OPINIÓN

¡Finales inevitables y legados imperecederos!

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

 

Imaginemos una conferencia en la cual líderes de distintas naciones se reúnen en un majestuoso salón adornado de gallardetes de diversos países. Ambiente distinguido, solemne, lleno de interés. Un reputado y célebre estadista pronuncia un discurso intenso y entusiasta, rodeado de una audiencia atenta, cuyos rostros reflejan admiración y respeto. Una iluminación que destaca al orador con un aura cálida, resaltando detalles de formalidad y cuido afable.

La historia está llena de infortunios políticos. Invulnerables en su tiempo, cuyos imperios terminaron desmoronándose, dejando sus nombres difuminados en el olvido. Sin embargo, otros lograron dejar huella imborrable que trascienden generaciones. ¿Qué determina el destino de un líder y el legado que deja tras de sí?

La finitud es ineludible tanto en la vida como en la política. Winston Churchill, el “león rugiente” que guió a Gran Bretaña hacia la victoria en la Segunda Guerra Mundial, sucumbió al paso del tiempo y enfermedades propias de la vejez. Pero, su espíritu indomable y oratoria apasionada lo convirtieron en símbolo de resistencia y esperanza. En contraste, Benito Mussolini y Adolf Hitler, cuyas miserias y avaricias trajeron destrucción, enfrentaron finales trágicos y vergonzosos.

El desplome de un líder es un evento complejo, moldeado por numerosos factores, circunstancias históricas, decisiones políticas, relaciones internacionales, presiones internas y externas, incluso el azar. La Primavera Árabe, fue una serie de levantamientos populares a principios de la década de 2010 que provocaron la caída de unos cuantos dictadores, entre ellos Ben Ali en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto. La movilización masiva y el valor ciudadano demuestran que los autoritarismos más sólidos pueden ser derrotados, reemplazados. No obstante, la transición política resulta difícil, creando nuevos y complejos desafíos.

En Venezuela, una prolongada crisis política, social y económica ha llevado a una profunda división en la sociedad y al éxodo masivo. La revolución es vencida electoralmente y al no reconocer su derrota, es cuestionada a nivel internacional. La oposición explora diversas estrategias para lograr un cambio. El liderazgo enfrenta retos como la migración, polarización y populismo, temas que requieren talento e idoneidad.

Simón Bolívar, el Libertador, forjó un legado de independencia y unidad latinoamericana al liderar la emancipación de parte de América del Sur. Su visión de patria grande sigue siendo un símbolo de firmeza y expectación para quienes creen en la libertad e integración regional. Rómulo Gallegos, en su obra literaria y valores democráticos, derramó conciencia social y de justicia que perdura en el pensamiento. Arturo Uslar Pietri, en su concepto de «sembrar el petróleo», promovió sentido de responsabilidad y planificación en torno a los recursos naturales que hoy resuena con fuerza. Legados que señalan, incluso en tiempos de crisis, los visionarios son brújula para encontrar el camino hacia el progreso y decoro.

La herencia de un estadista, líder y conductor trasciende su mandato, y se construye por valores, acciones, principios y visión del futuro. Nelson Mandela, tras décadas de lucha contra el apartheid, se convirtió en símbolo de reconciliación; su capacidad de absolver, construir puentes entre comunidades de Suráfrica le valió respeto y admiración. En contraste, Saddam Hussein y Muamar el Gadafi, cuyos regímenes en extremo represivos, déspotas y abusivos marcaron a sus pueblos, son perpetuados por su barbarie, crueldad y megalomanía.

En un mundo interconectado, se afrontan retos sin precedentes. La creciente complejidad de los inconvenientes integrales y la polarización de la sociedad, dejan pocas oportunidades para el consenso. La falta de moderación y ausencia de diálogo, junto al auge populista, ponen a prueba la facultad de la dirigencia para ejercer, cumplir derechos y obligaciones, tomar decisiones difíciles y construir consentimientos duraderos.

¿Qué aprender de los finales en la vida y la política? El legado inmortaliza que las acciones de hoy tienen consecuencias a corto, mediano y largo plazo. En un mundo de cambio, los ciudadanos deben adaptarse a las nuevas realidades y enfrentar los desafíos de manera ética, transparente y responsable. Unidad y reconciliación con justicia, son metas fundamentales para construir sociedades equitativas. El final es, en esencia, momento de reflexión sobre el impacto dejado en la historia. Al revisar e ilustrarse del pasado, se encuentran lecciones valiosas para el presente y futuro.

@ArmandoMartini