Free Guy comenzó como un experimento y terminó con un éxito de taquilla inesperado. La película protagonizada por Ryan Reynolds es un homenaje a gran escala a la generación de las multipantallas. Más allá de su juego de referencias o las bromas a la cultura pop, el film también reconoce la importancia de las nuevas plataformas. Todo un giro argumental de considerable interés que forma parte del éxito de la película.
Free Guy de Shawn Levy tiene el curioso honor de ser un éxito de taquilla en un momento inesperado. Lo es, porque logró, sin ser particularmente ambiciosa, vencer la apatía de los cines vacíos para despertar el interés del público. Uno de los motivos puede ser sin duda, un fenómeno digno de interés y de alguna pregunta de la industria. ¿Qué hizo de una película que no pertenece a una gran franquicia o la secuela de un gran éxito sorprender?
La razón es particular y tiene mucha relación con un elemento esencial de la película. Su capacidad para crear, construir y elaborar una historia a la medida de la generación de las multipantallas. La misma que se educó frente al ordenador, que desarrolla habilidad espacial y numérica gracias a los videojuegos. La que disfruta de una experiencia virtual con una rapidez y sofisticación que sorprende.
Free Guy está repleta de referencias a múltiples videojuegos y a la cultura pop en general. Pero entre las variadas capas de chistes, también hay una virtud singular para las películas actuales: aspirar a contar una historia nueva. No lo hace, pero Levy y Reynolds (quien también produce), ponen el suficiente empeño en crear algo mucho más novedoso. Al final, Free Guy es una mirada a un tipo de cine impensable en la transición a un posible — y no muy cercano — final de la pandemia. Uno experimental, inteligente y en especial, enfocado en la posibilidad de ser entretenimiento brillante y en estado puro.
Los nuevos espectadores, los nuevos éxitos en pantalla
Free Guy es una rara mezcla de varios contextos. El filme, que fue filmado durante la pandemia y tuvo que experimentar para llegar al final de la producción, se beneficio de la precariedad. Pero hay algo más importante en el uso de los recursos, segundos discursos y la visión de un mundo online. Free Guy comprende mejor que muchas películas a qué público va dirigida.
Creada y pensada para la generación Fornite, Twitch y Tic Toc, la premisa se basa en la virtualidad. Y aunque es un punto de vista ya en el cine, aquí el resultado y el motivo es más específico. Free Guy analiza las múltiples relaciones de esa virtualidad con el hombre común.
Guy (Reynolds) no es sólo el centro motor del argumento. Es también la experiencia de ese segundo mundo online a pleno nivel. El director, encontró la manera de dialogar entre esa percepción del mundo irreal y el mundo de las cosas habituales. De la misma forma que una versión aumentada del clásico juego de video The Sims hasta Second Life, Free guy explora el hecho de qué hace real lo que nos rodea. O, mejor dicho: que construye o qué sostiene lo que creemos sobre el mundo particular que habitamos.
No es casual que Free Guy esté llena de referencias a videojuegos clásicos o incluso, de arcade de décadas atrás. La premisa se abre con el entusiasmo de hacerse preguntas inusuales sobre cómo comprendemos la comunicación en la actualidad. Y el guion de la película, que se extiende con elegancia y solidez a una larga mirada hacia los medios modernos, se plantea una cuestión sencilla. ¿Cómo somos, a medida que las plataformas se convierten en parte de nuestra vida?
Érase una vez un hombre atrapado en la virtualidad
Hay una obvia referencia a The Truman Show (1998) de Peter Weir en Free Guy. En especial, en el hecho que Guy está convencido del peso real de lo que existe y es en lo que le rodea. Pero Weir jugó de manera frontal con la explotación de esa noción de la observación indirecta. Por su parte Free Guy elabora un diálogo sincero con un público que conoce los códigos y símbolos de la virtualidad. Narrada en paralelo con lo virtual y lo ficticio, Guy sortea ambas fronteras hasta comprender sus límites.
Y mientras Truman (Jim Carrey) batallaba a ciegas contra una trampa gigantesca de la que no podía escapar, Guy puede enfrentarse a lo que ocurre a través de su rápido aprendizaje. El personaje se transforma en el avatar de toda una audiencia que ha pasado buena parte de su vida, relacionándose a través de lo virtual. Guy es en realidad la expresión total de la maquinaria online, combinada y llevada a un nuevo nivel de sofisticación.
Claro está, Free Guy también es una película que juega con la elección consciente, un tema debatido y discutido hasta la saciedad durante la pandemia. Hay un evidente cuestionamiento a la elección del espacio y la identidad. ¿Quiénes somos cuando el mundo a nuestro alrededor cambia por completo? ¿Qué ocurre cuando cada pieza de lo que deseamos y nos define se transforma en algo más?
A la manera de The LEGO Movie (2014) de Phil Lord y Christopher Miller, Guy es también un hombre genérico en una vida genérica. A la vez, es parte de un sistema monstruoso y automatizado. Pero Guy toma decisiones y la uniformidad queda atrás, resuelta como un juego de espejos que Levy logra resolver con éxito. Guy es un personaje que podría solo encajar, pero no desea hacerlo. ¿No ha sido esa la discusión y la insistente percepción sobre lo que ocurre en una etapa de restricciones de libertad y movimiento?
Free Guy es quizás el mejor homenaje a una generación que conoce, maneja y disfruta la virtualidad. Pero más allá de eso, es también la celebración a un nuevo tipo de forma de comunicarse. Quizás, el secreto de su éxito sea una combinación entre ambas cosas. En una mirada renovada a la pantalla y las interacciones como una forma de lenguaje. Su mayor fortaleza.