Dedico mi artículo de esta semana a Francia. País que asignó a Francisco de Miranda en 1792 el grado de Mariscal de Campo (lo que equivaldría hoy al de General de Brigada). Miranda ganaría luego en la batalla de Valmy el grado de General de División, donde la República francesa repelió victoriosamente el acecho de las monarquías europeas, el 20 de septiembre de 1792. Valmy fue clave para el triunfo de la Revolución francesa y de la I República. Gracias a la deferencia que me permite El Nacional, hoy quiero homenajearlo en este singular momento de la historia en que ejerce la presidencia del Consejo de la Unión Europea. Sin exageraciones, afirmo que Francia podría significar el correcto enrumbamiento hacia un mundo más diligente en atención a los muy importantes y muy urgentes problemas de los ciudadanos del globo, agravados por la pandemia del covid-19; alejándonos de supuestos atajos guerristas o espejismos mesiánicos de tiranías que pretendan mantener indefinidamente subyugadas a sus naciones.
Lo que pudiera no haber sido explicado suficientemente o entendido a cabalidad de la importancia de estudiar la historia, quizás puede ser la forma en que se imparte y se utiliza el conocimiento de la misma, empleado, o más bien manipulado, para quedarse en la adoración vacía de personajes o en el boato, sin atender lo esencial del contenido de concluyentes conocimientos sobre cómo nos es más útil y eficaz poner en práctica tales experiencias. Un mejor desempeño en la gestión del Estado, de los gobiernos, y en fin, para la solución a los problemas del aquí y el ahora con proyección inexorable hacia el futuro. Nuestra Cátedra por la Libertad Francisco de Miranda está, con humildad, al servicio de ese propósito.
Cuando determinadas personas se refieren a los grandes avances de otros países argumentando que estos lo logran porque atienden a una agenda pragmática, y que es solo mirando hacia adelante como han podido superarse; sin contemplar la experiencia histórica como fundamental herramienta del aprendizaje de las naciones, cometen un profundo y conceptual error. Aunque cargado de buenas intenciones, fallan en el aspecto más fundamental que, contradictoriamente, luego predican sobre la necesidad del conocimiento y la educación como claves de la sustentabilidad y sostenibilidad del progreso de las naciones del mundo.
La providencia ha hecho que mi primera nieta, dentro de la que desde ya proclamo como mi amadísima descendencia de ciudadanos del mundo, naciera este 23 de enero pasado en Francia. Agradezco al Supremo Autor del Universo por escoger a esta tan especial nación defensora de los derechos universales del hombre, a la que pido, sin vacilaciones, que ejerza ese liderazgo que la historia le ha otorgado como sembradora de dignidad y progreso de la raza humana.
Invito a todos, en cualquier parte donde se encuentre nuestra inmigración venezolana, a asumir como nuestras las palabras del excelentísimo señor presidente de Francia, Emmanuel Macron: “Nuestra capacidad de inventar un sueño posible, de hacerlo tangible y útil para nuestros conciudadanos es la clave de nuestro éxito”.
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@gonzalezdelcas