OPINIÓN

Forjados en la lucha 

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

Somos causahabientes de aquellos venezolanos envueltos en los dramáticos episodios del terrible año 1814, parte indeleble de nuestra historia. Nos referimos a la llamada Emigración a Oriente de todos los civiles que en Caracas habían sido partidarios de la república y temían sufrir las sanguinarias represalias de Boves. 20.000 emigrados de toda edad y condición social marcharon famélicos y extenuados tras el pequeño ejército que Bolívar conduce rumbo a Barcelona.

La diáspora de hoy no es turismo sino pobreza, resultante de un esfuerzo agónico de encontrar salud y oportunidades de vida. Mensualmente salen por todas las fronteras, sin ningún plan específico, 200.000 almas, caminan cerca de 1.400 km y sus pies se convierten en una sola ampolla. Huyen de lo que están sufriendo aquí. Cualquier cosa, hasta mendigar, es mejor que lo que están viviendo en Venezuela.

Sabemos que Dios concede la victoria a la constancia y por eso los inxiliados perseveramos en la lucha hasta alcanzar la victoria y la libertad. La fuerza espiritual eleva los ánimos en la hora de la aflicción y tiempla el carácter en el duro combate. La voluntad empeñosa de ser libres estuvo presente en la génesis de la gesta libertaria, y los venezolanos de esta hora ratificamos la aspiración y compromiso perennes. Jamás arriaremos la bandera. No vamos a desviarnos de nuestro ser individual y social para descender por el atajo de hacernos colonia del castro comunismo, ellos, crematísticamente, lo han venido haciendo en los últimos 22 años. La corporación criminal deja a su paso un desastre desintegrador, un país más dividido y desigual que nunca, no ha dejado hueso sano y ha impactado la médula del tejido social. El hambre es su vil arma política para permanecer en el poder.

No nos cansaremos de denunciar al ecosistema criminal empeñado en la desactivación de las emociones, pensamientos del venezolano de a pie y que ha empleado la biopolítica que aporta desnutrición, malos carbohidratos, quita proteínas, agua y electricidad para obtener su “hombre nuevo” dócil y apático. De allí la arremetida contra las organizaciones no gubernamentales que dan respuesta a la espantosa crisis.

Así como determinamos la naturaleza del régimen y sabemos que nos enfrentamos a un sistema capaz de destruir el alma de una persona, así también hemos establecido la naturaleza de la falsaria oposición que ha impedido la salida del régimen y desbaratado con sus malas artes los momentos cumbres de resolución de la tragedia. Queremos y buscamos la unidad, pero no con aquellos aliados subrepticios del mal. Defendemos nuestro derecho a pensar, a dudar y a una mirada distinta de separar el trigo de la paja.

Jamás nos arredraremos porque siempre habrá razones para luchar hasta el final, para defender a nuestro país, la familia, la verdad y la justicia, con una conducta apegada a los principios y valores que hacen grande a una república democrática. La lucha más trascendente es la que se da por la libertad.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!