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Francia Márquez ¿anti Mandela?

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Oír a Francia Márquez, compañera de fórmula de Gustavo Petro, estremece porque es una visión dormida anti Mandela. Comienza por sus palabras, habla de todos, todes, nadies. Para ella el pecado de algunas personas es ser liberal. Me gustaría preguntarle qué entiende por ser liberal, según sus palabras debe ser un delincuente político, sin principios éticos, cultor de la muerte y la destrucción.

Sabrá acaso Márquez que los 33 países del mundo donde mejor vive la gente son aquellos donde la democracia política, la responsabilidad individual y la libertad económica han sido convertidas en fórmulas de su existencia. Países liberales muy diferentes a aquellos donde ha reinado el igualitarismo a la fuerza y la destrucción de la autonomía del individuo, ergo la extinta Unión Soviética o la Cuba de hoy.

No le intriga que desde centro y Suramérica miles de personas estén pujando en los umbrales de la frontera de Estados Unidos, luchando ferozmente por ser admitidos, por entrar y comenzar una nueva vida en ese reino del liberalismo. ¿Cuántos aspiran a vivir en Cuba o en Bielorrusia?

Mandela fue un ser humano que creyó en la reconciliación, en el encuentro aun con aquellos que le robaron parte de su vida, su filosofía era el perdón y no la venganza. Podemos imaginar lo que habría ocurrido si Mandela en libertad hubiese comenzado con una filosofía del odio, identitarismo, afán de ajuste de cuentas de espaldas a cualquier posibilidad de redención.

Curiosa la definición de Márquez sobre Chávez, sólo un hombre negro, no importa qué hizo en su país, cuál fue su trayectoria como ser humano, sólo el azaroso dato de considerarlo un hombre negro. Te pregunto ¿qué tiene que ver ese millón de venezolanos que se encuentran en Colombia con la tarea destructiva que hizo ese hombre negro? Podrías preguntarte si ese hombre luchó por la democracia o fundó una autocracia que ha hecho padecer hasta el infinito a tus vecinos.

Cuando te preguntan por Petro dices que es un hombre que no impone. Desconoces el anuncio de Gustavo de crear una Bogotá roja. Una medida que dividirá la ciudad, que separará a los ciudadanos, aquellos reconocidos como oposición serán denunciados y sentenciados, conminados a huir de la ciudad que tanto aman, donde nacieron y en cuyas calles crecieron. Y no, no es una visión exagerada lo que estamos tratando de describir, acaso hay alguna experiencia distinta en la historia de la humanidad. Cuando un gobernante realiza un anuncio de este calibre y obtiene trágicamente el respaldo popular, podemos esperar lo peor, la fuerza de las masas enardecidas con el triunfo sobre el territorio actuarán sin misericordia contra todo aquel que se niegue a rendirse, a cambiar sus ideas. El anuncio de Bogotá roja es el más grave desafío que han recibido los colombianos, no se trata de crear un ejército guerrillero en la selva que opere con total impunidad, se trata de convertir la cabeza de la república en un territorio de un solo color, un solo pensamiento, donde será un delito creer en algo o alguien distinto al que se aposenta en la casa de Nariño, porque no será una Bogotá roja, la aspiración es mucho más trascendente, una Colombia roja.

La consabida agenda roja que Petro quiere imponer, como todas las agendas rojas, tendrá como primer objetivo minar el equilibrio de poderes, luego le sucederá la debilitación o aniquilación de las instituciones, los jueces democráticos serán rojos, después, vendrá el golpe maestro: se expropiará, aunque ahora lo niegue, como todos, cerrará los medios de comunicación que se atrevan a adversarlo. La agenda apocalíptica que siguen una y otra vez los comunistas en el mundo.

Un camino igual al de Cuba, Nicaragua y Venezuela que llevará a la polarización extrema del país, al odio encarnizado, al renacimiento criminal de la famosa lucha de clases. Primeras víctimas: propietarios de bienes, tierras, empresas comerciales, periódicos, después les seguirán los trabajadores (como karma del cielo) que caerán en una pobreza jamás vivida, los que paradójicamente votaron por el rojo llenos de un fervor religioso. Tal como eficientemente hizo Fidel Castro con su ley 890 el 13 de octubre de 1960. Toda la economía de un solo golpe a manos del régimen, sin que ninguna ley o institución pueda defenderse.

Francia, no creas el cuento de que Colombia no es Venezuela. Venezuela no era Cuba. Pregunten a los venezolanos que deambulan por sus calles ¿qué pasó, por qué están aquí? El color rojo siempre se tiñe de sangre y se vuelve muerte para los ciudadanos que osan defender su libertad. Mira con tu corazón a tu hermano venezolano que toca la puerta pidiendo auxilio, prefiere morir en el camino que recorre a pie desde su país hasta tu casa antes que seguir en el infierno rojo en que se convirtió su patria. Estás a tiempo. Y dices que Petro no quiere imponer nada, si solo es la Bogotá roja podemos comenzar a llorar.

Francia Márquez es sin duda una mujer con un gran corazón, pero hay que cuidar que este órgano no tenga un cortocircuito con la historia de la humanidad, con la compresión filosófica de los valores del liberalismo, con el repudio a toda forma autocrática, aunque surja desde un alma quizás inocente llena de sueños y aspiraciones de realizar algún tipo de justicia (y mencionas) para la población afrodescendiente, raizal y palenquera ¿Y los otros?

Por último, hablemos de tu ministerio de la igualdad, dices que en Colombia son desiguales hasta para comer ¿Esto te parece criticable? Que entiendes por igualdad ¿hacer una nueva justicia para aquellos que consideras discriminados? Eso es venganza, entonces crearás un ministerio de la venganza, la expropiación y el reconcomio, una acción contraria a la predica de Mandela. Es una igualdad en la condición humana o es una igualdad en los resultados que siempre acaba con rudos procesos de quitar y dar o posesionarse de lo que es de otros. Puedes preguntar qué pasó en Venezuela con el proceso expropiatorio dizque igualitarista y por qué ahora están tratando de devolver lo que robaron a la gente y destruyeron. Recuerda a Mandela: “Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades”.

 

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