En la década de los ochenta, durante mi adolescencia, cuando mi pasión por la Segunda Guerra Mundial se alimentaba de documentales y películas de la televisión, pero también de publicaciones periódicas (enciclopedias por fascículos y libros) que compraba en los kioscos y librerías; muchas veces en esos lugares me encontraba con viejos italianos que ante mi interés por el tema me contaban su testimonio. Fascinado, escuchaba esa gran aventura que ellos finalizaban con una especie de mantra: “Venezuela no ha vivido una guerra, pero aunque no se la deseo porque amo este país donde encontré la paz y la prosperidad que no me dio mi tierra natal, creo que les haría falta para que valoren lo que tienen”. Dicho razonamiento nacía de la destrucción y la tragedia que padeció Italia al no poder evitar que los horrores de la guerra llegaran a su territorio en 1943. Al principio de la campaña italiana los Aliados pensaron que sería un paseo, e incluso el propio Winston Churchill habló del “blando vientre” del enemigo; al final fue la más costosa en bajas de todo el Frente Occidental.
La cinematografía sobre la campaña italiana (25 de julio de 1943 al 2 de mayo de 1945) es amplísima. Y en lo que respecta solo al desembarco en Salerno (9 de septiembre de 1943), la misma puede incluir clásicos como A walk in the sun (1945) del reconocido director Lewis Milestone (ganador dos Óscar como mejor director, la más conocida: Sin novedad en el frente de 1930) y pésimas películas (llena de gazapos históricos y militares, junto a personajes planos siguiendo el tradicional guion que muestra al invencible héroe “americano”) como la reciente The rebels of PT-218 (Nick Lyon, 2021). Ambas hacen énfasis en lo difícil que fue mantener las cabezas de playa por la presencia del ejército alemán con tanques y artillería, y por la reaparición de la Luftwaffe la cual había desaparecido en Sicilia.
Un excelente documental es el episodio “La invasión de Italia” de la serie de Netflix: WWII in Color: Road to Victory (2021); y en este servicio de streaming está también la miniserie de animación The Liberator (su primer episodio “Por qué luchamos” trata sobre Salerno), sobre el batallón 157° estadounidense que es un buen ejemplo de la gran diversidad étnica de los combatientes que fueron a Italia. No podemos dejar de nombrar Pinocho de Guillermo del Toro (Guillermo del Toro y Mark Gustafson, 2022), obra en stop-motion que es una versión del clásico de Carlo Collodi que muestra la cultura fascista de la muerte en la Italia de Mussolini.
En julio nos dedicamos a la primera etapa de la campaña italiana con la conquista de Sicilia y la destitución de Benito Mussolini, la cual animó a los Aliados a seguir con la liberación de Italia al poco tiempo. Desde el 25 de julio el nuevo gobierno del general Pietro Badoglio inició las negociaciones del armisticio, porque la realidad (tal como explicamos en nuestra entrega de la cuarta semana del pasado febrero, siguiendo el Diario del conde Galeazzo Ciano) es que desde finales de 1942 se desarrollaba un creciente repudio de la guerra en el pueblo y las élites de Italia. En Lisboa fueron los encuentros pero al ser clandestinos y conservando el mayor secreto, más el rechazo inicial de los términos de rendición incondicional; demoraron muchísimo las acciones que debían tomarse.
Badoglio en el poder se propuso negociar la rápida ocupación de los Aliados, pero sin que los alemanes se dieran cuenta, y evitando que los partidos políticos tomaran el protagonismo (temía que estos impusieran al final la república). Se cometieron múltiples errores (por ejemplo el evitar la llegada de un número mayor de divisiones alemanes), y aunque los Aliados planificaron la toma de los aeródromos en torno a Roma con el apoyo de paracaidistas, la demora hizo que la Wehrmacht se les adelantara. El Tercer Reich había preparado un plan de ocupación (“Operación Alarico”) desde mayo de 1943, y con la caída del Duce comenzó su puesta en práctica con ciertas adaptaciones (“Operación Eje”). El mismo se realizó apenas fue anunciado el armisticio el 8 de septiembre, y el Ejército italiano sería convertido en prisioneros de guerra y/o mano de obra esclava para el Reich. Muchos que combatieron con los partisanos que comenzaban a nacer, serían víctimas del fuego de sus antiguos aliados.
A mediados de agosto, cuando la caída de Sicilia era inminente, los Aliados prepararon la invasión de la bota italiana. De manera simultánea se realizó la Conferencia Cuadrante en Quebec entre Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt; la cual confirmaba el siguiente paso en Italia para el 3 de septiembre con una mayor concentración de fuerzas (controlando la bota hasta Nápoles que era donde los desembarcos podían tener cobertura aérea), la fecha de la “Operación Overlord” se estableció para el primero de mayo de 1944, mejorar la coordinación entre Reino Unido, Estados Unidos y Canadá para desarrollar la bomba atómica, y la estrategia del Japón seguiría siendo la misma: la conquista de bases que permitan la destrucción de sus comunicaciones e industria desde el aire.
Toda la campaña en Italia estaba comandada por el general británico sir Harold Alexander. El V Ejército de Estados Unidos bajo el general Mark W. Clark, y el VIII Ejército británico con el general Bernard Montgomery. En el caso de George S. Patton, que era el más competente para liderar las fuerzas yanquis, perdió la oportunidad porque en hospitales militares de Sicilia abofeteó en dos ocasiones a soldados que sufrían una crisis nerviosa -para él eran unos cobardes- (hecho muy bien representado en el biopic dirigido por Franklin Schaffner en 1970). El general Dwight Eisenhower no lo destituyó, pero lo retiró de Frente Mediterráneo después de obligarlo a pedir disculpas, y le advirtió que no toleraría dicha conducta que calificó como “una brutalidad” debido a que no eran soldados combatiendo sino enfermos en un hospital (1948, Cruzada en Europa). El desembarco en Italia sería entre el 3 y el 9 de septiembre en tres regiones fundamentales: la “Operation Baytown” en la punta de la bota: Regio Calabria; la “Operation Slapstick” en el talón: puerto de Tarento; y la más importante: “Operation Avalanche” en la bahía de Salerno. Las dos primeras fueron de fácil conquista porque los alemanes se retiraron y no hubo resistencia alguna, el problema fue la lentitud en el camino hacia al norte por la destrucción de puentes y vías que realizaba la Wehrmacht. El gran problema fue en Salerno, pero esa historia la contaremos la próxima semana, Dios mediante.
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