Se celebran ahora 209 años de la elevación de Puerto Cabello a ciudad, resultando propicia la ocasión para revisar el episodio y recordar a sus forjadores. Nos referimos a don Esteban de Olavarría, don Fernando Salavarría, don Francisco Montero, don Vicente Lartegui, don Manuel Gómez, don Gabriel Salom, don Juan Diego Ponce, don Manuel Lardizaval, don Pedro de Herrera, don Pedro Ignacio de Laza, don Pedro del Castillo y tantos otros que afanosamente trabajaron para lograr que los porteños tuvieran una organización administrativa idónea y autónoma, permitiéndoles alcanzar mejores condiciones de vida. Merecen ellos todo nuestro respeto y recuerdo como precursores del civilismo y el gentilicio porteño. Sus nombres, ciertamente, deben ser recordados en agradecido gesto.
Un tortuoso camino tuvieron que recorrer los porteños para lograr su tan ansiada elevación a ciudad, remontándose las primeras diligencias al año 1783 cuando los vecinos de Puerto Cabello otorgan poder al Procurador Manuel Antonio Martínez para que “a nombre de los otorgantes y demás vecinos de dicho pueblo” se presente ante el rey y demás instancias a fin de hacer las solicitudes y representaciones que le sean favorables. Por aquellos años el vecindario tenía la condición de Tenientazgo y como tal sin derecho a cabildo y dependiente administrativamente de Valencia. Luego de muchas y variadas incidencias en aquel proceso de solicitud, en 1787 los porteños verán recompensado sus esfuerzos con su elevación a Diputación, con derecho a tener diputados del común y un síndico personero, pero igualmente dependiente del ayuntamiento valenciano. Los porteños no desfallecen en sus intentos por alcanzar su condición de ciudad, pues trascurridos trece años don Pedro de Herrera, don Pedro Ignacio de Laza y don Pedro del Castillo miembros de la Diputación dirigen una nueva petición de fecha 6 de marzo de 1800, en la que ratifican a las autoridades su solicitud de vieja data.
La declaración de independencia (5 de julio de 1811) es conocida en la ciudad apenas cuatro días más tarde; se celebra entonces un cabildo extraordinario para tratar sobre las importantes noticias que se recibían desde Caracas. En el acta de la Diputación se deja plasmada la decidida adhesión de esa corporación. Sin embargo, la declaración de independencia desencadenaría enfrentamientos entre sus afectos y los simpatizantes de la Corona, lo que plantea diferencias entre el puerto y Valencia quien se pronuncia por la conservación de los derechos de Fernando VII.
En aquellos convulsionados momentos insisten los vecinos del puerto en su vieja aspiración de convertirse en ciudad, dirigiéndose al Supremo Poder Ejecutivo, solicitando pronunciamiento sobre las gestiones iniciadas veintiocho años atrás. Producida la declaración de independencia y verificada la irrestricta adhesión de la Diputación local se procede a recompensar su incondicional fidelidad y servicios concediéndole el privilegio de ciudad, otorgándole el respectivo Título firmado el 5 de agosto por don Baltasar Padrón para el momento presidente en turno del Supremo Poder Ejecutivo de los Estados Unidos de Venezuela.
La decidida adhesión de Puerto Cabello al movimiento independentista y su inmediata elevación a ciudad mediante el otorgamiento del correspondiente Título por parte del Supremo Poder Ejecutivo, no pueden verse como eventos aislados. Por el contrario, ambos se encuentran estrechamente vinculados en razón del escabroso camino que la urbe marinera ha de recorrer por casi tres décadas, para lograr la tan ansiada autonomía que le enrumbará por mejores derroteros como ciudad independiente y de progreso. Ya desde los acontecimientos del 19 de Abril de 1810 los vecinos del puerto, empleados del gobierno colonial y comerciantes por igual, habían manifestado su decidido apoyo al nuevo orden, lo que explica el reconocimiento que las nuevas autoridades de la capital hacen a la ciudad, reasegurándose así su fidelidad, fundamental por su condición de plaza militar y puerto vital para la naciente república.
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