio.
Pero háganlo urgentemente, quizá mañana sea tarde.
@julioml1970