Empecemos con una confesión: me produce escalofrío que un político en funciones de gobierno se prometa, y nos prometa, regenerar el periodismo. Se me pone la carne de gallina, como define la RAE la sensación. Un contrasentido con esta ola de calor que viene que obliga a abrir ventanas para que entre algún aire refrescante despistado y a cerrarlas de sopetón antes que se cuele un bulo.
En la era de las redes sociales quedó en desuso aquella añeja idea de la prensa como cuarto poder, vigilante del comportamiento de los tres poderes clásicos que andaba demasiado suelto y no se avenía a mayorías de escaños.
El miércoles el presidente del gobierno, de corbata verde y traje impecable, sobre el que se extendía una fina capa de escamas apenas perceptible, revivió a Keynes al frente de la locomotora económica, que como la “roja” es la campeona de Europa, y a Gabriel García Márquez, Gabo para amigos y lectores, con otra antiquísima frase, aquella de que el periodismo es “el mejor oficio del mundo”. Sánchez se declaró su protector universal.
Hay defensas de las que es mejor prescindir, no vaya a ser que goleen en propia puerta. Rescato una frase de Aitor Esteban: “es mejor no hilar nada”. Quisiera pensar que coincidimos en que cuanto menos se legisle sobre la libertad de expresión, más posibilidades de gritar habrá.
Estoy siendo ingenuo, de lo que suelo pecar con tanta frecuencia como bulos circulan. Veo en algunos medios que las tribulaciones in pectore del señor Sánchez cuidan senderos más íntimos. Aún así, me desconsuela el adjetivo veraz, tan constitucional, que acompaña, como novia o esposa, al término información. Creo haber oído veraz unas cuantas veces en la voz aplanada de Sánchez, ¿o será Ferraz? No importa, a fin de cuentas un organismo estatal se encargará de supervisar lo que es cierto. Vaya alivio!
Artículo publicado en El Progreso de Lugo, España