Hoy mi columna semanal se la voy a dedicar a una gran dama, gran amiga y gran luchadora por la humanización del sistema penitenciario venezolano y quien después de una extensa siembra por la vida, a los 99 años partió a encontrarse con papa Dios en la eternidad.
Voy a escribir de mi amistad y relación con Flor Isava, a quien conocí a mediados de los años noventa, en mi búsqueda por encontrar gente que estuviera interesada en mejorar el sistema penitenciario en Venezuela. Hay datos que no recuerdo bien, solo que mi maestro Elio Gómez Grillo me la presentó y desde allí comenzó una bonita y sincera amistad.
Confieso que no tenía idea de quién era esta señora y mi mamá me ayudó a saber de quién se trataba el personaje, pues la gran humildad que la caracterizaba lo que menos hacía suponer es que era una mujer de la alta sociedad caraqueña y sus méritos deportivos, era un enigma para mí esto, que poco a poco fui conociendo.
Ella había creado una fundación que llevaba su nombre en 1991, poco tiempo antes de conocerla, con el objeto de llevar, el deporte a las zonas populares del país y en esos lugares establecía clubes deportivos. Se instruía a los padres en cómo organizar competencias y se les dotaba el material deportivo. Revisando parte de su vida en Internet, me encontré con esta anécdota narrada por ella misma: “En una oportunidad que estaba visitando uno de sus Clubes Deportivos Familiares, así se llamaban, en Ciudad Bolívar, recibió un papelito muy estrujado que decía: “Nosotros queremos conocerte, somos los presos de la cárcel”. Y es así como comenzó lo que ella considera lo más importante que ha hecho en su vida, los Clubes Deportivos en las Cárceles”.
Sin duda el trabajo de Flor Isava en las cárceles venezolanas es poco conocido, estos clubes deportivos en las cárceles era su gran pasión. Acompañada siempre de su fiel asistente Rolando, creo que recorrió todas las cárceles del país con una serie de talleres en los que involucraba de una manera especial el crecimiento personal con el deporte y que tuvo un gran éxito entre los presos.
Tuve la dicha de acompañarla en varias de estas actividades y el gran honor de que nos apoyara en la creación de Una Ventana a la Libertad, la cual en sus inicios era una especie de colectivo que agrupaba a varias organizaciones que trabajaban en el tema penitenciario y después se convirtió en una organización autónoma, pero siempre ligada a las organizaciones y personas que ayudaron a fundarla.
Flor siempre se preocupó de la situación de las cárceles del país, frecuentemente nos reuníamos o hablábamos por teléfono o correos electrónicos, por la gran inquietud que ambos sentíamos por la manera progresiva en que se iba deteriorando el sistema penitenciario venezolano y cómo podíamos contribuir para solucionarlo.
Un día, en plenas protestas de 2017, me llamó para que convocáramos una rueda de prensa para defender a los miles de jóvenes que estaban siendo detenidos en ese momento. Recuerdo que me dijo: “Carlos, vamos a ayudar a esos muchachos, yo me voy con mi silla de ruedas cargando y vemos qué hacemos”.
Sin duda, Flor Isava era una figura extraordinaria. Aparte del gran legado deportivo que nos deja, también está este que la mayoría de las personas desconoce, pero que allí, apoyando a los presos, trataba de dar lo mejor de sí.
Para Una Ventana a la Libertad y para mi persona es una gran pérdida, pero su recuerdo y enseñanzas las tendremos siempre en nuestro corazón.
Vuela alto querida Flor y danos desde allá donde te encuentres mucha fuerza para seguir luchando por los presos venezolanos y humanizar nuestro sistema penitenciario.
@cnietopalma