Desde hace unos días las noticias hablan dela retirada forzosa de las fuerzas militares francesas de Mali y la llegada a ese país de fuerzas mercenarias rusas, prestas a ocupar posiciones en la región del Sahel. No soy un entendido en geopolítica, pero eso no impide que me mantenga atento a lo que sucede en el mundo para poder entenderlos acontecimientos y opinar sobre hechos preocupantes. Hoy me dispongo a esbozar lo que ocurre en África Occidental y parte del Magreb desde 2009, compilando algunos artículos sobre el tema que he escrito desde esa fecha, destacando que en uno de ellos se cita un informe de inteligencia de la UNODC, que involucra a Venezuela en la crisis que vive esa región del África Occidental.
En marzo de 2012, el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA), principal grupo Touareg del norte de Mali, proclamó la independencia de esa región reclamando reivindicaciones ancestrales (ver link al final). Aprovechando esta coyuntura y el descabezamiento del régimen maliense por un golpe militar, grupos salafistas encabezados por el Al-Quaida au Maghreb Islamique (AQMI), se hicieron fuertes en esos territorios, en franca alianza con bandas armadas provenientes de Níger, Sudán y de Libia, asociados con traficantes de armas y drogas. Entre dichas organizaciones destacan el Ansar Dined’Iyag Ag Galy (ADIG), el Frente de Liberación Nacional de Azawad (FLNA), la secta fanática nigeriana Boko Haram y el Movimiento por la Unidad del Jihad africano (MUJAO), todos bajo el liderazgo del AQMI, ocupando en su avance poblados y ciudades importantes como Kidal, Tombuctú y Gao. Dichos grupos se movilizan desde 2009 por el desierto del Sahel, vasto espacio geoestratégico que bordea los límites de Mali, Níger, Burkina-Fasso, Mauritania, Tchad, Senegal, Guinea, Nigeria, Libia y Argelia.
Tres años antes, el 2 de noviembre de 2009, en esa misma zona, un Boeing 727 realizó su cuarto y último aterrizaje en una pista en pleno desierto, presumiblemente cargado con 10 toneladas de cocaína, armas, pertrechos militares, remesas de dólares y personas no identificadas. Por la capacidad de carga de dicha aeronave, el valor del cargamento de droga se estimó en ese entonces en más de 300 millones de euros. Se presume que dicho envío tenía la finalidad de abastecer a los grupos terroristas islámicos que operan en esa región, así como utilizar sus rutas secretas para transportar la droga hacia el Mediterráneo y Europa. Según el responsable regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), Alexandre Schmidt, en declaraciones ofrecidas el 16 de noviembre de 2009 a las agencias internacionales de noticias: “El Boeing de carga partió de Venezuela y aterrizó en una pista improvisada a 15 km de Gao, en el noreste de Mali. El avión fue incendiado para hacer desaparecer cualquier rastro, pero en la investigación se obtuvieron los números de registro. No se sabe desde hace cuánto tiempo se hace este tipo de vuelos”, precisó Schmidt. La Embajada de Estados Unidos en Bamako, a su vez, habló de un puente aéreo, ya que informó que ese año hubo otros cuatro aterrizajes similares en la misma zona.
La vasta operación militar llevada a cabo en el norte de Mali por los terroristas islámicos con la participación de miles de combatientes, a todas luces implicó una estrategia global, una logística y un apoyo financiero de grandes dimensiones. Los indicios que presentó en su momento la UNODC involucran a organizaciones narcoterroristas como las FARC en las misiones aéreas de transporte de drogas antes mencionadas e indican que se utilizó a Venezuela como el país de donde despegaron. En ese momento surgieron varias interrogantes: ¿Cómo un avión de tales dimensiones, transportando toneladas de cocaína, armas y pertrechos y la logística que implica, pudo partir de aeropuertos venezolanos bajo vigilancia militar? ¿Quién está detrás de estas operaciones de subversión y desestabilización en progreso en África Occidental? ¿Cuál es el papel que desempeñan Venezuela, Rusia, Cuba, Irán? En los años setenta, en plena Guerra Fría, el ejército expedicionario cubano intervino en varios países africanos con una estrategia y logística consideradas como “modelos” en muchas escuelas militares. Al manejar a su antojo los hilos del poder y de importantes recursos en Venezuela, surgen diversas preguntas: ¿Cuál era y sigue siendo el interés del régimen chavista en África Occidental? ¿Estaría Cuba involucrando a sus títeres criollos en África, esta vez en alianza con organizaciones terroristas islámicas? ¿Es que esta logística está incluida en los acuerdos que firmó Chávez (Venezuela a instancias de Cuba) con Rusia, Irán, Hamas y Hezbolá? Las alianzas perversas de este régimen lo convierten en la principal fuente de conjeturas.
