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¿Final?

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Lo que ha hecho la dictadura en las últimas elecciones presidenciales es un pecado moral de naturaleza tal que no puede pagar sino con su final, con la entrega del poder. No solo ha cometido el más alevoso y torpe fraude para lograr el tercer mandato de Maduro, ya ambición sin mesura, teatralizando una victoria de la manera más insólita. Descubierta y evidenciada diáfanamente la inconcebible trampa, no solo no la ha aceptado sino que ha llamado a sus batallones armados y se ha puesto a matar y encarcelar a la juventud venezolana. Y a cortar sus lazos democráticos con muchos de los países que lo han acusado, tantos y tan diversos, como nunca.

Pocos episodios en esa calidad y cantidad registra nuestra historia. Episodio este tramposo, mentiroso y criminal, casi al unísono. Por ello pocas veces se ha escandalizado tanto la opinión internacional como en esta negra página del libro de la historia nacional. Y por ende, la necesidad de irse, única salida lógica y marcharse en las peores circunstancias, repudiados, condenados.

Cuando esto escribo Brasil, México y Colombia, parte fundamental de la izquierda continental democrática, pues, parecen estar negociando el fin de este conflicto. Ojalá y encuentren la salida a este túnel de veinticinco años que ha acabado con el país, literalmente y en todos los sentidos, y que cierra con este broche que es un verdadero emblema de lo que ha sido siempre: cleptomanía como nunca, violación sistemática y comprobada de los derechos humanos (pregúntele a Bachelet o la Corte Penal Internacional, entre muchos calificados testigos), millones de migrantes como no se vio en ningún país del continente, decenas de millones de míseros, instituciones y empresas desbaratadas por la incapacidad y el dolo. No son cosas muy distintas a este último mordisco de chacal.

Lo que sucede ahora es que una mujer excepcional logró no solo cohesionar a la mayoría del pueblo sino, sobre todo manejándose con una extraordinaria habilidad política, logró develar el sucio engaño.  Y bajar al “electo”, ya bendito y todo -¡a la mañana siguiente!-, de su trono para ser el reo y el acusado del planeta. La saludo, la reverencio, señora.

Por supuesto que no es imposible que Maduro se quede en el poder, cosas similares suceden en este mundo, luminoso y terrible; es posible que mate a suficientes jóvenes y aprese cantidad de enemigos, seguramente serían muchos. Pero en adelante, pase lo que pase, tendremos más fe para pensar que amanecerá pronto y los sicarios armados y desarmados tendrán que pagar el alto precio que les cobrará un pueblo por fin cohesionado y capaz de identificar a sus verdugos y encontrar su camino de redención.

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