En el curso de mi infancia advertía, deprimido, que en el mundo nuestra especie («humanitaria presunta») es proclive a prácticas bárbaras y confiscatorias. Sin causas científicas explicables, minorías deciden quiénes, cuándo, cómo, dónde y hasta qué instante los «desahuciados por nacimiento» existiremos o ya no. Libres o confinados en hospicios. Con ideas propias, inoculadas o sentimientos inmanentes. Entre miles de millones de personas destacan y dominan los menos racionales, empero audaces e inescrupulosos para cabalgar encima de sus sodomizados: «enfermos de pánico», «cobardes», «ofuscados», «cómplices» y «borregos».
Fui, soy y seré un filosofacto: es decir, un pensador [de hecho] apriorístico. Un individuo no acreditado por ninguna academia o escuela, lo que me honra. Si ofuscado eligiere dar mandatos a timadores que no se presenten malvados y culminaran profesos de eso terrible que precalificamos como delitos, ellos, desenfadados, nos empobrecerán, confinarán inocentes, vejarán, denigrarán. Inmisericordes darán latigazos al pueblo. Qué impide a nacionales de una república enmendar los contratos que les confieren [con esa instancia que llamo Protocolo Fantasma] a los devenidos en alevosos. Podemos hacerlo conforme a nuestra regia e igual trascendental atribución de mandantes. Por mi parte admito, con persistencia, que no nací ni soy de nadie enemigo pero me llené de ellos fortuitos.
Los más aptos para percibir, analizar, deducir, argumentar, formular ideas o soluciones son reclutados por cúpulas de salvajes con obvios fines «enhiestos»: los cuales, alevosos, glorifican decapitaciones, linchamientos, el genocidio y la discordia en nombre de profetas del imaginario popular o estabilidad de «sistemas de gobierno» (nada distinto a «castas al mando» de naciones).
No tiene sentido nacer para vivir hambrientos, desabastecidos, presas de necesidades insatisfechas, física y psíquicamente débiles, sujetos a la inequidad e injusticia, hostiles, desconfiados. Somos esclavos de una existencia que duro dicta transmutándonos hacia lo monstruoso posible.
En el curso de mi infancia, atribulado, me persuadí: nuestra especie no es «humanitaria» sino incorregiblemente lesiva y exterminadora. Debe extinguirse tras el empleo de la Cognición que jamás de Su Majestad la Violencia Demencial. Procreamos vástagos que, pese a recibir mendrugos de amor o alimentos, afligirán y estarán condenados a (de prisa) experimentar lo que sus ascendientes.
Siempre habrá «esperpentos» a los cuales expoliarán denigrándolos, los nacidos de «aventajados» podrán comer en exceso y vivir en opulencia durante la brevedad o lapso de sus vidas. Soy un pensador-escritor de inteligencia emancipada por cuanto nunca concebiré inteligible ni acataré la autoridad que celebra lo inicuo y desigualdad. No apruebo (ni lo haré) padezcamos penurias de edictos/causas/lenidad. Escribo porque en el principio del Universo no fue sino la Palabra que lo designaría hologramas convirtiéndonos tangibles. Ninguna fenomenología cósmica que haya creado a la Especie Humana es santa: de nuestra presencia sólo nosotros somos responsables. Que los lectores sean mis testigos, y lo pronuncien cuando haya escindido de esta realidad que definimos existencia.
Hoy quiero decir [te]
Que soy porque percibido por ti,
Que nunca decliné mi pensamiento libertario,
Que abomino la violencia en todas sus formas,
Que prorrumpí mediante la inteligencia sosteniéndome.
Hoy quiero decir [te]:
Admiro tu adhesión a quien porta la luz,
Porque soy de su legión un apacible príncipe.
Hoy quiero decir [te]
Que amo mis hijas,
A seres humanos de buena voluntad.
Hoy quiero decir [te]
Amiga, amigo, porque soy una criatura «almada»
Y me duelen los sufrimientos que jamás mereceremos.
Albertjure2009@gmail.com