Alarmados por la unificación de los grupos terroristas en Mali, el gobierno de transición del presidente Dioncounda Traoré pidió ayuda a Francia. Las tropas francesas incursionaron en Mali el 11 de enero de 2013 (Opération Serval). Asumiendo el riesgo de un empantanamiento en “Africanistán” -analogía con Afganistán que utilicé en esa fecha para describir lo que estaba ocurriendo en África Occidental-, Francia comenzó una ofensiva contra los grupos armados que ocuparon la región norte de ese país. En febrero, Tombuctú fue liberada luego de un año de violencia y feroz imposición de la Sharia en esa y otras ciudades tomadas por los terroristas islámicos. Fue una operación excepcional de comandos franceses que, luego de consolidar posiciones, fueron cedidas a la armada maliense y a la Misión Internacional Africana (Misma), coordinada por la Comunidad Económica de Estados Africanos del Oeste (Cedao) y apoyada por la ONU.
En 2014, la intervención recibe el nombre de Opération Barkhane al aliarse con otros cinco países vecinos y recibir apoyo de fuerzas especiales de Inglaterra, Dinamarca, España, Estonia y la República Checa, aparte de los drones de reconocimiento aportados por el ejército americano.
Después de nueve años de intervención y de feroces combates contra los grupos terroristas enquistados en el Sahel, el lunes 31 de enero de 2022, la nueva junta militar que gobierna en Mali desde el golpe de Estado ejecutado en mayo de 2021, expulsó al embajador de Francia y exigió la retirada de suelo maliense de los comandos franceses y europeos, mientras daban la bienvenida a las fuerzas militares rusas. Desde hace varias semanas es notorio el despliegue en Malí de mercenarios rusos de la compañía Wagner.
Emmanuel Macron ya había anunciado en 2021 una reducción de la presencia militar francesa en el Sahel y dio inicio a la reducción del número de efectivos en las bases ubicadas en el norte del país y de los efectivos de otros países europeos de la Fuerza Takuba, en medio de la lucha contra los grupos terroristas: «Cuando luchamos contra el terrorismo sobre el terreno, con éxito, con líderes terroristas que han sido neutralizados por nuestros ejércitos en los últimos años, también protegemos a nuestro país, también protegemos a los franceses y, por lo tanto, debemos seguir haciéndolo», señaló el gobierno francés en los primeros días de febrero. Sin embargo, dada la crítica situación, es probable que se inicie una retirada forzosa de Malí, lo que significaría no solo un duro fracaso para Francia, sino un revés en la lucha contra el terrorismo. La retirada de los soldados franceses no puede pasar por Níger, ni por Burkina Faso y tampoco por Guinea, ya que estos dos últimos países acaban de sufrir sendos golpes de Estado y en suelo maliense la junta militar está instigado a la población contra los franceses. Lo cierto es que parte de la región ha caído en manos de militares corruptos vinculados con Rusia.
Mali, excolonia francesa, que obtuvo su independencia en 1960, tiene una población de 20 millones de habitantes atomizados en 20 etnias, muchas de ellas en conflicto permanente. Siendo pobre y desértico, es el cuarto país africano con las mayores reservas de oro, uranio, litio, bauxita, hierro, cobre, níquel, fosfato, manganeso y otros minerales en el subsuelo. Las reservas de oro y uranio son parte de las razones por las que Rusia está desplegando sus fuerzas mercenarias de ocupación conocidas como Wagner, en contubernio con los militares corruptos de Mali. En relación con la presencia militar rusa en Mali, la junta militar ha declarado que son “instructores para asesorar y entrenar a los militares malienses en el uso de equipos bélicos adquiridos a Rusia”. El ejército ruso estaba ya brindando asistencia técnica después de la entrega el año pasado de helicópteros Mi-17 y de otros helicópteros de combate rusos Mi-35, entregados en 2017 y 2018. Está claro que Wagner es la punta de lanza de la penetración rusa en ese país. El caos provocado antecede a la ocupación militar de sus mercenarios en las zonas donde existen reservas de oro y minerales estratégicos. ¿Acaso no es el mismo guion aplicado en Venezuela? Ante este panorama, surgen más interrogantes y conjeturas sobre el destino de esta región y me hacen recordar el refrán que dice “Piensa mal y acertarás”.