OPINIÓN

Fray Eugenio Galilea

por José Alfredo Sabatino Pizzolante José Alfredo Sabatino Pizzolante

La llegada de los primeros Agustinos Recoletos a Puerto Cabello, a principios del siglo XX, fue fundamental para el resurgimiento del culto entre los porteños de la época. La ciudad constituía una Vicaría Foránea, dependiente de la Curia Arzobispal de Caracas, cuya conducción a partir de 1902 la asume el padre Ibáñez, nombrado párroco de San José. Contribuyó a la pronta reorganización del clero local, fundando una residencia, velando por el bienestar de los curas y buscando ayuda del comercio local y familias influyentes para mejora del culto. Al cabo de un año, a los religiosos Agustinos Recoletos se les había encomendado la Capellanía de la Beneficencia del Carmen (mayo de 1902) y la parroquia de Nuestra Señora de la Caridad (marzo de 1903). Crece el número de religiosos de la orden, algunos venidos de España, sumándose los porteños –más bien carabobeños– por aquellos años y de manera entusiasta a las grandes fiestas en honor a Nuestra Señora de Lourdes, para lo cual se organizaban peregrinaciones a la Gruta de la Beneficiencia en honor de aquella, las celebraciones de la Semana Mayor, reorganizándose también la Sociedad de Hijas de María.

En septiembre de 1909, en medio de aquel renacer del culto, la ciudad recibe a uno de los Agustinos ligado indisolublemente al puerto. Se trata del padre Fray Eugenio Galilea, quien es llamado desde Maracaibo para ocupar la Presidencia y Vicaría Foránea de Puerto Cabello. Fray Galilea consigue un puerto de progreso y una feligresía ganada a participar activamente en las actividades religiosas y colaborar cuando le fuera requerido, tal como lo hizo la feligresía cuando en enero de 1910, y para consternación de la población, se produce el hurto de los cálices, una corona de la Virgen del Carmen y otros objetos de valor del Templo Parroquial de San José. La población en masa se sumó a los actos de desagravios y al llamado de Fray Galilea, un grupo de importantes caballeros de la ciudad instalarán la Sociedad Eucarística.

Había nacido en Viguera de España, Rioja, el día 20 de febrero de 1873, siendo sus padres Francisco Galilea e Inés Martínez. Ingresó en el Seminario Conciliar de Logroño a los 10 años, tomando el 6 de octubre de 1888 como Novicio, el hábito de la Orden de los Agustinos Recoletos, en Monteagudo, Navarra. Profesó el 7 de octubre del año siguiente. En el año 1889 recibió las Órdenes Menores. En 1890 pasó al Colegio de San Millán de la Cogolla, llamado “El Escorial de la Rioja” y al siguiente fue trasladado al de Marcillas.  En octubre hizo sus Votos Solemnes, siendo enviado a Filipinas en 1894 y en Cebú, el 15 de septiembre de 1895, fue ordenado de sacerdote a la edad de 22 años, por lo tanto con dispensa canónica de edad. Celebró su Primera Misa en Tubigón, el 7 de octubre del mismo año 1895, fiesta del Santísimo Rosario.

En 1902 llega a Venezuela, en donde permaneció hasta su muerte; primero se establece en Maracaibo hasta 1909, pasando ese año a Puerto Cabello, ciudad en la que permanece hasta el año 1935, año en el que fue trasladado a Caracas como director del Colegio Apostólico que se acababa de abrir en la capital, para la educación de niños pretendientes al santo hábito agustino-recoleto. Estando en Maracaibo dirigió el boletín de aquella diócesis, acompañó al excelentísimo y reverendísimo señor arzobispo de Mérida, monseñor Silva en Visita Pastorales y dirigió, varias veces, los Ejercicios Espirituales del Clero arquidiocesano, publicando en 1908  su obra Historia de las Fundaciones de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.

Dos décadas y media estará Galilea entre los porteños, de allí el porqué de la alta estima en que lo tuvo la sociedad porteña. Un vistazo a la prensa local ilustra, maravillosamente, cómo Fray Galilea sumó seguidores en el ejercicio de la fe cristiana, especialmente en la organización de las festividades de la Semana Mayor. Se le recuerda, además, como un gran impulsor de la Bendición del Mar, cada Domingo de Resurrección. La imágenes que se conservan de la época, revelan encuentros verdaderamente multitudinarios. También fundó y sostuvo con pujanza las célebres “Conferencias Cuaresmales” para hombres. En 1917 le corresponde recibir al arzobispo de Caracas, doctor Felipe Rincón González, quien efectúa Visita Pastoral a la ciudad, marchando satisfecho de la obra de los Agustinos en sus 15 años de actividad; al año siguiente, Galilea fue delegado junto a Fray Juan Benito Cañas para efectuar la Visita General a los Religiosos y Casas de la Vicaria de Venezuela y Trinidad.

En su férrea voluntad de catequizar, propagando buenas y sanas lecturas entre los feligreses, contrarrestando así las perniciosas de la mala prensa en el seno de las familias cristianas, impulsó la publicación de un semanario, al que se le dio por título El Buen Pastor. También se le recuerda como un hombre ajeno a la mansedumbre y de duras acciones cuando era necesario, en eso quizá se parecía a su gran amigo Salvador Montes de Oca, de quien fue su consejero personal. Llamado a Caracas un buen día para cumplir con otro destino, los porteños protestaron su partida ante las autoridades eclesiáticas, pero sin éxito. La ciudad le había rendido sentido tributo durante la celebración de sus Bodas de Plata, y Fray Eugenio Galilea agradecido quiso que sus restos regresaran a tierra porteña, al ser sembrado en la nave principal del Templo de San José, hoy Catedral de la ciudad.

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