- Esas elecciones del domingo pasado son lo que se sabía que eran. Ninguna novedad. Un teatro, sin ninguna duda; pero, como todo teatro, una puesta en escena destinada a ciertos objetivos. No busca que la audiencia crea que en el escenario se están matando o que Brígida muere de amor o que el Rey ha sido asesinado por su camarero. Los actores saldrán del local a echarse palos en el bar de enfrente. La audiencia, por su parte, a lo mejor se encuentra en el mismo bar o en otros lugares; seguirá conmovida, escurrirá alguna lágrima o celebrará algún lance.
- Maduro no buscaba que le creyeran. Buscaba efectos políticos. El primero es el derrocamiento de la Asamblea Nacional presidida por Guaidó y, como consecuencia, de su interinato. Esa AN ha sido ignorada, vetada, enfrentada por el régimen; pero ahora dirá que el país ha hablado. Como habló en 2005, que los mandó al demonio, y lograron salir a flote; no es seguro que lo logre, aunque es su objetivo.
- También busca ganar cierta legitimidad con la “nueva” AN que ha incorporado un sector de la oposición que busca el acomodo y la cohabitación. Aunque estos opositores hayan salido con las tablas en la cabeza, se tiraron hacia el mar infestado de tiburones y no les queda sino apretar la rabadilla y nadar. El propósito es evidente: la construcción de una oposición hecha a la medida de las necesidades del régimen.
- El tercer objetivo es el de establecer una plataforma desde donde, integrado el régimen y su oposición, puedan promover el diálogo con actores internacionales. Se procura, por esta vía, que en las conversaciones que ha propiciado Guaidó y su G4 ahora se meta, por la puerta de atrás, esa “nueva oposición” para poner el caldo morado según las necesidades. El cuarto objetivo es pedir, exigir, solicitar, implorar, desde esa plataforma presuntamente institucional, el levantamiento de las sanciones y presentar tal demanda como “aspiración nacional”.
- Al régimen no le importa la abstención. Han descontado el factor número de votos y les sirve que a la presentación en el Teatro de la Revolución haya asistido los que se sientan en las tres primeras filas y un grupo de bromistas, asomados, por allá arriba en el gallinero. No buscan legitimidad ante quienes ya se la han negado, buscan que quienes los apoyan –Zapatero, Evo, Díaz-Canel, etc.- tengan argumentos para sus jornadas de defensa de la tiranía venezolana.
- El problema de fondo es qué van a hacer las fuerzas democráticas con esa monumental abstención. No hay que olvidar que en 2005 hubo una abstención similar. Se dejó al régimen solo en el marco de una dinámica insurreccional. Ocurrió el evento electoral y en vez de apoyarse sobre la abstención para elevar la lucha, se perdió el momento entre lamentos y retrocesos. Ahora, con un país en peor situación; pero, con una oposición más debilitada el reto es mayor.
- La consulta popular como respuesta es extremadamente débil. No tiene la fuerza movilizadora del 16 de julio de 2017, se hace en medio de la pandemia, y corre el riesgo de entrar en la disputa sobre los números, lo que tiene un bajo valor a menos que se convierta en el cisne negro de los eventos electorales, con millones volcados sobre los teclados y, de ser posible, sobre las calles el 12 de diciembre. Lo más probable es que entre en el terreno de la disputa por las narrativas.
- Maduro tomará posesión el 5 de enero de 2021 de todo lo material que ha significado la AN. Su recinto, sus oficinas y lo que quede por allí. Ha prometido incrementar la persecución en contra de los actuales directivos y miembros de la legítima AN, aunque tal vez lo haga al principio con cierto disimulo para aparentar que abre “una nueva etapa”. Sin embargo, el intento político de Guaidó en continuar con la actual AN como expresión legítima puede incrementar las posibilidades de persecución en su contra y de todos los miembros del cuerpo.
- Lo que no queda duda es que se abre un nuevo capítulo en Venezuela. La oposición necesita hacer una reevaluación estratégica y establecer un nuevo diálogo, pero esta vez en su propio seno. Si sigue lo que hay hoy en la oposición, seguirá lo que hay hoy en el país. A menos que el caos produzca criaturas inesperadas. Eso también ocurre a veces.
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