OPINIÓN

Fiesta electoral de Maduro

por Carlos Blanco Carlos Blanco

  1. Cada vez que ha habido una elección en la Venezuela roja se suscita la discusión sobre la conveniencia o no de participar, y ahora, ante el llamado del régimen para las elecciones de noviembre no es distinto. Lo nuevo es que ha habido una alineación entre el Vaticano, la Unión Europea, y una variopinta confederación de opositores (combinados con ex opositores) que han descubierto las bondades –ahora sí– de una nueva elección bajo la sombra de Maduro. Pero desde Pascal se sabe que el corazón tiene razones que la razón no entiende.
  2. Durante mucho tiempo se pensó que después de 2002-2003, con las sucesivas pérdidas de apoyo, Chávez y luego el ungido veían las elecciones como el diablo suelto ve a la cruz en llamas. Por esta razón, apelar al fraude de todo tipo se les volvió indispensable. El debate se centró en si había fraude electrónico –el cambio de los votos emitidos– o si era un ventajismo duro que, al final, hacía del resultado electoral algo distinto a la voluntad libre del elector. El caso es que las elecciones se convertían en amenazas a la mayoría que el régimen quería exhibir porque, en los hechos (consultas gremiales, sectoriales, encuestas y estudios de opinión) esa mayoría no existía.
  3. Los recursos del régimen para mutilar la voluntad popular se basaron en amenazas, uso de los colectivos para atemorizar, control de toda la estructura electoral, registro podrido hasta los tuétanos, abuso de las fuerzas militares antes y en las jornadas electorales, cierre y control de medios de comunicación, asfixia de las opciones que no les fueran de su agrado, inhabilitaciones, prisiones, juicios y persecuciones de todo tipo. Sin embargo, al no poder controlar absolutamente todo se les escaparon varias liebres: el referéndum de 2007 ganado por la oposición (con más porcentaje del admitido), la gran victoria de la Asamblea Nacional de 2015, y algunas elecciones regionales o locales.
  4. Prontamente, el régimen tomó las medidas de anular en los hechos esas victorias, fuese con un nuevo y amañado referéndum para consagrar la reelección indefinida; echó mano a la anulación de representaciones en la AN; o también a nombrar “protectores” o funcionarios para extraer el poder institucional de los elegidos. La conclusión que sacaron muchos es que el régimen le teme a las elecciones. En caso de haber sido así, ya no lo es.
  5. Estas elecciones regionales de noviembre de 2021 son un instrumento del régimen en el cual los beneficios tienden a superar los costos. Las elecciones no son ya una amenaza sino uno de sus más perversos instrumentos porque –y esto hay que entenderlo- Maduro y su banda las utilizan como un instrumento de reestructuración de sus filas y del orden político en el país. Les permiten un movimiento interno de cuadros políticos que le es difícil a una estructura estalinista que solo tiene el instrumento de las purgas; dicho de otro modo: las purgas internas pueden ser hechas con la molienda preelectoral. Díganlo allí Elias Jaua y Francisco Arias Cárdenas.
  6. Hay otro beneficio adicional para el régimen: la construcción de una oposición dentro del sistema que dirige y controla. Esta es la joya de la corona: el régimen necesita elecciones por razones internas, pero también las necesita para esta labor de costosa orfebrería que es construir su oposición y su institucionalidad paralela en general (su gremio empresarial, su sindicalismo, sus “fuerzas vivas” y su diálogo con todos estos).
  7. Que haya circulado el dinero que lubrica los apoyos es perfectamente probable, pero despachar el análisis con que todos son unos comprados por el tesoro público directamente o a través de testaferros es disminuir la naturaleza del asunto. Hay un sector opositor que por esa razón o por otra, llegó a la conclusión de que el régimen se instaló para siempre (claro, mientras dure) y que hay que acomodarse.
  8. Lo que exige Maduro es simple pero toca los fundamentos éticos, políticos e históricos de los actores de esta tragedia de hoy. Maduro exige: a. Que se le reconozca como presidente; b. Que se tenga una postura enfrentada a las sanciones; 3. Que se consienta en la estructura “institucional” existente (Corte Suprema, CNE, Asamblea del 6 de diciembre pasado, Alto Mando Militar, etc.). Unos lo hacen con eufórica convicción y otros porque consideran que fueron derrotados y “es lo que hay”.
  9. En la reunión televisada entre Maduro, Jorge Rodríguez, Cilia Flores, con la Comisión de Diálogo, Paz y Reconciliación de su AN se consagró esa oposición necesaria para el régimen, incluso algunos de ellos en un tono crítico dentro de los parámetros admitidos. Allí se vio el curioso juego según el cual esa oposición le solicitaba a Maduro que se cuidara de la “otra oposición”, la que todavía no había armonizado con él porque podía blandir el cuchillo de la traición.
  10. También se pudo constatar –cuestión que ya había ocurrido semanas atrás- que el sobrado Maduro ponía condiciones para conversar con los otros opositores cuando no mucho tiempo antes quienes estaban en posición de colocar condiciones eran, precisamente, esos otros opositores, antes de que el tren de la viveza y el oportunismo los descarrilara.
  11. ¿Habrá cama para tanta gente? Es evidente que el régimen por las malas o por las peores va a controlar y “ganar” sus elecciones, aunque se verá obligado a asignar algunas posiciones: ¿lo hará con los que llegaron primero? ¿Cederá algunos puestos a los que llegaron después al costo de enajenarse a los más leales? ¿Entregará algo para satisfacción de los observadores? Lo que está claro es que esas elecciones no parecen servir para nada que signifique la movilización popular. El voto será inútil.
  12. En el campo opositor hay quienes estiman que votar es “hacer algo”; son de la especie que confunde el movimiento con el beri-beri. En la situación de hoy –así lo he planteado otras veces– se necesita más capacidad para resistir la campaña lanzada con todos los hierros por los agentes del sistema (el régimen y su oposición), según la cual hay que votar en las elecciones espurias de noviembre para convalidar lo que las fuerzas más vivas hayan decidido, que incorporarse a la legión del “es lo que hay”.
  13. No sé cuántos ciudadanos votarán o cuántos se abstendrán, pero el verdadero panorama político del país se despeja poco a poco: se cierran muchos espacios y se anulan incontables esperanzas; sin embargo, otro espacio se abre, insospechado, para sorpresa y descontento de los que hacen campaña electoral en clave de autoayuda.