Una de las peores noticias del agonizante 2023, es que la democracia mexicana está muerta.
Y con una democracia muerta, la elección presidencial del 2024 no sólo será una “elección de Estado”, sino un escandaloso fraude, diseñado, orquestado y financiado desde Palacio.
Sí, un fraude para imponer a la preferida del presidente, la señora Claudia, a pesar de que día con día pierde simpatías frente a la candidata de los opositores; la señora Xóchitl.
Pero también está a la vista de todos que el responsable de la muerte de la democracia mexicana se llama López Obrador quien, a pesar de su probada inoperancia, se hace llamar presidente de los mexicanos.
Y también por esa razón, porque en México murió la democracia, la contienda presidencial del 2024 no será otra cosa que el sepelio de las urnas.
¿Y por qué el sepelio de las urnas?
Porque ya no contará cada voto depositado en las urnas y tampoco serán contados los votos; porque al dictador de Palacio solo le importa simular una elección para mantener su hegemonía en el poder a través de un Maximato.
En realidad, en el 2024, ya no tendrá validez el ritual del voto ciudadano depositado en las urnas, ya que las instituciones electorales perdieron su independencia y, por tanto, no aportarán certeza, tampoco legalidad y menos legitimidad y confianza al conteo de votos.
Y es que a semanas del arranque el proceso electoral y a pocos meses de la elección, han sido secuestrados por el presidente y por los gobiernos estatales, los principales árbitros electorales, tanto el Instituto Nacional Electoral (INE) –y sus réplicas estatales–, como el Tribunal Federal Electoral (TFEPJ).
Pero no es todo. También en días recientes el presidente colonizó al Máximo Tribunal Constitucional, al imponer como ministra de la Corte, a una incondicional como Lenia Batres.
Así, desde el Poder Ejecutivo fueron dinamitados los poderes Legislativo y Judicial, al tiempo que el propio presidente atrapó a los árbitros electorales, en tanto que los gobernadores de Morena acabaron con los órganos electorales locales.
Pero vamos al recuento de los daños.
1.- Lo interesante del proceso destructivo de la democracia mexicana es que resulta idéntico –una verdadera calca–, a los procesos que vivieron no pocas de las dictaduras del continente y del mundo.
Es decir, que un presidente que llega al poder con la legitimidad de la democracia electoral, es el mismo que desde lo más alto del poder destruye todo el andamiaje de la democracia electoral.
2.- Y sólo basta recordar las exigencias del líder opositor y candidato presidencial motejado como AMLO. Sí, en sus tiempos de opositor, López Obrador exigía piso parejo, respeto a la Constitución en materia electoral, vigencia de los Tres Poderes y absoluta independencia de los órganos electorales.
Sin embargo, como presidente, López Obrador destruyó la división de poderes, acabó con la independencia del INE y del Tribunal Electoral; usó montañas de dinero público para favorecer a su candidata y es un violador serial de la Constitución, no solo en materia electoral, sino en general.
3.- Pero tampoco es nueva la obsesión de López Obrador por construir una “dictadura bananera” para eternizarse en el poder. Por lo menos desde 2017, aquí advertí que, de llegar al poder, López Obrador sería un peligro para la democracia.
Muchos se negaron a ver la realidad y hoy prefieren tragar sapos y serpientes, antes que reconocer que se equivocaron.
4.- Lo cierto es que, desde el primer día de su presidencia, AMLO empezó a minar al INE, al Tribunal Electoral y a la Suprema Corte. Hoy son presidentes de las máximas instancias electorales –el Instituto y el Tribunal–, dos probadas sirvientas del presidente.
5.- Además de que hoy no existe piso parejo, ya que montañas de dinero público han sido desviadas a la campaña de la señora Claudia, mientras que el presidente viola todos los ordenamientos constitucionales, sin que nadie sea capaz de ponerle un alto.
6.- Al final seremos testigos de una elección de Estado, diseñada, orquestada y operada desde Palacio, en la que participarán no sólo los mapaches electorales de Morena y del viejo PRI, sino los ejércitos del crimen organizado; una elección que será vigilada por otro ejército; el de los militares a los que AMLO corrompió para someterlos.
Sí, López Obrador pasará a la historia como el responsable de la muerte de la democracia mexicana. ¡Se los dije!
Al tiempo.
Artículo publicado en La Silla Rota