En los últimos meses hemos leído escritos del profesor universitario venezolano en Estados Unidos Francisco Rodríguez, los cuales muestran una clara tendencia a favorecer al régimen de Nicolás Maduro, el cual es la continuación del régimen de Hugo Chávez. Juntos, estos dos regímenes han estado en el poder en nuestro país por 24 años y lo han destruido físicamente y espiritualmente.
El primero de estos escritos lo leímos en el New York Times: https://www.nytimes.com/2024/ 08/07/opinion/venezuela-deal- political-crisis.html y, ahora, leemos otro publicado en Foreign Affairs, el cual puede leerse en: https://www.almendron.com/ tribuna/un-argumento-a-favor- del-acercamiento-diplomatico- con-venezuela/
El primero de los escritos nombrados representó una absurda e inmoral propuesta llamada “Una negociación para salvar a Venezuela” y sobre ese escrito dije lo siguiente en mi blog, ver: https://lasarmasdecoronel. blogspot.com/2024/08/diario- de-viernes_9.html : “En el New York Times del jueves, 8 de agosto, ver: Francisco Rodríguez: A Deal That Could Save Venezuela, notorio por su orientación cripto-chavista y su insistencia en que Estados Unidos abandone las sanciones contra la pandilla de Nicolás Maduro, publica un artículo en el cual propone un “arreglo” para salvar a Venezuela. Se trata, dice Rodríguez, de darle a Maduro y a la oposición (ganadora en las elecciones) una mitad del gobierno. La mitad para Maduro y la mitad para Edmundo. Como en el pasaje de la biblia en el cual dos mujeres se pelean la maternidad de un niño, Rodríguez propone cortar al niño por la mitad para que cada “madre” tenga su pedazo. Por supuesto, la verdadera madre rehúsa aceptar esa decisión, la cual Salomón había propuesto solo como estrategia para establecer la verdadera maternidad.
Rodríguez no tiene ese propósito. Según su escrito cada pedazo del gobierno puede coexistir armoniosamente en manos y mentes que poseen irreconciliables filosofías de gobierno y opuestas brújulas éticas. El resultado sería, salvando las distancias, como un gobierno donde Hitler fuera el presidente y Golda Meir la primer ministra. Rodríguez detalla su propuesta diciendo que Maduro debe conservar el control de las fuerzas de seguridad y el ministerio del interior mientras la oposición puede manejar las finanzas y Pdvsa.
Facilito, pues.
Rodríguez no ha meditado sobre la realidad cotidiana que generaría esa propuesta. Maduro se mantendría en control de los órganos de represión y González Urrutia estaría a cargo del dinero. El problema es que estas dos áreas están estrechamente interconectadas y obedecen en la práctica a un solo propósito que es mantener a Maduro en el poder. La represión y el abuso del régimen son financiados por los ingresos ilegales del régimen, tales como la explotación del oro, el narcotráfico y los fraudes petroleros, todo lo que la oposición triunfante ha combatido.
¿Cómo podrá coexistir esta dualidad antitética? ¿Cuánto podría durar esa cohabitación de hienas y cervatillos?
Realmente, nos parece increíble que el NYT haya prestado sus páginas para este mamotreto. Les he dirigido una carta, creo que es la carta número 68 que le envío a este diario, sin haber logrado jamás que publiquen alguna”.
Ahora nos llega otro aporte de Rodríguez a favor de Maduro, nada menos que en Foreign Affairs, en el cual se llama a un acercamiento diplomático con Venezuela, puede leerse en:
¿Qué dice Francisco Rodríguez? Sus ideas en itálicas, seguidas de mis comentarios:
1. En los últimos 12 años, Venezuela ha pasado de ser una democracia frágil a convertirse en un régimen autoritario consolidado, experimentando uno de los colapsos económicos y una de las crisis migratorias más graves de la historia moderna fuera de tiempos de guerra.
Este aparentemente inofensivo párrafo nos dice mucho sobre el pensamiento de Rodríguez. Dice que antes de la llegada de Maduro al poder (por cierto, impuesto por el agonizante Hugo Chávez) Venezuela era una “frágil democracia”. Quien diga esto ignora los excesos de autoridad de Chávez, el despilfarro de los inmensos recursos de la nación, la corrupción galopante de su familia y de sus amigos, sus arbitrarias confiscaciones de la propiedad privada, su traidor sometimiento a Fidel Castro. Rodríguez fue y sigue siendo chavista y ello le da a sus opiniones sobre Maduro un sesgo aun blando sobre el desastre que se ha llevado a cabo en Venezuela.
2. “Sin embargo, un retorno a la estrategia fallida de máxima presión por parte de la nueva administración sería un grave error. Las sanciones rara vez son efectivas para lograr un cambio de régimen, y Venezuela no es la excepción. Lejos de desestabilizar a Maduro, las sanciones estadounidenses lo han ayudado a consolidar su control, aumentando la asimetría de poder entre el aparato estatal y una sociedad civil empobrecida y debilitada. Más de siete millones de venezolanos han huido del país desde 2014; redoblar la presión podría empeorar aún más las condiciones de vida de quienes permanecen en el país. Un regreso a la máxima presión, por lo tanto, iría en contra de los esfuerzos de Washington por reducir la migración irregular y garantizar un suministro estable de energía.
Para Rodríguez tratar de presionar a Maduro para su salida sería un grave error porque las sanciones “rara vez” logran un cambio de régimen. Rodríguez ignora que estas sanciones de Estados Unidos y de la Unión Europea han debilitado significativamente al régimen y que, si aún no han causado su salida, ello no quiere decir que no lo podrán hacer. Chávez y Maduro le pusieron las pezuñas a Venezuela hace 24 años, mientras que las sanciones datan de apenas seis años atrás. Más aún, mucha de la resistencia a las sanciones que han demorado su efectividad ha sido generada por el cabildeo de gente como Rodríguez y otros colaboracionistas, quienes integran en Venezuela una especie de gobierno entreguista a lo Vichy.
