La verdad sea dicha, en los 40 años de democracia que tuvimos se fue desarrollando una casta de verdaderos diplomáticos que ejercían dignamente la representación del Estado venezolano en el concierto de las relaciones internacionales. De forma progresiva y satisfactoria se estaban dejando atrás los vicios arrastrados que entorpecían la adecuada selección de personas bien formadas para que garantizaran un rol de excelencia al frente de los despachos consulares o en las misiones diplomáticas. Complacía ver en el elenco de diplomáticos a mujeres y hombres egresados de las mejores cátedras universitarias en las que se habían formado como funcionarios especializados para llevar con solvencia sus tareas en defensa y representación del estado venezolano.
El personal seleccionado para ocupar los escaños de embajador extraordinario y plenipotenciario, de ministro consejero, consejero; primer, segundo y tercer secretario, reflejaba que se apuntaba a aquellas personas que no solo tuvieran la indispensable acreditación académica y una cultura general necesaria para que pudieran ejercer con brillantez sus funciones inherentes a esos cargos, sino que comenzaba a regir una norma esencial para ascender en esa carrera tan distinguida como era la meritocracia.
Todo eso se ha ido desmoronando desde que Hugo Chávez tomó el poder en nuestro país. Las embajadas y consulados se tornaron ya no en la casa abierta para todos los ciudadanos venezolanos en cualquier parte del mundo, sino en otra sede más del partido del régimen y sus ocupantes, salvo casos excepcionales, en activistas con rango de diplomáticos. Basta y sobra mencionar como prueba de lo que estoy mencionando, el caso insólito y grotesco de Alex Saab.
Fernando Gerbasi fue uno de esos diplomáticos que formó la democracia. Egresado con el título de Especialista en Comercio Internacional, en Ginebra, Suiza, luego cumple los créditos para alcanzar una maestría en Relaciones Internacionales en el Centre d’Etudes Diplomatiques et Stratégiques. No solo era un verdadero canciller, un embajador de lujo, sino un demócrata cabal, un mejor esposo y padre de familia. Tal como lo dijo André Maurois, Fernando Gerbasi tenía “ese arte de exponer la hostilidad con cortesía, la indiferencia con interés y la amistad con prudencia”. Deja una estela de funcionario honesto, responsable, eficiente y fidelidad a los principios democráticos, tanto es así, que muere en el exilio perseguido por la dictadura que desfiguró la cara reluciente de profesionalismo que irradiaba el cuerpo diplomático venezolano del cual formaba parte Fernando Gerbasi.
Fernando Ingresó al servicio exterior de Venezuela el 1 de noviembre de 1968, y entre 1992 y 1994, se desempeñó como viceministro de Relaciones Exteriores, donde estuvo encargado del ministerio catorce veces. Fue embajador de Venezuela ante Brasil y Alemania, ante las comunidades europeas y la Organización de Naciones Unidas. En dos oportunidades ocupó la Embajada de Venezuela en Colombia y en Italia, destacándose también como nuestro representante ante la FAO.
Siempre lo tendremos presente, por la solidaridad que nos prodigó en cada una de nuestras giras internacionales defendiendo la libertad de Antonio Ledezma y de todos los perseguidos políticos en Venezuela. Él, junto a su leal esposa Irene, nunca nos fallaron, estaban siempre a nuestro lado con ese espíritu venezolanista que los ha distinguido.
¡Que en paz descanse Fernando Gerbasi!