La instalación de una comisión de trabajo que reúne a miembros de la Asamblea oficialista con representantes de Fedecámaras ha suscitado reacciones de la más variada índole: de la aprobación a la condena, de la confianza a la suspicacia, de la argumentación económica a la política. Nadie duda del mutuo juego de intereses, coyunturales o de largo plazo. Sí, en cambio, de las diferencias que se sospecha entre lo que se oculta y se evidencia, entre la honestidad y los pliegues oscuros de la estrategia gubernamental.
Aciertan quienes piensan que Fedecámaras habrá examinado en profundidad el alcance de la invitación, sus términos y condiciones. Cabe, sin embargo, agrupar algunas consideraciones aplicando la conocida herramienta identificada como FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades, Amenazas), ampliamente utilizada para la planificación estratégica en el mundo empresarial, de los negocios y también de las negociaciones.
La primera fortaleza de Fedecámaras no es otra que su propia institucionalidad. Representa al grueso de sector privado, agrupa a todas las cámaras de 14 sectores económicos y a sus 18 federaciones regionales. Junto con la Iglesia y los estudiantes, la empresa privada, a la que de algún modo representa, es uno de los entes mejor reconocidos hoy por la colectividad venezolana. Su directiva, lejos de ser personal, es colegiada. Cuenta, además, con una Junta de Asesores integrada por sus expresidentes. Sostiene una visión institucional que establece como prioridades la libertad económica y la defensa de la propiedad privada y de la iniciativa privada. Cuenta con una larga tradición, desde su fundación en 1944, y con una historia impecable de sostenimiento de su línea empresarial, salvo su participación política directa en el 2002. Sus equipos de planificación han formulado importantes propuestas como Ruta 2020 y Ruta 2030, básicas para construir Venezuela con visión de largo plazo. Se apoya en un amplio equipo de los mejores consultores en el campo de los negocios y de la realidad nacional. En estos largos años de inestabilidad, depresión y dificultades ha mostrado una gran resiliencia. No solo se sostiene como institución, sino que buena parte de sus miembros permanecen en el país y trabajan por su construcción.
En el capítulo oportunidades, el petroestado omnipotente, el que distribuía subsidios y ayudas a su guisa, fracasó. Ello da base para la reconstrucción de la productividad. Este fallido Estado venezolano requiere más que nunca de la empresa privada. No es lo contrario. Para Fedecámaras es la oportunidad para recuperar su misión, que tiene que ver con la defensa de los derechos de la empresa privada y de la propiedad individual, el impulso a la producción industrial y la agroindustria, el desarrollo de una cultura de exportación.
Cuentan también las debilidades. La politiquería no debe ocupar un espacio en estos “acercamientos”. La desventaja de los líderes empresariales en este terreno es enorme. La habilidad demostrada por el gobierno para ganar tiempo y evitar compromisos reales alimenta la duda de terceros sobre la eficacia del diálogo. El poderío mediático del régimen tiene la capacidad para mostrar sus ganancias y para ocultar sus falencias. Abundan las pruebas de ello a lo largo de dos décadas
Por último, las amenazas. Cuba y China se están ocupando, en comandita y activamente, de utilizar a nuestro país como un enclave de actuación estratégica y económica, sesgada a favor únicamente de sus intereses. Cuba sigue siendo tributaria del petróleo nacional. China tiene en su haber el haber concedido protuberantes financiamientos que cobrar a su “socio” venezolano. Una colonización de esta naturaleza amenaza cualquier intento de fortalecimiento de las fuerzas empresariales autóctonas. No es posible tener confianza en el interés del régimen en el restablecimiento pleno de la democracia ni en que hará cesiones en este sentido. Irán y Rusia, sin tener la misma relevancia de los anteriores, actúan igualmente a favor de sus propios intereses.
Fortalezas, oportunidades, debilidades, amenazas, son factores que hay que entender y atender, sin perder de vista dos datos claves de la realidad: la reconstrucción del país es una labor de paso a paso y, la segunda, el futuro depende de la capacidad para recuperar las instituciones y para producir.