Desde la antropología nos viene un dato con un profundo significado, resulta que la evidencia fósil indica que los primeros homínidos, los primeros humanos, practicaban el altruismo y la compasión con sus semejantes. Por ejemplo, se han encontrado huesos de individuos que vivieron hace aproximadamente un millón de años que muestran circunstancias incapacitantes (enfermedades crónicas o mutilación de piernas o brazos) que hubieran significado la muerte segura por inanición de no haber contado con el apoyo solidario de otros individuos. Los primeros humanos cuidaban a quienes no podían hacerlo por sí mismos.
En una época tan remota, en la que, por mencionar un rasgo distintivo, no existía el lenguaje escrito, solo éramos otra especie animal más frente a las inclemencias de vivir en la intemperie. Los antropólogos sospechan que, junto con la práctica de enterrar a los fallecidos, el altruismo y la compasión son comportamientos exclusivos de los seres humanos. De hecho, tiene una importancia evolutiva, aquellos grupos con mayor capacidad para atender al enfermo, al discapacitado, a los niños y ancianos, tenían mayor cohesión social y mayores probabilidades de supervivencia.
Pues bien, con eso en mente, reflexionemos: ¿la fraternidad humana sigue siendo, para el homo sapiens, un rasgo evolutivo clave para lograr la sobrevivencia de la especie en el presente?, yo creo que sí. Pese a que la lógica del mercado y las agendas exclusivistas y egoístas de unos cuantos; traducidas en regímenes autoritarios que secuestran países enteros para sus fines particulares; conspiran para anular la humana vocación instintiva hacia la solidaridad, la fraternidad entre los individuos debe seguir determinado nuestra voluntad. La vida no puede ser una carrera fatal hacia la acumulación personal de bienes materiales y disfrute hedonista, somos animales sociales cuya naturaleza está asociada a vivir con y para los otros.
Los seres humanos en la actualidad tenemos muchas más herramientas y recursos que los primeros humanos, si hay más que compartir debe haber más solidaridad y generosidad. Aquellos que hablan de convertir todo en mercancías, incluso la salud y la educación, quienes insisten en comercializar hasta el agua, puede que estén desnudando una tara involutiva peligrosa: serían ellos, pese a los títulos universitarios, su prestigio y sus recursos, seres desprovistos del altruismo y la compasión que han permitido la supervivencia de nuestra especie durante millones de años.
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