3. “La primera prioridad de la política estadounidense debería ser aliviar el sufrimiento de los venezolanos, reconociendo que las sanciones económicas de largo alcance han exacerbado dicho sufrimiento. Cuando sea posible, Washington debería aprovechar las negociaciones—incluidas aquellas concernientes al levantamiento gradual de sanciones—para incentivar mejoras en los derechos humanos y las libertades políticas. Esta estrategia de negociaciones diplomáticas selectivas ofrece una vía para mejorar de inmediato las condiciones en Venezuela mientras se fortalecen las perspectivas de una transición democrática a mediano y largo plazo.
Este claro llamado a levantar sanciones e implantar una estrategia de negociaciones diplomáticas “selectivas” para favorecer una transición de “mediano y largo plazo” configura una proposición francamente entreguista. En la práctica ello nos lleva a un congelamiento del staus quo, a más y más Maduro. Esta es una actitud criminal.
4. Las sanciones contribuyeron sustancialmente a la disminución de la producción petrolera, las importaciones y la productividad; sin ellas, la economía de Venezuela habría comenzado a recuperarse cuando los precios del petróleo aumentaron en 2017. Las sanciones causaron aproximadamente el 52 % de la contracción económica de Venezuela entre 2012 y 2020. Sin las sanciones, Venezuela aún habría enfrentado una crisis severa, con una caída del 34 % en los ingresos per cápita. Con las sanciones, sin embargo, el PIB per cápita disminuyó un extraordinario 71 %, equivalente a casi tres Grandes Depresiones sucesivas. La crisis migratoria de Venezuela se deriva de este colapso en las oportunidades económicas. Aunque las violaciones de derechos humanos en el país son horribles, no alcanzan la magnitud de la limpieza étnica, el genocidio o los conflictos armados que típicamente impulsan el desplazamiento masivo. En cambio, millones de venezolanos han salido del país para escapar de una catástrofe económica. Si el gobierno de Estados Unidos retoma políticas que afecten los medios de vida de los venezolanos, no debería sorprenderse cuando muchos de los afectados lleguen a sus puertas.
Estas aseveraciones de Rodríguez son, al menos parcialmente falsas, si no enteramente falsas. Las sanciones petroleras fueron implantadas mucho después de 2012, cuando ya la industria petrolera venezolana iba en franca declinación, de manera que no pueden haber causado la contracción económica a la cual se refiere Rodríguez. Las continuas referencias a las sanciones como causa del desastre nacional generado por la corrupción e ineficiencia chavista pretende hacernos creer que – si el régimen de Maduro tuviera más recursos – ellos serían utilizados para el beneficio del pueblo. Esto es una mentira. Chávez tuvo los mayores ingresos petroleros de la historia venezolana y, a su muerte, el país estaba enormemente endeudado y el pueblo más pobre que nunca. Lo de Maduro es todavía peor: es un gánster internacional, narcotraficante y lavador de dinero. Que un profesor universitario como Rodríguez, pida negociar con este bandido habla muy mal de él.
5. En 2022, la administración de Biden restableció el contacto con el gobierno de Maduro, siguiendo una estrategia dual que gradualmente alivió las sanciones e incentivó la reanudación de las negociaciones con la oposición… Quienes critican esta política argumentan que la administración Biden estaba otorgando alivio de sanciones a Maduro sin obtener nada a cambio. Sin embargo, esta crítica pasa por alto un logro clave. En octubre de 2023, Maduro se comprometió públicamente a realizar elecciones presidenciales libres y justas.
Este párrafo ignora por completo el decisivo aporte que tuvo la postura de María Corina Machado y de sus seguidores en lograr que se llevara a cabo un proceso electoral. Si no hubiera sido por ellos se hubiera consumado un fraude más. Hoy existen las evidencias del fraude y el mundo entero lo sabe. Esto se logró gracias a María Corina Machado y su grupo. Nada de ello fue obtenido por una negociación sino a pesar de las negociaciones.
6. Una política exterior realista hacia Venezuela debe comenzar con el reconocimiento de que Washington tiene una influencia limitada sobre las dinámicas políticas en países autoritarios. En un mundo donde el 71% de las personas vive bajo regímenes autocráticos, no solo es inútil, sino también peligroso, apuntar a países específicos—como Cuba, Irán y Venezuela—con el objetivo de lograr un cambio de régimen. Seleccionar a determinados regímenes corre el riesgo de alienar a aliados, socavar la autoridad moral de Estados Unidos y reforzar las acusaciones de los autoritarios de que Washington interviene en los asuntos internos de otros países. En Venezuela, un enfoque pragmático y fundamentado en principios—centrado en el alivio humanitario y el acercamiento diplomático—serviría mejor tanto a los intereses de Estados Unidos como a los del pueblo venezolano.
Al contrario de lo que dice Rodríguez, es en un mundo muy grande que debe llevarse a cabo una política selectiva, en la cual sea prioritario resolver los problemas cercanos a casa, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua. ¿Cómo se atreve Rodríguez a decir que atender a estas lacras cerca de casa “socavarían la autoridad moral” de los Estados Unidos? Lo inmoral es llamar a no hacer nada.
Este asunto de Venezuela y su trágica realidad no es un asunto pragmático, es un asunto de principios. El profesor Rodríguez ha elegido su camino, que no es nuestro.